El sueño imposible: La jaula de oro, de Diego Quemada-Diez

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El cine latinoamericano, que debería ser un permanente invitado a nuestras pantallas, al tener un lenguaje y reflejar unas vivencias comunes, es por el contrario una rareza. No pasan de cuatro las películas de este lado del mundo estrenadas en lo que va del año acá, a las que hay que sumar ahora La jaula de oro (2013) del director y guionista de origen español Diego Quemada-Diez, quien fuera asistente de cámara del director inglés Ken Loach.

La jaula de oro compitió en Cannes el año anterior en la sección competitiva “Una cierta mirada” y ahí obtuvo el premio “Un cierto talento” al trabajo coral de sus actores. El tema de la inmigración ilegal desde Centroamérica hacia Estados Unidos ya se ha constituido en un género dramático en sí mismo, en el que parece difícil innovar. Quemada-Diez se ha arriesgado a volver sobre este tema, pero por fortuna ha sabido encontrar un enfoque diferente, uno donde se nota un exigente trabajo de documentación y de preparación de actores naturales para lograr –paradójicamente- esa naturalidad que son capaces de expresar con sus rostros y sus cuerpos, y esa aparente improvisación de las escenas, que adquieren así un valioso tinte documental.

Juan, Sara y Samuel están saliendo de la adolescencia, pero ya han decidido que no quieren quedarse en su empobrecido pueblo guatemalteco. No nos cuentan del plan que han urdido, solo los vemos salir con decisión rumbo al norte sin saber lo que van a encontrar. Apelan a la suerte y el valor que les da su juventud. Algo nos dice que el sueño que tienen de ver la nieve no será nada sencillo.

Esa sensación de zozobra y de angustia permanente que genera en el espectador es la constante –y una de las tantas virtudes- de este sólido filme de carretera, lleno de desventuras, dolores y vejaciones. Uno de los tres muchachos deja prematuramente el grupo al que ahora se une Chauk, un joven indígena chiapaneco que ni siquiera habla español. La solidaridad es lo único que tienen en común entre todos y a ese lazo se aferran para enfrentar lo que tenga que llegar.

A diferencia de otros largometrajes más obvios y predecibles, La jaula de oro está construida con el estoicismo de aquellos que han asumido ese inenarrable viaje ilegal y que saben que no pueden volver la vista atrás a llorar sus muertos.

Publicado en la columna “Séptimo arte” del periódico El Tiempo (Bogotá, 08/06/14). Pág. 8 (sección Debes Hacer).
©Casa Editorial El Tiempo, 2014

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