Rivalizar con el pasado: 45 años, de Andrew Haigh

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A una semana de la celebración de sus 45 años de matrimonio, la señora Kate Mercer descubre que ella y su esposo Geoff han estado conviviendo con un fantasma. O mejor, “una avalancha de fantasmas”, como lo describe David Constantine en su cuento In Another Country, que dio origen al guion de 45 años (2015), uno de los más laureados filmes ingleses recientes.

El director y guionista británico Andrew Haigh utiliza para este largometraje –el tercero de su breve filmografía- la anécdota central del cuento y la expande para hacer una elaborada exploración, con ecos a Ingmar Bergman, de la vida conyugal de una pareja mayor, jubilada y sin hijos, que de repente recibe noticias del pasado. Un pretérito que creían –literalmente– sepultado y que ahora vuelve a ellos con una fuerza inusitada, haciendo tambalear lo que creían sólido tras muchas décadas juntos.

45 años (2015)

El correo ha puesto en manos de Geoff una carta y en ella le hablan de alguien que fue parte importante de su vida cuando aún no conocía a Kate. Para él es una noticia extrañamente feliz, para ella es un suceso incómodo pero aparentemente banal, hasta que se da cuenta de lo que verdaderamente ha representado para su esposo la reaparición de esa persona. El fantasma de la nostalgia se hace entonces aparente para ella y, para su sorpresa, descubre que siempre ha estado ahí, influyendo sobre sus decisiones, no solo observándolos pasivamente.

Charlotte Rampling, a sus 70 años, interpreta a Kate dando una soberbia demostración de sus capacidades. Su expresión decepcionada, su mirada al vacío, sus gestos de preocupación y derrota dicen más acerca de la mezcla de sentimientos que la abruman que una explicita rabieta y unos gritos de dolor. He aquí a una señora actriz.

Ella y su esposo (Tom Courtenay, cautelosamente contenido) tienen por delante una ceremonia social. Uno de esos actos donde –el cine nos lo ha enseñado– se reabren viejas heridas y se exorciza algún rencor crónico. Con el referente de Celebración (Festen, 1998) y Melancolía (2011) en la cabeza uno llega al final de 45 años con la prevención de ir a presenciar una bochornosa catarsis pública. Pero Andrew Haigh no es un cineasta danés. Lo suyo es la sutileza, la implosión. El terremoto interior que hace estragos. El dolor íntimo de un alma traicionada y rota.

Publicado en la columna Séptimo arte del periódico El Tiempo (Bogotá, 13/03/16), sección “debes hacer”, pág. 5
©Casa Editorial El Tiempo, 2016

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