Aún era de noche en Roma: Las vidas privadas, de Marco Tullio Giordana

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Las películas que reflexionan sobre el cine mismo constituyen uno de los mayores placeres y deleites privados del cinéfilo. No siempre se trata de retratos festivos e indulgentes, sino en muchas ocasiones de furiosas denuncias contra la propia industria, hechas con real conocimiento de causa.

Otras películas tienen al cine como telón de fondo para contar una historia y en Las vidas privadas (Sanguepazzo, 2008), su director Marco Tullio Giordana utiliza esa disculpa para dar vida a un relato que sin ese aliento sería tan solo un drama discreto. Sin embargo tras la trágica historia de una pareja de amantes y actores que existieron en la vida real, Osvaldo Valenti y Luisa Ferida, está la génesis social que iba a dar vida al neorrealismo italiano a mediados de los años cuarenta, dando fin a la larga noche fascista que cubría a Roma y a Italia entera.

Giordana ha explicado que su filme –que transcurre entre 1936 y 1945- puede verse como una metáfora de la compleja y hasta bochornosa situación política italiana contemporánea. Decepcionado, el realizador la compara con el totalitarismo fascista y opta por un ángulo singular para construir su relato: contarnos los últimos nueve años del régimen de Mussolini de la mano de una pareja de actores de cine que fueron protagonistas de algunas de las películas más populares del periodo. Tras la creación de la Dirección General de la Cinematografía y la construcción de los estudios de Cinecittà, el cine fascista optó por el escapismo, las comedias burguesas, el caligrafismo (las adaptaciones de novelas del siglo XIX) y los documentales propagandísticos. Era el llamado “cine de los teléfonos blancos”, lleno de comedias sofisticadas de las altas clases sociales, por completo a espaldas de lo que se vivía en las calles empobrecidas.

Directores como Blasetti, Camerini, Soldati y Chiarini eran los creadores de esos filmes, donde la pareja de Valenti y Ferida –proclive a escándalos y adicciones- brillaban. Curiosamente Fellini los conocía, e incluso fue guionista en un frustrado proyecto africano en el que ambos intervenían, llamado I cavalieri del deserto (1942). Con ánimo didáctico, Giordana utiliza personajes ficticios de origen real -como un director de cine que es un Conde homosexual, en el que puede descubrirse a Luchino Visconti- para que veamos de dónde sacó el cine italiano los motivos para expresarse a través del neorrealismo. Ante nosotros el decadente caldo de cultivo del que se nutrió Roma, ciudad abierta (1945) y los demás valerosos filmes que fueron eco de un pueblo cansado de tanto horror y tanta muerte.

Publicado en el periódico El Tiempo (Bogotá, 29/04/10). Pág. 1-18
Casa Editorial El Tiempo, 2010

sanguepazzo

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