Castidad garantizada: Mustang: belleza salvaje, de Deniz Gamze Erguven

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Había una vez cinco hermosas doncellas que habían perdido a sus padres y estaban a cargo de su abuela desalmada y su tiránico tío. Para preservarlas puras las encerraron en un castillo al que llenaron de rejas, cerraduras y un cerco de espino, y así evitar que algún hombre se fijara en ellas. Les daban clases para hacerlas hacendosas y buenas esposas, las vestían con ropa simple y esperaban que llegara a pedir su mano el mejor postor, así las jóvenes no estuvieran interesadas en él. Ellas por la noche rezaban para que un hada madrina llegara a rescatarlas de esa prisión y ese destino que no habían escogido.

Esta fábula es el núcleo –no literal, obviamente- de Mustang: belleza salvaje (Mustang, 2015), la opera prima de la directora turca Deniz Gamze Erguven, que se estrenó en “la quincena de los realizadores” en Cannes, obteniendo ahí la distinción Europa Cinemas Cannes, y que ganó el pasado diciembre el Premio Europeo de Cine como European Discovery 2015 – Prix FIPRESCI. Tan auspicioso debut habla de las cualidades de un filme que se apoya en el contraste entre las costumbres culturales, sociales y religiosas entre oriente y occidente para impactar al público de este lado del mundo que básicamente desconoce las circunstancias particulares de los países orientales, en este caso de Turquía.

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Mustang (2015) , de Deniz Gamze Erguven

Mustang nos cuenta de cinco hermanas en rangos de edades que están entre la pubescencia y el fin de la adolescencia. Son hermosas, naturalmente sensuales, alegres y desinhibidas. La directora lo sabe y nos deja disfrutar la alegría de vivir de Lale, Nur, Ece, Selma y Sonnay, que incluso lucen muy occidentales, muy de este planeta globalizado de hoy. Hay en su camaradería fraterna algo que recuerda a Sofia Coppola y sus Vírgenes suicidas (The Virgin Suicides, 1999) pero hasta ahí llega la comparación porque el filme de Erguven va a encerrar y aislar nuestras muchachas, víctimas de la ortodoxia de su abuela y su tío, que van a hacer lo que tengan que hacer para asegurar su castidad y así poderlas entregar en matrimonio, en una unión por conveniencia, no por amor. Es claro que la integridad del himen es obligatoria.

La perspectiva del filme es la de Lale (Gunes Nezihe Sensoy), la menor de todas, y por ende la que menos riesgo actual tiene de que la desposen a la fuerza. Ella y sus hermanas resistirán hasta donde sus fuerzas alcancen. Mustang es la lucha, la resistencia activa y pasiva que ofrecen frente al absurdo de su prisión en su propia casa. No hay resignación ni obediencia posibles: las cinco hermanas no pueden creer lo que les está ocurriendo, como si vivieran una pesadilla colectiva de la que es imposible despertar. En su encierro escuchan las palabras del ex primer ministro delegado Bülent Arınç, cofundador del partido islamista Justicia y Desarrollo (AKP), mientras afirmaba que “las mujeres no deberían reírse en público”, echando de menos “esas jóvenes decentes que se sonrojaban y bajaban la mirada cuando los hombres las miraban”. Entienden entonces que no hay tal pesadilla, que esa es la terrible y retrograda realidad del país en el que nacieron.

Mustang (2015) , de Deniz Gamze Erguven

Mustang (2015) , de Deniz Gamze Erguven

Puesto que no hay hadas madrinas en este relato, cada una intenta por su cuenta una salida final, siendo las menores las que más se resisten, las que más van a hacer frente al absurdo. Es posible que los planes de escape de Lale y Nur solo funcionen en una película, pero ejemplifican la lucha por unas condiciones donde la mujer sea la dueña de sus decisiones. La directora Deniz Gamze Erguven ha vivido desde hace mucho en Francia y pudo evitar una desdicha como la de sus protagonistas, pero Mustang es su forma de denunciar lo que sus compatriotas padecen. Escogió el arte y no la política. Se antoja natural que su mensaje vaya a llegar más lejos: Mustang tiene el brío necesario.

©Todos los textos de www.tiempodecine.co son de la autoría de Juan Carlos González A.

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