La luz que no se extingue: Splendor, de Ettore Scola

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Veamos que ocurrió: Cinema Paradiso (Nuovo Cinema Paradiso) se estrenó en el Festival de Bari el 29 de septiembre de 1988 y en toda Italia el 17 de noviembre. En mayo del siguiente año compitió por la Palma de oro en Cannes y obtuvo el Gran Premio del Jurado. El 26 de marzo de 1990 ganó el Premio Oscar como mejor película extranjera.

El Splendor de Ettore Scola llegó a las pantallas italianas el 16 de febrero de 1989 y compitió junto a Cinema Paradiso en Cannes. Pero había llegado tarde y siempre se le subvaloró frente al filme de Giuseppe Tornatore, como si Scola hubiera copiado la idea de homenajear la nostalgia cinéfila. Fue un asunto de casualidades y de oportunidad: las dos películas llegaron casi a la vez, pero la de Tornatore tuvo mayor resonancia y éxito. Además el haber tenido a un niño como protagonista la hizo irresistible para el público.

Splendor (1989)

Splendor (1989)

Splendor contaba con Marcello Mastroianni, Massimo Troisi y la francesa Marina Vlady –que ya había actuado junto a Mastroianni en Penne nere (1952) y Giorni d’amore (1954)- un trío que no funcionaba tan bien como el de Salvatore Cascio y Philippe Noiret en Cinema Paradiso a la hora de conmover y sacar lágrimas del público, pero que para los efectos de la seria evocación cinéfila de Scola era perfecto. Sobre todo porque el propósito de Splendor era ser más riguroso en la descripción del surgimiento, apogeo y crisis del gusto por el cine en el espectador italiano, como reflejo de la situación en el resto del planeta.

Mastroianni es Jordan, el dueño de la sala de cine Splendor, en un pequeño poblado italiano (el filme fue rodado en Arpino, en la provincia de Frosinone, en el Lazio) que a finales de los años ochenta se ve obligado a vender su teatro, que va ser convertido en un gran almacén. Ya nadie va a cine: la televisión y las cintas de video se convirtieron en el refugio del público, que tampoco encuentra en la cartelera títulos atractivos que ver. La película será entonces un largo flashback que nos irá contando de la gestación de la cinefilia entre la población, inoculada por el padre de Jordan cuando con su hijo –aun un niño- hacían funciones ambulantes exhibiendo Metropolis (1927), que no es exactamente una película divertida y sencilla, pero que embrujaba a los asistentes gracias al milagro de esa luz que se convertía en imágenes al chocar con un telón, por improvisado que este fuera.

Splendor (1989)

Splendor (1989)

Splendor va del blanco y negro al color, siguiendo un patrón de pretérito-presente que a veces es caprichoso. Donde sí hay rigor es en la presentación de los filmes que Scola escogió para contrastar esa época de gloria del cine con la que se vivía en el momento del cierre del teatro: veremos clips y/o afiches de Escipión, el africano (Scipione l’africano, 1937) de Carmine Gallone; Fresas salvajes (Smultronstället, 1957) de Bergman; La gran guerra (La grande guerra, 1959) de Monicelli; Il sorpasso (1962) de Risi –con guion de Scola; Con los puños en los bolsillos (I pugni in tasca, 1965) de Marco Bellocchio; Playtime (1967), de Tati; Z (1969), de Costa-Gavras; Amarcord (1973), de Fellini; La noche americana (La nuit américaine, 1973) de Truffaut o El árbol de los zuecos (L’albero degli zoccoli, 1978) de Olmi. Ademas seremos testigos del júbilo cuando los asistentes al teatro se enteran por la radio que La dolce vita ha ganado la Palma de Oro en Cannes y que simultáneamente L’avventura de Michelangelo Antonioni obtenía el Premio del Jurado en el mismo certamen. Junto a los filmes también veremos los cambios del público, no solo en número, sino en costumbres y actitud frente a las películas que observan.

Si hay algo que -en lo personal- perjudica a Splendor es la presencia de Massimo Troisi (Scola no pensaba lo mismo, recurriría a él en otros dos filmes), un payaso ingenuo de actitud torpe que repite citas de filmes sin aportar credibilidad a un rol construido como contrapunto cómico a la gravedad de Jordan y a la pasividad del papel de Marina Vlady, interés romántico de ambos hombres. Que yo no pueda con Troisi no quiere decir que no recomiende sinceramente este filme, un homenaje –un brindis, mejor- lleno de maravillas y sensibles detalles de un director agradecido con el medio que lo hizo enteramente feliz.

Publicado en el cuadernillo digital para suscriptores de la revista Kinetoscopio (Medellín, 2016-I).
©Centro Colombo Americano de Medellín, 2016

©Todos los textos de www.tiempodecine.co son de la autoría de Juan Carlos González A.

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