El espectáculo va a comenzar: 24 horas en la vida de un payaso, de Jean-Pierre Melville

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En noviembre de 1945, tras desmovilizarse del ejército, Jean-Pierre Melville se presentó en las oficinas del sindicato de técnicos del cine para obtener un permiso para trabajar como practicante. Lo entrevistaron Marc Maurette y René Lucot y le negaron la posibilidad de acceder al permiso, paradójicamente por carecer de educación cinematográfica formal. En esa época el sindicato estaba muy politizado y comprometido con la izquierda, mientras Melville apoyaba las ideas de derecha, de ahí que él consideró que hubo motivaciones políticas para su rechazo.

Semanas después de este desplante crearía su propia compañía productora “Melville Productions”. El futuro realizador afirmaba que “Me forzaron a convertirme en productor para lograr la responsabilidad de dirigir mis películas” (1). Como imagen corporativa escogería un proscenio clásico con columnas corintias sobre las cuales aparece la letra M formada por una tira de celuloide y en el fondo se divisan nubes espesas. Era novato, pero sus aspiraciones eran enormes.

24 horas en la vida de un payaso (24 heures de la vie d'un clown, 1946)

24 horas en la vida de un payaso (24 heures de la vie d’un clown, 1946)

Utilizando unas latas de cinta Agfa compradas en el mercado negro en 1942 y ya caducas, Melville decidió rodar un cortometraje que pudiera presentarse antes de la película principal en un cine y así darse a conocer. Estaba de moda que esos cortometrajes fueran sobre artistas del music hall o que mostraran actos de vodevil y el debut de Melville seguiría esa línea. El influjo directo fue Les affaires publiques (1934), el cortometraje debut de Robert Bresson, que fue protagonizado por el payaso Béby. Al mismo protagonista recurriría Melville para su propio filme. En una entrevista para Cahiers du Cinéma realizada en 1961, afirmaba que “Antes de amar las películas, yo amaba el circo. De este amor había mantenido una amistad, la del clown Béby, que era en ese momento el más grande payaso vivo, y que iba a adorar más tarde en un cortometraje de Bresson… Para mi periodo de prueba, decidí filmar un cortometraje con él” (2).

24 horas en la vida de un payaso (24 heures de la vie d'un clown, 1946)

24 horas en la vida de un payaso (24 heures de la vie d’un clown, 1946)

El resultado fue 24 horas en la vida de un payaso (24 heures de la vie d’un clown) que empieza con un prólogo de Moliere “Hacer reír a la gente respetable es un trabajo muy difícil”, para de inmediato meternos a la noche de Montmartre y ver la aparición entre las sombras de un narrador que luce un sombrero fedora –es el propio Melville- y que nos invita a abandonar la feria, con sus tiovivos y otras atracciones, y a meternos al circo Médrano para presenciar allí durante breves momentos la actuación de dos payasos, un pierrot de cara blanca y traje de lentejuelas –Maïss- y un augusto, interpretado por Béby. El narrador reemplaza las palabras de ambos y nos describe su accionar (la película fue grabada originalmente sin sonido para abaratar costos). Ahora nos vamos a casa de Béby a acompañarlo a la intimidad de su hogar, a su cena, a su habitación que parece un panteón lleno de fotos, libros y recuerdos; allí evocará a Antonet, el celebre payaso que fuera su compañero de pista muchos años. En ese repaso nostálgico y conmovedor vemos a Béby en sus años de esplendor como acróbata con sus hermanos y nos enteramos de la pirueta que le costó diecisiete fracturas en las piernas y que le dejó una cojera permanente.

24 horas en la vida de un payaso (24 heures de la vie d'un clown, 1946)

24 horas en la vida de un payaso (24 heures de la vie d’un clown, 1946)

Tras dormir junto a su perro, Béby sale de su hogar en la mañana, se asea en un baño público al frente de su casa y se dirige a un café. Quizá sea su andar, pero parece que el hombre y su personaje circense fueran uno solo, que siempre estuviera caracterizando al payaso torpe así esté en la calle en sus actividades cotidianas, como si le fuera imposible despegarse de Béby, tal como su pequeña actuación en el café lo prueba. Tras encontrarse con Maïss se sientan en la terraza de un café en la calle Lepic a ver la gente pasar, a mirar su conducta y a lo mejor sacar de ahí alguna rutina para su acto en el circo. Es ahí donde este “documental” más se aleja de la realidad, se nota lo prefabricado y sobreactuado de los pequeños insucesos callejeros que hacen reír al par de artistas, a los que vemos más tarde llegar de nuevo al circo, ponerse sus trajes y salir a escena. Es el único momento en que escuchamos sus propias voces, cuando Béby cuenta un chiste supuestamente inspirado en lo que vieron en la calle. Después el narrador toma de nuevo el control y nos saca a las sombras para despedirse y dejar a los payasos en su mundo. Han pasado 24 horas y diez minutos.

El recurso del narrador omnisciente -y a la vez titiritero que dirige la acción- había usado con éxito por Sacha Guitry en Le roman d’un tricheur (1936), permitiéndole enfatizar el artificio de la puesta en escena. Acá Melville se sirve del mismo mecanismo para dar cuerpo y unidad a una serie de viñetas domésticas que él organiza como si fueran pequeñas sketchs cómicos autónomas sacadas de un filme mudo (Béby rezando con su perrito; Béby admirando una bella joven en la calle y siendo descubierto y amonestado por su mujer; Béby encadenando su automóvil a una farol afuera del circo), dándole un toque de nostalgia cinéfila a un seudodocumental que de por sí tiene un tema melancólico: el del crepúsculo de un payaso que ya vivió sus mejores épocas de gloria. No por nada Maïss afirma –nos dice el narrador- que “la calle de los Mártires se llama así porque los payasos la frecuentaban”.

24 horas en la vida de un payaso (24 heures de la vie d'un clown, 1946)

24 horas en la vida de un payaso (24 heures de la vie d’un clown, 1946)

24 horas en la vida de un payaso –cuyo título evoca el de un libro de Stefan Zweig- tuvo problemas en la postproducción, pues además de la mala calidad del negativo debieron sincronizar los parlamentos de Béby palabra por palabra, al descubrir que el payaso no sabía leer. La película se distribuyó a través de Pierre Braunberger y circuló brevemente en el circuito de cineclubs parisinos. Melville se encargaría de menospreciar esta primera obra y considerarla, peyorativamente, su “pecado original” (3). Pero ahí estaba ya su cine, listo para germinar: el espectáculo va a comenzar.

Referencias:

1. Jean Pierre Vivet, “J.P. Melville n´a pu réaliser Le Silence de la mer qu´en devenant son propre producteur.” Combat, 16 de abril, 1949: 12.

2. “24 heures de la vie d’un clown (1946) ”, página web : Le bloc-notes de cirk75,
disponible en : http://www.cirk75gmkg.fr/2014/09/24-heures-de-la-vie-d-un-clown-1946.html, consulta : 22 de diciembre de 2014

3. Rui Nogueira, Melville on Melville, Nueva York, Viking, 1972, p. 21

24 horas en la vida de un payaso (24 heures de la vie d'un clown, 1946)

24 horas en la vida de un payaso (24 heures de la vie d’un clown, 1946)

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