Una lucha de voluntades obstinadas: This Sporting Life, de Lindsay Anderson

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Frank Machin, el protagonista de This Sporting Life (1963), es un minero que se sabe dueño de grandes habilidades como jugador de rugby, y en esas capacidades deportivas tiene puesta su esperanza para salir del arroyo. Y lo logra. Sin embargo Frank (un explosivo Richard Harris) es un rebelde autodestructivo y machista, el tipo de hombre que no acepta ninguna restricción o imposición. Poco sabemos de la vida previa de Frank, pero en el presente que se nos relata, se aloja en casa de la Sra. Margaret Hammond, una joven viuda, cuyo esposo sufrió un accidente fatal y la dejó con dos hijos pequeños. Entre Frank y ella hay una enorme tensión que va de la apatía al deseo, y lo que él siente por ella –y por lo que ella representa en términos de bondad y amor- es quizá su único talón de Aquiles.

La narración, que contiene dos largos flashbacks contados desde la perspectiva de Frank, nos cuenta de su ascenso deportivo y de su frustración frente a la fría determinación de la Sra. Hammond (interpretada por Rachel Roberts), cuyos sentimientos no va a poder comprar. Frank es torpe, burdo y capaz de aplastar aquello que no puede poseer. Pese a eso es dueño de un alto concepto de sí mismo y de la buena vida que cree merecer, y por eso representa y ejemplifica la inconformidad de la juventud inglesa de finales de los años cincuenta y principios de los sesenta, que no querían conformarse con lo que sus padres y abuelos tenían y hacían, y aspiraban a una existencia mejor, con condiciones laborales más justas, con mayores libertades sexuales, con mejor disfrute del tiempo libre.

Richard Harris y el director Lindsay Anderson durante el rodaje de This Sporting Life (1963)

Richard Harris y el director Lindsay Anderson durante el rodaje de This Sporting Life (1963)

Por eso This Sporting Life –traducida en Latinoamérica como El llanto de un ídolo y en España como El ingenuo salvaje– alcanzó en 1963 una resonancia que hoy quizá no comprendamos, pero que en su momento fue grande como obra fundamental y final de la “nueva ola” británica. Esta película de Lindsay Anderson, que debutaba como director de largometrajes, está basada en la novela homónima que David Storey –autor también del guion- escribiera en 1960. Storey, trabajó como minero y jugador de rugby, y antes de dedicarse a la literatura pasó por la escuela de artes. En la novela This Sporting Life hace una crítica social protagonizada por Frank Machin, un anti héroe que parece insensible frente a las necesidades de los demás: sus ansias de triunfar le impiden ver a los otros más que como instrumentos útiles a sus propósitos. Lo que siente por la Sra. Hammond lo confunde y lo preocupa: verse débil no está en sus planes.

Richard Harris enThis Sporting Life (1963)

Richard Harris enThis Sporting Life (1963)

Frank Machin, tiene muchas similitudes con otros personajes encontrados en las obras de los novelistas John Braine y Stan Barstow. Es un hombre con una filosofía simple de la vida: aplicar la ley del más fuerte y no permitir que nadie se sienta más que él en su camino hacia la cima. La franqueza del texto sorprendió a los lectores y le dio a la novela una enorme popularidad, acrecentada por la versión fílmica dirigida por Anderson –y en la que el actor Richard Harris tuvo muchos aportes en la concepción del guion- que es una crónica seca en su crudo realismo, ese kitchen sink realism que se impuso en las artes pictóricas, escénicas, literarias (los famosos angry young men) y cinematográficas promediando los años cincuenta en Inglaterra.

“Supongo que esta película es en principio un estudio del temperamento. Es un filme acerca de un hombre. Un hombre de extraordinario poder y agresividad, tanto temperamental como física, pero al mismo tiempo con una gran sensibilidad innata y una necesidad de amor de la que al principio él apenas si se da cuenta”, explicaba Anderson en el libro Never apologise, publicado en el 2004, y que recoge todos sus escritos. Sin duda la película extrae su mayor vigor de la lucha de fuerzas y voluntades de los dos protagonistas, un hombre soberbio y una mujer reprimida, que no quieren dar su brazo a torcer frente a lo que sienten. Viéndolos interactuar se experimenta un bochorno parecido al que genera presenciar un acto que se supone privado: tal es tamaño de sus convicciones y pulsiones. Con justicia, tanto Richard Harris como Rachel Roberts, fueron nominados al premio Oscar por su interpretación. Harris ganaría el premio al mejor actor en el Festival de Cannes y ella obtendría el galardón de la Academia Británica de Cine (BAFTA). La película entraría en la historia del cine británico.

Richard Harris como Fank Machin en This Sporting Life (1963)

Richard Harris como Fank Machin en This Sporting Life (1963)

La nueva ola inglesa

“Free cinema” fue el término que se acuñó para describir la obra de un grupo de jóvenes realizadores que presentaron un conjunto de cortometrajes documentales en el National Film Theatre londinense, entre mediados y finales de los años cincuenta. En el primer programa – el 5 febrero de 1956- se lee un manifiesto que es toda una declaración de principios y de intenciones: “estas películas no fueron hechas juntas, ni con la idea de mostrarlas juntas. Pero cuando se juntaron sentimos que tenían una actitud en común. Implícita en esta actitud hay una creencia en la libertad, en la importancia de la gente y en el significado del día a día. Como cineastas creemos que ninguna película puede ser demasiado personal. La imagen habla. El sonido amplifica y comenta. El tamaño es irrelevante. La perfección no es un propósito. Una actitud significa un estilo. Un estilo significa una actitud”. Firman el texto Lorenza Mazzetti, Lindsay Anderson, Karel Reisz y Tony Richardson, quienes se convertirían en los principales representantes de un movimiento rápidamente popular que presentaría otros cinco programas de filmes en los siguientes tres años, hasta marzo de 1959, incluyendo obras de directores foráneos como Lionel Rogosin, Robert Vas, Roman Polanski, Claude Chabrol y François Truffaut.

La verdad es que inicialmente Anderson, Mazzetti, Reisz y Richardson lo que buscaban era un espacio común para mostrar sus películas y se les ocurrió armar un programa unificado y exhibirlo en el National Film Theatre, donde Reisz llevaba tres años como programador. Anderson fue quien tuvo la idea del término “free cinema”, refiriéndose a la libertad que representaba no estar presionados por la taquilla, poder hacer su cine por fuera del marco de la industria fílmica, trabajar con condiciones mínimas de producción (en 16mm, en blanco y negro, con personal técnico aficionado y sin sueldo), irse a las calles a filmar cámara en mano, y abordar temas sociales que pocos directores tradicionales parecían estar interesados en asumir. Esa crítica al cine inglés establecido se reflejó en su obra y en sus textos. En el manifiesto del tercer programa de películas (Free Cinema 3: Look at Britain) afirman que “el cine británico está aún obstinadamente atado a la clase social; aún rechaza el estimulo de la vida contemporánea, tanto como la responsabilidad de criticar; aún refleja un cultura inglesa metropolitana y sureña que excluye la rica diversidad de la tradición y de la personalidad británicas”.

THIS SPORTING LIFE 5

El movimiento dio entrenamiento y experiencia a los directores de la inmediata “nueva ola” británica. Esos mismos documentalistas se convirtieron –ahora desde el cine argumental- en los estandartes del realismo social cinematográfico inglés, que dio voz a las clases obreras y que subrayó los conflictos sociales de una nueva generación que no quería seguir los pasos predecibles y cansados de sus padres. La influencia de los escritores contemporáneos -los angry young men– en esas películas fue enorme: Tony Richardson adaptaría al dramaturgo John Osborne para hacer Look Back in Anger (1959); Jack Clayton realizaría Room at the Top (1959) a partir de la novela de John Braine; Karel Reisz haría Saturday Night and Sunday Morning (1960) llevando a las pantallas la novela homónima de Alan Sillitoe; Richardson seguiría con adaptaciones teatrales -esta vez de Shelagh Delaney- para hacer A Taste of Honey (1961); después realizaría The Loneliness of the Long Distance Runner (1962), con guión de Allan Sillitoe. John Schlesinger dirigió A Kind of Loving (1962) a partir de una novela de Stan Barstow, mientras en The L-Shaped Room (1962) el director Bryan Forbes tomó como origen la obra de Lynne Reid Banks.

A Taste of Honey (1961)

A Taste of Honey (1961)

This Sporting Life fue probablemente la última obra que expresó con pureza tales ideas de renovación. El público se fue cansando de estos dramas de lucha y escalamiento social y optó por películas más optimistas y ligeras. Que James Bond diera inicio a sus aventuras en el cine apenas unos meses antes del estreno de This Sporting Life no fue casual, ejemplificaba las aspiraciones –satisfechas a plenitud por la taquilla- del cine comercial. Al año siguiente Richard Lester llevó a los Beatles a las pantallas en A Hard´s Day Night, iniciando un delirio colectivo. Además los realizadores de la “nueva ola” se vieron cada uno con el suficiente vuelo para emprender carreras independientes, lejos de los postulados originales de este cine.

Pero el realismo social nunca se alejó del todo del cine británico. La obra de autores ahora consagrados como Ken Loach, Mike Leigh y Stephen Frears se une en ese propósito a la de nuevos realizadores como Andrea Arnold, David Mackenzie o el sorprendente Shane Meadows. Han pasado más de cinco décadas, por fortuna la tradición se mantiene.

Publicado en el suplemento “Generación”, del periódico El Colombiano (Medellín, 20/01/13). Págs. 18-19
©El Colombiano, 2013

©Todos los textos de www.tiempodecine.co son de la autoría de Juan Carlos González A.

THIS SPORTING LIFE poster

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