Caen estrellas fugaces: Un viaje maravilloso, de Todd Haynes

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Para MiLú, allá en casa

Que nadie dude que Un viaje maravilloso (Wonderstruck, 2017) le hace honores a la novela homónima de Brian Selznick publicada en 2011. El propio Selznick hizo el guion tratando de conservar la dualidad que existe entre el texto escrito y las ilustraciones que hacen parte de su novela. Y esto se logró en la película de Todd Haynes siguiendo dos líneas narrativas, una situada en 1977 –a color, con diálogos y un tono ocre que recuerda las películas que hemos visto ambientadas en aquella época- y otra situada en 1927, en blanco y negro, muda y con una estética que también apela a la memoria cinéfila.

Todd Haynes como esteta se deleita en las posibilidades de ambas puestas en escena tan separadas en el tiempo. En la sección de 1977 cuando el accionar se traslada a Nueva York parecemos sumergidos en el mundo de Taxi Driver (1976) o en el de Contacto en Francia (The French Connection, 1971), mientras que los eventos de 1927 parecen imitar los de una película de King Vidor o Frank Borzage. Haynes se rodeó -como siempre- muy bien, con Mark Friedberg en el diseño de producción y Sandy Powell en el diseño de vestuario. Sería necio negarse a admitir que Un viaje maravilloso luce bella y que es un deleite visual preciosista. Para añadir bondades, hay que decir que un flashback final tiene una soberbia animación non stop donde se nota el esmero por hacer un producto que generara admiración.

Un viaje maravilloso (Wonderstruck, 2017)

Un viaje maravilloso nos cuenta de la vida de Rose –una niña de vive en 1927- y de Ben –un niño que vive en 1977- que obviamente no se conocen. Los separan 50 años y una buena distancia geográfica, pero comparten soledades e inquietudes; hay una ausencia en sus vidas, hay un anhelo por completarse que no los deja en paz. Él necesita a su padre y ella a su madre. Y van a lanzarse al mundo a buscarlos. Y por el camino, crecer. Otras cosas aparentemente casuales van a unirlos, pero eso solo lo sabemos nosotros, ellos no. Al final sabrán el uno de la otra. El relato dual entonces es el de esa búsqueda, que para Ben es algo casi detectivesco, siguiendo pistas endebles por una ciudad desconocida y para él incluso más inhóspita que para los demás. La película no niega que le interesa tener un público infantil y por eso es tan evidente y expositiva: tiene mucha información que dar y Haynes intenta que quede clara. Los niños que disfrutaron La invención de Hugo Cabret (Hugo, 2011) van a encontrar similitudes formales y temáticas con esta cinta, a la que también van a apreciar.

Un viaje maravilloso (Wonderstruck, 2017)

Creo que la inexperiencia de Brian Selznick como guionista hace que Un viaje maravilloso no sea la obra maestra que debería ser. El filme sigue unos parámetros narrativos convencionales en cada una de sus historias sin ofrecer un ángulo innovador o retador, demostrando además que tiene intereses comerciales. Le faltó ingenio a un guion que podría haber sido más creativo, pero que quizá temió perder el interés del público infantil, cuya inteligencia no hay que subestimar.

Pese a eso Un viaje maravilloso es una película digna de toda mi admiración: se ve que es una obra repleta de amor por el cine como oficio y como medio. Pero en mi caso no me conmovió como yo hubiera querido. Es posible que haya tenido expectativas diferentes viniendo de alguien como Todd Haynes, pero estoy seguro que este filme va a tener un público amplio que va encontrarlo irresistible. Se lo merece.

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