Los muertos que vos matáis…: Todos tus muertos, de Carlos Moreno

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El absurdo rodea a Todos tus muertos (2011) por los cuatro costados. Pero no estoy con esta afirmación haciendo una valoración negativa del filme: la situación extrema y límite que le sirve como justificación -el hallazgo, en día de elecciones, de una pila de cadáveres abandonados en el maizal de un campesino vallecaucano- es el disparador de una comedia tan ácida como inteligente, que no pretende reflejar la realidad sino más bien distorsionarla, estilizarla y abstraerla para desnudar el ridículo de algunas situaciones que parece que solo se dieran en un país como este.

El director caleño Carlos Moreno concentra y resume en un único relato los equivocos, la doble moral, la corrupción, la injusticia, los intereses particulares de los poderosos, el terror de las matanzas colectivas, la subyugación del campesino y la particular idiosincrasia pueblerina. Semejante agenda tenía que pasar por el filtro de la satira y hasta del esperpento para poder digerirse con mayor facilidad y para que no se convirtiera en un panfleto político obvio. En el mismo sentido va la teatralidad manifiesta de la puesta en escena, que tiene a los personajes en una misma unidad espacial (el maizal con los cadáveres, ninguno de los cuales tiene signos externos de violencia), padeciendo cada uno de los protagonistas sus propios dolores y conflictos internos, sin saber realmente que hacer. Las llamadas de sus teléfonos moviles son los que los ponen en contacto con un mundo exterior del que temporalmente se han alejado. Las dudas del alcalde y el teniente de policia (ambos con compromisos con el gamonal del pueblo, a quien deben obediencia y reverencia) y el miedo de Salvador (un excelente Álvaro Rodríguez) y su valerosa familia paralizan a todos, incluyendo a la narración, que por momentos parece naufragar en medio de su exigente estatismo y sus ganas de que la lección nos quede clara. Quizá sea ese subrayado sea algo que juegue en contra del filme, que durante muchos minutos tiene al espectador preguntándose si los guionistas sabrán que va a pasar.

Copiando la festiva sinrazón que Hitchcock nos mostró en El tercer tiro (The Trouble with Harry, 1955), pero tiñéndola de color local y un rictus de amargura que va contagiándola, Todos tus muertos pasa rápido de la comedia costumbrista a la tragedia que nos llena de espanto. Por fortuna Carlos Moreno nos recuerda en la logradísima última y extradiegética escena de esta película que lo suyo era una alegoría, que los protagonistas son actores, que los muertos gozan de buena salud. Ojalá de la pesadilla violenta que vivimos también despertaramos un día y descubrieramos que todo, al fin de cuentas, fue solo un mal sueño en una noche agitada y febril.

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