No todos los premios se llaman Óscar

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La estatuilla que se entrega a los ganadores de los premios BAFTA

Juan Carlos González A.

Publicado en el suplemento “Generación” del periódico El Colombiano (Medellín, 08/02/15), págs. 4-6 
©El Colombiano, 2015 

Hoy se celebra la 68ava versión de los premios de la Academia Británica de las Artes Cinematográficas y de la Televisión (BAFTA), una entidad que, por su relevancia, vale la pena conocer de cerca. 
Todo comenzó en la postguerra, exactamente el 16 de abril de 1947 en el Hotel Hyde Park en Londres, a donde fueron convocados a una cena algunas de las personalidades más notables de la industria del cine británico. El anfitrión tenía todos los pergaminos para que su invitación fuera atendida. Se trataba de Michael Balcon, uno de los productores ingleses más poderosos de la historia, creador de la Gainsborough Pictures, impulsor de la carrera de Hitchcock como director, y cabeza de los famosos estudios Ealing. 
El propósito de Balcon en esa velada era promover la creación de una Academia nacional de cine que hiciera valer los intereses de la industria fílmica británica y darle la promoción que ameritaba. Tras otras reuniones posteriores se estableció un Consejo administrativo integrado, entre otros, por nombres tan representativos como Balcon, Alexander Korda, Michael Powell, Laurence Olivier, Carol Reed y David Lean, que fue comisionado para hacer un borrador de sus normas constitutivas, abordar asuntos financieros y nombrar al primer presidente. Como tal fue elegido el director David Lean y conformada la British Film Academy (BFA) con el propósito fundamental de dar reconocimiento a todos los que contribuían, con su trabajo creativo, al desarrollo del cine británico.

Michael Balcon, tercero de izquierda a derecha

David Lean expresaba en su momento que “instituciones del estatus que esperamos que la Academia Británica de la Cinematografía alcance no se forman y se desarrollan –y no deberían serlo- súbitamente. Estas se construyen. La medida de su éxito final está determinada en gran medida por la atención y la imaginación dedicada a su construcción. La Academia solo puede tener éxito en sus propósitos si cada uno de nosotros hace una contribución personal de ideas, de crítica y, en caso de ser necesario, de trabajo duro”. 
La primera ceremonia de premios se llevó a cabo el domingo 29 de mayo de 1949 para celebrar los mejores largometrajes de los dos años previos. Como mejor película británica de 1947 se premió a Odd Man Out y de 1948 a The Fallen Idol, ambas dirigidas por el maestro Carol Reed. Como mejor filme de cualquier origen (británico o no) el ganador por 1947 fue Los mejores años de nuestra vida (The Best Years of Our Lives) de William Wyler y de 1948 se seleccionó a Hamlet, de Laurence Olivier. Ya para esos momentos el presidente de la Academia era Michael Balcon. A finales de los años cincuenta la BFA se fusiona con el Guild of Television Producers and Directors para crear la Society of Film and Television Arts, que en 1976 pasó a llamarse ahora sí definitivamente British Academy of Film and Television Arts (BAFTA), constituida hoy por alrededor de 6500 profesionales de la industria audiovisual británica y presidida actualmente por la productora de televisión Anne Morrison, la segunda mujer en la historia en ocupar ese cargo.

Anne Morrison (centro) actual presidenta de la BAFTA

La ceremonia del día de hoy –organizada por la Academia de cine- es solo una de las cinco que anualmente la BAFTA realiza. En marzo se otorgan los premios a los video juegos, en abril a los de los oficios de la televisión (dirección, guión, fotografía, montaje, maquillaje, vestuario, etc); en mayo se entregan los concedidos por la Academia de televisión (dramas, miniseries, telenovelas, comedias, eventos en vivo, cobertura de noticias, actuación). En noviembre del año pasado se concedieron los galardones a lo mejor del cine y la televisión infantiles. 
Hoy se entregarán galardones en 24 categorías relacionadas con la industria cinematográfica. Son similares a las de la Academia de Hollywood pero con algunas particularidades. Se entrega un premio al “debut británico sobresaliente en dirección, producción o guión”, a la “película británica sobresaliente” (categoría que hasta el 2009 era conocido como premio Alexander Korda) y desde el 2006 se destaca a la “estrella en ascenso”.

El gran hotel Budapest, Birdman, El código enigma, Boyhood 

Si miramos la categoría de mejor película (de cualquier origen) veremos allí nominadas cinco cintas que también están en batalla por el Óscar: Birdman, de Alejandro González Iñárritu; Boyhood, de Richard Linklater, El gran hotel Budapest (The Grand Budapest Hotel) de Wes Anderson, El código enigma (The Imitation Game) del noruego Morten Tyldum y La teoría del todo (The Theory of Everything) de James Marsh. Cuatro de estos mismos realizadores compiten por el premio al mejor director. Solo Tyldum no aparece seleccionado, reemplazado por Damien Chazelle, director de Whiplash
En el campo actoral observaremos -antes del Óscar- como se resuelve el pulso entre Eddie Redmayne por La teoría del todo y Michael Keaton por Birdman. Los acompañan en la disputa Benedict Cumberbatch, Ralph Fiennes y Jake Gyllenhaal, este último por su espeluznante rol en Primicia mortal (Nightcrawler). Respecto a las actrices tampoco hay sorpresas: Julianne Moore parte como favorita por Still Alice, seguida en los pronósticos por Felicity Jones (La teoría del todo) y Rosamund Pike por Perdida (Gone Girl). Reese Witherspoon (Wild) y Amy Adams (Big Eyes) también están en competencia.

Para no sentir que estamos ante un clon de los premios Óscar –y eso habla a gritos de un malsano unanimismo provocado por el lobby de Hollywood– mejor dediquémonos a estudiar en detalle la categoría a mejor película británica. Allí encontraremos seis títulos: dos biopics (La teoría del todo y El código enigma), una cinta familiar (Paddington, de Paul King), una comedia (Pride, de Matthew Warchus), una mezcla de ciencia ficción y terror (Under the Skin, de Jonathan Glazer) y un drama situado en Irlanda del norte (’71, de Yann Demange). 
Si bien ambos filmes biográficos están construidos sin tacha, se trata de propuestas comerciales que aspiran a conquistar una audiencia internacional amplia apoyados en la calidad de sus actores (Redmayne y Cumberbatch) antes que en asumir cualquier riesgo artístico que les reste taquilla. Respecto a las comedias, Paddington pasó por nuestra cartelera decembrina sin causar mayor sobresalto, quizá porque los libros infantiles sobre este oso –que son un éxito en Inglaterra hace más de 50 años- no son muy populares entre nosotros. La divertida Pride, basada en hechos reales, describe la improbable unión entre un grupo de homosexuales y lesbianas londinenses y unos mineros en huelga en un pueblo de Gales. Ambientada en 1984, el largometraje muestra, con desenfadado idealismo, muchos de los prejuicios que pesaban entonces sobre la comunidad LGBT. No es una película transgresora, pese a lo que podría pensarse.
Under the Skin (2014), de Jonathan Glazer
Las dos cintas restantes son las más arriesgadas de este grupo. Under the Skin es un proyecto indefinible que ha dividido opiniones sin dar pie a zonas grises: se disfruta o se odia. Es la historia de un extraterrestre que se apropia de la piel de una mujer (Scarlett Johansson, nada menos) para dedicarse, con sus encantos físicos, a “cazar” humanos. El director Jonathan Glazer utilizó a personas del común que ignoraban que se estaba filmando una película y son ellas a las que Scarlett aborda mientras conduce una van. Sus diálogos casuales son los que aparecen en el filme. Pese a su epidermis, el extraterrestre no sabe qué es ser una mujer ni a que peligros se expone, ni qué son los sabores o el placer, ni sabe reconocer la belleza o distinguirla de la fealdad. Su choque con la naturaleza humana será fuerte. Como fuerte es el impacto que esta narración inquietante y oscura nos deja. 
En el otro espectro dramático –en el del realismo- ’71 sorprende por su vértigo y su crudeza. El año es 1971, el lugar es Belfast, la época es incendiaria. Hay un violento conflicto civil (“the troubles”) entre los unionistas y los republicanos; en medio de ambos está el ejército británico tratando de ayudar a la policía de Irlanda del Norte. Esta es la historia de Gary Hook, un joven militar británico que en medio de una operación policial queda aterradoramente solo entre los dos bandos irlandeses y los militares británicos encubiertos. La sensación de inmediatez, de estar ante un relato documental, es muy vigorosa. Sentimos la desorientación, el miedo y la desconfianza de este soldado en la larga noche en la que lo acompañamos. En este, su primer largometraje, el director Yann Demange muestra un control absoluto de la puesta en escena, con unas secuencias de acción dignas de alguien tan experimentado como Paul Greengrass. Tanto Demange como el guionista de ’71, Gregory Burke, están candidatizados al premio BAFTA al debut británico sobresaliente. 
Algunos nombres y algunas películas pasarán hoy a ser parte de la historia del cine británico. Una historia que es prudente mantener desmarcada de Hollywood para que dejemos de pensar en que el BAFTA es el Óscar británico y lo valoremos en toda su dignidad y riqueza.

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