Una noche, Nick Ray soñó con un western: Johnny Guitar, de Nicholas Ray

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“Hubo teatro (Griffith), poesía (Murnau), pintura (Rossellini), baile (Eisenstein), música (Renoir). De ahí en adelante hay cine. Y el cine es Nicholas Ray. “
– Jean-Luc Godard

Y si, la textura de la película es esa, la de un sueño. La de un western onírico, si es que ese género existe. Creo que no. Quizá entonces se trate de un western poético, extraña combinación, no tan fácil de descubrir y aún más difícil de describir. “Un western realmente original” (1) lo llamó Scorsese, y cómo discutirle al maestro. Jean Wagner la tildó de “La película más bonita del mundo gracias a sus imperfecciones” (2), por si faltaba otro epíteto. Johnny Guitar (1954) es todo esto, pero antes que nada es la obra de un autor personalísimo y original. La hizo Nicholas Ray. Pero primero la soñó, de eso no hay duda.

¿Era posible reinventar el western? ¿Era factible hacer algo distinto, sin traicionar las características del género más antiguo del cine? Ray lo consiguió sublimando y estilizando los elementos constitutivos de la narración y de la puesta en escena, hasta el punto de que estamos en presencia de un western en apariencia típico pero que, en el fondo, tenemos la convicción de que es absolutamente distinto a cualquier otro que hayamos visto antes.

Johnny Guitar (1954)

Simbólica, la película empieza con una explosión: es dinamita que pretende hacer polvo una montaña para dar vía al modernismo representado en una futura vía férrea. Así mismo el propio filme fue el explosivo –en amalgama con Rancho Notorious (1951)- que hizo detonar el western clásico y repensarlo para dar paso a obras más modernas y arriesgadas, donde el drama humano primara sobre la violenta acción externa que, entre duelos a pleno sol y ataques de indios, ya parecía al borde del agotamiento, sin mencionar las banales aventuras dirigidas al público juvenil protagonizadas por Hopalong Cassidy y Roy Rogers, que también acusaban cansancio. “La película es uno de esos cruciales filmes transicionales que muestran a un género convirtiéndose en algo más” (3), escribe John Duncan.

Lo primero que hizo Ray fue despojarnos de certezas: Johnny (Sterling Hayden), el solitario vaquero a caballo, llega en medio de una ventisca a un enorme Saloon digno de un pueblo prospero. El problema: no hay pueblo. El edificio se yergue allí, solo, en medio de la nada. Y al entrar la sorpresa se hace aún mayor. No hay ni un cliente, sólo los crupiers listos a repartir cartas y a hacer girar la ruleta, y el barman presto a recibir un pedido. Como si siempre hubieran estado ahí esperando únicamente a que él entrara para cobrar vida, para justificar su existencia. Surreal, como anticipándose un lustro a La dimensión desconocida (The Twilight Zone), la escena no acaba allí. El sitio es extraño, aparentemente excavado en las rocas de una mina. Pareciera haber sido encontrado antes que construido. Y lo construyó (o lo encontró) una mujer, Vienna (Joan Crawford), única dueña digna de un Saloon en toda la extensión del misógino far west.

Johnny Guitar (1954)

Vienna y Johnny tienen un pasado común y esta es la historia de su reencuentro, tras cinco años de lejanía. Johnny vuelve con un violento pretérito a cuestas tratando pese a ello (o debido a ello) de encontrar redención –un motivo muy usual de la filmografía de Nicholas Ray- en el rostro de Vienna. Sí, porque en el fondo Johnny Guitar no es otra cosa que una historia de amor. Barroca, melodramática, cursi, todos los adjetivos caben. Estos amantes al principio se repelen y hasta se ignoran, pero saben que –como polos opuestos- pronto estarán en los brazos del otro para recomenzar su vida juntos (el mito dice que Joan Crawford y Nicholas Ray tuvieron un romance previo y que este filme era su reencuentro tras tres años de distanciamiento). A Vienna y a Johnny se debe uno de los diálogos más memorables, citados y copiados de la historia del celuloide, que empieza cuando él le pregunta:

– ¿A cuantos hombres has olvidado?
– A tantos como mujeres recuerdas.
– No te vayas
– No me he movido.
– Dime algo agradable.
– Claro. ¿Qué quieres que te diga?
– Miénteme. Dime que me has esperado todos estos años. Dímelo.
– Te he esperado todos estos años.
– Dime que habrías muerto si yo no hubiese vuelto.
– Habría muerto si tú no hubieses vuelto.
– Dime que aún me quieres como yo te quiero.
– Aún te quiero como tú me quieres.
– Gracias. Muchas gracias.

Pero aún en el metraje estamos lejos del –ojalá- final feliz. Como en todo drama trágico que se respete, a esta pareja la esperan duras pruebas que pretenden alejarlos. Han de superar, ante todo, la envidia y la intolerancia de un terrateniente y de una mujer del pueblo cercano, convencida que su hermano fue asesinado por un grupo de bandidos liderado por el Dancing Kid (los nombres lo dicen todo), amante de turno de Vienna.

Esa mujer, vestida de luto por su hermano, es Emma Small (Mercedes McCambridge), una banquera y fanática que quiere desterrar a Vienna y lo que ella representa. ¿Tiene pruebas? No y no las necesita para creer que la dueña del Saloon es la causa de todos sus problemas: la muerte de su hermano, la indiferencia amorosa del Dancing Kid (Scott Brady) hacia ella, el robo que su banco fue objeto y el peligro que representa el proyecto de pueblo nuevo que Vienna y el ferrocarril impulsan y que traerá a la zona a campesinos y granjeros foráneos, una amenaza que su xenofobia no tolera.

Johnny Guitar (1954)

Emma emprende entonces una auténtica cacería de brujas que busca primero el ostracismo y luego ahorcar a Vienna y al cuarteto del Dancing Kid. La metáfora macartista no sólo es obvia, sino además sencilla de explicar. Nicholas Ray no era indiferente al impacto que las acciones del Comité de Actividades Anti norteamericanas del Congreso habían tenido sobre el cine. Recordemos que su película In a Lonely Place –protagonizada por Humphrey Bogart, activista declarado pro libertades civiles- fue estrenada en mayo de 1950, cuando ya habían sido juzgados “los diez de Hollywood” y faltaba un año para que el Comité retomara sus ataques sobre la industria del cine, iniciados en 1947. Incluso el propio Ray brindó en 1952 un testimonio privado ante el Senado del que hay pocas referencias, pero aparentemente acusó a su primera esposa de haberlo involucrado en prácticas comunistas (¡!). Alegórica, In a Lonely Place trata sobre un guionista, Dixon Steele, falsamente acusado de un crimen. Incluso uno de los actores del filme, el comunista Art Smith, fue puesto posteriormente en la “lista negra” al ser delatado por Elia Kazan (uno de los mentores de Nicholas Ray). Ray también colaboró con un escritor de esa lista ignominiosa, Bernard Gordon, en la historia de Circus World (1964), guion firmado -ante las circunstancias- por Philip Yordan, el prolífico guionista quien respaldó como testaferro el trabajo de muchos compañeros caídos en la desgracia de la lista negra, lucrándose con el prestigio derivado de esos trabajos.

Johnny Guitar (1954)

A Yordan se debe el argumento de Johnny Guitar, originalmente una novela de Roy Chanslor, publicada en 1953, y que el autor dedicó a su amiga Joan Crawford. Incluso la película se realizó a pedido (o por órdenes mejor) de la poderosa actriz, quien compró los derechos de autor e hizo que el propio Chanslor realizara la adaptación a la pantalla. Sin embargo, en pleno rodaje el guion no convenció a Crawford –que sentía que el rol otorgado a la actriz Mercedes McCambridge tenía más peso que el suyo y que Ray la favorecía con perjuicio a sus intereses- y ordenó cambios y una reescritura urgente. Entra en ese momento Philip Yordan a ayudar en la elaboración de un argumento distinto. La actriz se quejaba ante el nuevo guionista diciéndole “No tengo un papel. Solo estoy por ahí con las botas puestas y tengo unas escenitas estúpidas. Quiero interpretar al hombre. Quiero un tiroteo al final con Mercedes McCambridge en vez de estar entreteniéndome en una esquina. Dejemos que Sterling [Hayden] sea el que esté en una esquina” (4). Aunque la Crawford se veía como Clark Gable, Yordan se inspiró en el Bogart de Casablanca (1942), tal como nos lo relata Bernard Eisenschitz en su documentado texto sobre Ray: “La película de Curtiz juega un rol nada despreciable en la masculinización de Crawford: la acción que se centra en una canción que es tabú, la devoción de los empleados del salón amenazado y los encuentros nocturnos en el local desierto hacen a Bogart, más que a Gable, el modelo para el personaje de Vienna” (5). La actriz sentía que Ray la había traicionado. Las relaciones entre ambos fueron muy malas a partir de ahí y el realizador siempre recordó este rodaje como un episodio muy amargo, pues los conflictos Crawford –McCambridge continuaban una vez se apagaban las luces del plató.

Johnny Guitar (1954)

Con el guion ocurrió algo extraño: el documentalista y guionista Ben Maddow –que también fue incluido en la lista negra- afirmó que él fue el verdadero autor del argumento de Johnny Guitar y que Yordan sólo fue su testaferro, tal como había ocurrido con otras películas. Yordan insistió hasta su muerte en 2003 que la versión final fue suya. Maddow, fallecido en 1992, al final “se retractó de la reclamación, diciendo que Johnny Guitar no era un trabajo que recordara especialmente y que probablemente no lo escribió” (6). Es probable que un guionista innominado, también en la lista negra, haya colaborado con el guión y por eso Ray no tomó crédito alguno por él.

El o los guionistas –el misterio está irresoluto- trataron de plasmar en esta película la oscura inquisición macartista, con giros que la hicieran invisible, o por lo menos poco atractiva, a la censura: “una impresión del presente filmada a través de los mitos del pasado” (7), como la llamó un crítico norteamericano al momento de su estreno. La idea era destilar todos los fundamentos de actualidad que componían la historia para hacerla tan irreal que no se pensara en ella como una alusión política a lo que se estaba viviendo. Sin embargo Ray le dio una oportunidad, en el papel protagónico masculino, a Sterling Hayden, que arrastraba la culpa de su testimonio en el Comité del senado en 1951. Irónicamente, Ray incluyó en el reparto a Ward Bond en el papel de John McIvers, líder de los ganaderos. Bond era un hombre de tendencias reaccionarias y antiguo presidente de la Motion Picture Alliance for the Preservation of American Ideals. Yordan lo consideraba “uno de los miembros del fascismo en Hollywood” (8).

Johnny Guitar (1954)

El aspecto más notorio de la “irrealidad” que se pretendió alcanzar es la inversión de los roles de género. Aquí las protagonistas son dos mujeres, dominantes y de aspecto masculino, cuya decisión y fuerza hacen que todos las sigan ciegamente, alineados en dos grupos antagónicos. Ray decidió adaptar también la paleta de colores a estas circunstancias: en el western tradicional los hombres se visten de colores neutros y las mujeres de colores brillantes. En Johnny Guitar, Emma y Vienna visten de blanco, negro o gris, mientras son los hombres llevan vestimenta multicolor -Johnny de rosado, Dancing Kid de verde- como señalando que ellos son los objetos del deseo de estas mujeres y causa última de todos los conflictos. El grupo de Emma, que se supone son los representantes de la ley, viste de negro, en atuendos funerarios estrictos. Como un todo visual, la película sorprende por sus colores fuertes y contrastantes. Filmada con un proceso llamado TruColor, Ray eligió los colores brillantes, y su opuesto el claroscuro, para iluminar muchas secuencias. El rojo fuego incendia en la noche absolutamente oscura el Saloon de Vienna; el sol alumbra la cabaña donde Vienna -de amarillo- se enfrentará a Emma -de negro- en el duelo final.

Johnny Guitar (1954)

Primer trabajo de Nicholas Ray luego de dejar los estudios de la RKO y vincularse a la empresa del agente Lew Wasserman, quien iba a representarlo, la película se rodó entre octubre y diciembre de 1953 en Red Rock Country, Sedona, en Arizona, donde Republic Pictures –uno de los estudios pobres de Hollywood- tenía construido un plató para filmes del far west que fue utilizado aquí. En realidad Wasserman en principio le vendió a Republic un “paquete” con sus representados: Ray, Crawford y el novelista Roy Chanslor. La película se estrenó en Nueva York el 26 de mayo de 1954 y en el resto de los Estados Unidos el 23 de agosto con malos comentarios de la prensa local.

Sin embargo, a diferencia de los cientos de westerns contemporáneos a este filme, Johnny Guitar ha sobrevivido incólume a los embates del tiempo. Pasada la etapa macartista, donde la película pudo haber tenido impacto por su actualidad, su discurso amoroso continuara siendo vigente, mientras hayan personas que sufran por amor y que se reflejen en estos personajes sensibles, frágiles -aunque no lo parezcan- y humanos, que sólo quieren otra oportunidad para quererse pese a todo. Nicholas Ray se las dio, cosa que no era muy usual en su cine. A él nuestra gratitud eterna.

Referencias:

1. Martin Scorsese y Michael Henry Wilson, Martin Scorsese – Un recorrido personal por el cine norteamericano, Madrid, Ediciones Akal, 2001, p. 86

2. Jean Wagner, Nicholas Ray, Madrid, Editorial Cátedra, 1994, p. 36

3. John Duncan Talbird, “Johnny Guitar”, Quarterly Review of Film & Video, Florence, Kentucky, vol. 27, núm. 5, 2010, p. 398

4. Patrick McGilligan, Nicholas Ray: The Glorious Failure of an American Director, Nueva York, Harper Collins, 2011, p. 252

5. Bernard Eisenschitz, Nicholas Ray: An American Journey, Minneapolis, University of Minnesota Press, 2011, p. 205

6. P. McGilligan, op cit., p. 247

7. Derek Malcolm, A century of films: Derek Malcolm’s personal best, Londres, Tauris Parke Paperbacks, 2000, p. 3

8. Patrick McGee, From Shane to Kill Bill: rethinking the Western, Oxford, Blackwell Publishing, 2007, p. 70

Publicado originalmente en la Revista Universidad de Antioquia No. 283 (Medellín, enero – marzo, 2006) dentro del artículo “Los otros westerns”
©Editorial Universidad de Antioquia, 2006

©Todos los textos de www.tiempodecine.co son de la autoría de Juan Carlos González A.

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