Caravana de Mujeres: Mad Max: Fury Road, de George Miller

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Veamos qué les parece esta idea para un western: un alguacil retirado, errabundo y en lucha constante con los fantasmas de su pasado, llega a las inmediaciones de un pueblo y es secuestrado por unos bandidos, al servicio de un poderoso y cruel terrateniente, que necesita mano de obra para su hacienda. Ahí se entera que el gamonal tiene en sus manos a los habitantes del poblado pues ejerce su propia ley, controla las fuentes de agua y es dueño de también de un tráfico de blancas. Una de las pocas mujeres de su círculo cercano urde un plan para huir en una diligencia con cinco de las jóvenes a las que tiene esclavizadas, contando con la ayuda involuntaria del ex alguacil. Deben atravesar terreno hostil no solo desértico, sino plagado de indios; y además soportar la persecución del terrateniente y sus hombres que buscan venganza. Es un hombre, seis mujeres, un joven que termina por ayudarlos, unas armas y municiones que parecen insuficientes y una diligencia veloz pero no a prueba de todo. Su lucha por escapar y llegar a un pueblo –ideal pero existente- donde saben que encontrarán justicia, esperanza y redención es lo que los mueve a enfrentar tal peligro.

Tom Hardy y Charlize Theron en Mad Max: Furia en el camino (Mad Max: Fury Road, 2015), de George Miller

¿Suena interesante, no? Quizá sea porque tiene elementos de La diligencia (Stagecoach, 1939) de Ford, Westward the Women (1951) de Wellman, Shane (1953) de Stevens y Johnny Guitar (1954) de Nick Ray, solo por mencionar algunas de sus influencias fílmicas, sin ahondar en las bíblicas. Este western imaginario del que les hablo es la base de la historia de Mad Max: Furia en el camino (Mad Max: Fury Road, 2015), de George Miller. Solo que ocurre en un futuro distópico post apocalíptico, donde la diligencia es un camión cisterna artillado de muchos caballos de fuerza, la mujer que huye es Imperator Furiosa, que se lleva las esclavas sexuales de Immortan Joe, el líder militar y religioso de una ciudadela en medio de las rocas, mientras el alguacil retirado no es otro que Max Rockatansky (esta vez en la piel del inglés Tom Hardy) en su cuarta aparición oficial en el cine.

Vamos a sumarle un diseño de producción –a cargo de Colin Gibson- futurístico, pero no alejado de la decadencia y de las carencias que hay luego del Armagedón (no hay naves espaciales, por ejemplo, pero si autos del siglo XX transformados y recargados), más bien cercano al punk y al metal, acorde a la banda sonora que compuso Junkie XL, y lo que obtendremos es una road movie que luce y se escucha fantásticamente alocada pero que funciona de principio a fin. Es obvio que se trata de un filme de acción y de ciencia ficción –su función es entretener- pero lo hace con enorme conciencia de lo que está haciendo. Hay un trabajo previo de investigación en la confección del vestuario, la construcción de los vehículos de ruedas y el diseño de las armas que le añade indudable valor formal. Mención aparte y destacada hay que hacer a la fotografía del premiado australiano John Seale y al elaborado montaje que hizo Margaret Sixel, que viene trabajando con George Miller desde 1997. Pretendían un Mad Max que sedujera al público –hipersaturado auditiva y visualmente- que va a cine en el siglo XXI y lo lograron.

Mad Max: Furia en el camino (Mad Max: Fury Road, 2015), de George Miller

Mad Max: Furia en el camino (Mad Max: Fury Road, 2015), de George Miller

Nada de esto funcionaria –y es un axioma básico del cine- si no hubiera una buena historia que contar. Y acá hay una con ecos cinéfilos y religiosos, que de inmediato resuena en el espectador, haciéndolo sentir cómodo, no en medio de unas batallas incomprensibles, anárquicas y sin peso. Quiero ir más lejos en la cinefilia que exuda este Mad Max y anotar que el tamaño y la estructura del camión cisterna que conduce Imperator Furiosa (una Charlize Theron llena de resentimiento pero también de nostalgia) recuerda a la locomotora de un tren, que es el vehículo –cerrado y en constante movimiento- favorito del cine, desde Edwin Porter hasta Hitchccok, y que el viaje de ida y vuelta que emprende es similar al de El maquinista de La General (The General, 1926) de Buster Keaton, que también ocurre en de tiempos de confusión y guerra.

Mad Max: Furia en el camino no tiene pausa ni freno. Pero a diferencia de otros filmes violentos sin seso, este se mueve buscando algo, sabiendo muy bien para qué lo hace. Furiosa quiere redimirse, las hermosas jóvenes que lleva quieren esperanza, Max quiere un tirano menos. La sinergia de propósitos los impulsa y lleva lejos a esta película, demasiado inteligente para el empaque comercial que la contiene.

©Todos los textos de www.tiempodecine.co son de la autoría de Juan Carlos González A. 

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