¿Verdad qué es romántico?: Sabrina, de Billy Wilder

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«Bogart pensaba que yo amaba a la querida, dulce y hermosa Audrey. ¿Y quién no? Audrey Hepburn fue una creación única. Dios la besó en la mejilla».
-Billy Wilder

Si, debido a su estilización, las películas de Wilder parecen cuentos de hadas, hay una de sus películas que es un cuento de hadas: «Había una vez una joven que vivía en una gran mansión en la costa norte de Long Island, a unos cincuenta kilómetros de Nueva York…». ¿O qué otra cosa pensar de un filme que empieza con su protagonista recitando estas palabras? ¿Qué más se puede esperar de una película donde la hija del chofer de una acaudalada familia se convierte en una hermosa y cultivada mujer y conquista el corazón de los dos hijos de los patrones de su padre? La historia de la Cenicienta, trasladada a la Norteamérica de los años cincuenta, iba a mostrar su capacidad de embrujo. Sobre todo si esa cenicienta tenía veintidós años y se llamaba Audrey Hepburn. Bien sea que la actriz le haya insistido a su agente, Lew Wasserman, para que convenciera a la Paramount a comprar los derechos de Sabrina Fair, la obra teatral de Samuel Taylor a punto de estrenarse, o que Wilder haya hecho lo mismo con la compañía productora como un vehículo para la actriz, sin que ella todavía lo supiera, la verdad es que para marzo de 1953, Audrey era ya Sabrina.

Audrey Hepburn en Sabrina (1954), de Billy Wilder

Audrey Hepburn en Sabrina (1954), de Billy Wilder

Sabrina Fair se estrenó en Broadway -con un reparto encabezado por Margaret Sullavan y Joseph Cotten- cuando aún Taylor y Wilder estaban escribiendo el guión para la pantalla. La historia nos cuenta como Sabrina, secretamente enamorada de David, el menor de los hijos de la familia Larrabee, vuelve de París convertida -gracias al mecenazgo de un viejo barón- en una sofisticada mujer de mundo. Ahora David la pretende, pero Linus, su hermano mayor, tiene otros planes para él: casarlo con la acaudalada hija de un industrial y asegurar así la fusión entre ambos emporios. Linus debe entonces alejar a Sabrina, simulando interés en ella. Pero de la simulación al amor hay un paso, como descubre. Wilder quería en la película a Audrey Hepburn y a Cary Grant, y empezó a reescribir los diálogos para que se adaptaran a sus personalidades de la pantalla. Pero Taylor empezó a tener objeciones a las modificaciones propuestas por Wilder (es de anotar que varias fuentes bibliográficas coinciden en afirmar que la obra teatral se estrenó después de realizada la película). Y cuando este decidió realizar grandes cambios y a suprimir fragmentos de la obra, Taylor dejó abruptamente de trabajar en la adaptación a la pantalla.

El cuentista y publicista Ernest Lehman estaba trabajando en la MGM en el guión que se convertiría en Sweet Smell of Success cuando Wilder lanzó un S.O.S. requiriendo sus servicios en la Paramount. La película ya estaba en preproducción y el rodaje se iniciaría a finales de septiembre de 1953. Tenían además un problema que resolver: Cary Grant había decidido no participar en el filme y no sabían bien quien podía reemplazarlo. ¿James Stewart? ¿Gregory Peck? ¿James Mason? ¿el mismo Joseph Cotten, protagonista de la obra teatral? La respuesta les cobró doscientos mil dólares.

Homphrey Bogart y Audrey Hepburn en Sabrina (1954), de Billy Wilder

Homphrey Bogart y Audrey Hepburn en Sabrina (1954), de Billy Wilder

Humphrey Bogart se unió al proyecto durante el preciso momento de su retiro de la Warner, estudio en el que sólo era estrella de nombre. Si se hubiera quedado, Sabrina hubiera sido su octava película consecutiva fuera de ese estudio. Por primera vez en su carrera no tenía un contrato a largo plazo, pero eso ya no le importaba. El agente Phil Gersh vio un borrador del guión y le pareció interesante que Wilder considerara a Bogart, tal como se lo sugirió en un partido de tenis. El director le dijo «Mira Phil, tienes un buen antebrazo y un gran servicio, pero no sabes nada acerca de confeccionar un reparto. ¡Olvídalo!». Pero dos días después, Wilder -quién conocía bien al actor y apreciaba su carrera y sus convicciones políticas- buscó al agente y arregló una reunión informal con Bogart. Tras beber y conversar de otras cosas y cuando ya estaban a punto de irse sin siquiera discutir su papel, el actor le dijo: «Mira, Billy, no me cuentes la historia. Solo quiero que me estreches la mano, dado que vas a cuidar de mí. No tengo que leer el argumento si tengo tu apretón de manos». Wilder prometió que lo cuidaría y se dieron la mano.

Audrey Hepburn en Sabrina (1954), de Billy Wilder

Tal como estaba programado, Wilder y sus actores se desplazaron a Nueva York para empezar el rodaje en Long Island a finales de septiembre. No fue difícil encontrar la locación perfecta: la enorme y lujosa propiedad de Barney Balaban, jefe de la Paramount. Wilder había empezado a filmar sin haber concluido el guión y trataba de disimular el problema con un comportamiento áspero con sus colaboradores. Recuerda Lehman: «Billy dirigía de día y escribía y reescribía de noche. Era un trabajo desesperado y agónico y por momentos nuestra salud se afectaba por el esfuerzo». A veces Wilder llegaba al plató sin nada para filmar y decía «Haremos retomas», o se ponía a discutir con el director de iluminación para hacer innecesarios ajustes mientras salían los párrafos de la maquina de escribir. «Fue la experiencia más aterrorizante que he tenido en toda mi vida», afirmaba Lehman. Mientras trataban de tener un texto para filmar al otro día, los guionistas empezaron a enfermarse. Durante los días finales de la producción Lehman sufrió una crisis de llanto y de agotamiento nervioso que obligó a suspender dos días el rodaje, mientras los dolores de espalda de Wilder se recrudecieron, debiendo consultar varias veces al Dr Max Jacobson, médico de las celebridades, y conocido como el “Dr Feelgood”, por su costumbre de aplicar anfetaminas a sus pacientes.

Audrey Hepburn y William Holden en Sabrina (1954), de Billy Wilder

Audrey Hepburn y William Holden en Sabrina (1954), de Billy Wilder

Otra de las tácticas de Wilder para disimular que no tenían que rodar era pedirle a Audrey que simulara equivocarse para retrasar la filmación. La actriz lo complació, tal como el propio Wilder relata: «Ella tenía una larga escena a con Bogart, cuando lo visita en su salón de conferencias y él le dice que se vaya a París, pero las cosas no estaban funcionando bien [con el texto]. Yo sólo tenía una página y media de diálogo y el día entero por llenar. No podía ir y decirles a todos “Miren, me he quedado sin guión”. Era viernes, teníamos sábado y domingo para escribir. Teníamos que demorar esto. Así que fui donde ella y le conté el problema. “Mira, tienes que titubear una línea, leer mal una línea. Estoy terriblemente apenado, tienes que ayudarme, no podemos rodar más de página y media. Eso es todo”. Y ella dijo, “Lo haré”. Y lo hizo. Dijo, “Oh, tengo este terrible dolor de cabeza, déjenme reposar un rato”. Entonces pasaron quince minutos, una hora, así que cuando fueron las seis de la tarde apenas me estaba quedando sin material. Luego el fin de semana reescribimos esa cosa. Entonces estaba listo. Pero ella me estaba ayudando. Eso es una cosa maravillosa, pues ella pudo haberse negado, para no adquirir la reputación de que tenía agujeros en el cerebro. Pero no le importó. Simplemente lo hizo».

El vestuario parisino de Sabrina fue diseñado por Hubert de Givenchy, luego de que Balenciaga -quien era la primera opción de los realizadores- decidiera no participar, desilusionado porqué esta no era la Hepburn que quería vestir. Otros afirman que algo similar ocurrió con Givenchy, quien pensaba que era Katharine Hepburn la actriz que solicitaba sus servicios. Como sea, la verdad es que a partir de ahí se estableció un lazo entre diseñador y actriz que duraría décadas. Curiosamente, fue Edith Head la ganadora del Oscar por el vestuario de la actriz: en los créditos del filme, Givenchy no recibió mención alguna. Sería el sexto de los ocho premios Oscar que ganaría la famosa diseñadora de vestuario de la Paramount y sin duda el más polémico. Durante más de cincuenta años se ha debatido sobre la autoría del vestuario, diseñado por Givenchy en París pero confeccionado por el taller de vestuario de Edith Head en Hollywood.

Parte de los atuendos de Audrey Hepburn en Sabrina (1954), de Billy Wilder

Parte de los atuendos de Audrey Hepburn en Sabrina (1954), de Billy Wilder

Una vez en el plató, Bogart empezó a darse cuenta que hacer parte de este filme era un error, sobre todo porqué implicaba personificar al rígido hermano mayor, mientras Holden tenía todas las oportunidades románticas, al interpretar a David, el díscolo playboy de la familia. Cary Grant, quien había sido la primera opción de Wilder, y que al parecer no estaba disponible, también había desechado el rol por los mismos motivos. Y para Bogart ser el segundo de la lista era algo inconcebible. Además, «Tan pronto como Billy empezó a filmar cerrados close-ups del rostro de Audrey por encima del hombro de Bogey, el actor empezó a gruñir. Él sabía quien estaba siendo favorecida. ¿Pero que rostro preferiría uno mirar?», recordaba Lehman. Bogart le decía a su agente: «Ni siquiera necesito mi peluca, este tipo me esta filmando por la espalda». Al final de cada día de rodaje, Wilder invitaba a beber a Audrey, Lehman y Holden en los camerinos de este último, excluyendo a Bogart quien es probable que no aceptara unirse al grupo, pero que deseaba que se lo preguntaran.

Audrey Hepburn en Sabrina (1954), de Billy Wilder

Recuerda Wilder: «Él me hizo las cosas difíciles. Tuve que reescribir mucho su papel para reacomodar su parte [pensada para Cary Grant]. Yo estaba exhausto y no podía dedicarme a las relaciones personales”. El actor empezó a sentir animosidad y rabia con Audrey, pero ella respondió a sus insultos con indiferencia. Ahora entre los dos había abierta hostilidad: él empezó a imitar su voz y a considerarla -cuando ocasionalmente se equivocaba en sus parlamentos- una «inglesita aficionada que tenía una reputación inflada». Comenta Ed Sikov en su libro sobre Wilder que en cierta ocasión el actor Clifton Webb visitó a Bogart y le preguntó «¿Cómo te va trabajando con esa chica soñada?” y el actor le respondió “Ella está bien. Si te gusta hacer treinta y seis tomas». Wilder intervino en defensa de la actriz y Bogart canalizó su ira hacia él, imitando su acento alemán y exigiendo “traducción al inglés” y llamándolo “prusiano” y “nazi hijo de perra”. Incluso le comentó alguna vez que «[John] Huston me dijo quienes pensaba él que eran los diez mejores directores y tu no estabas en la lista. ¿No es ese Huston un holgazán borracho? ».

El vestido de baile que lucia Audrey Hepburn en Sabrina (1954), de Billy Wilder

El vestido de baile que lucia Audrey Hepburn en Sabrina (1954), de Billy Wilder

Según Ed Sikov en otra ocasión al leer un diálogo recién escrito le preguntó al director si tenía hijos. «Sí. Una hija de trece años», le respondió Wilder. «¿Y ella escribió esto?» le preguntó Bogart. Tras mucho contenerse Wilder respondió a sus ataques y el plató se llenó de una atmósfera irrespirable. Para acabar de complicar las cosas, Bogart decidió atacar ahora a Holden (“Smiling Jim”, como solía decirle), ridiculizando su aspecto físico, implicando que era más un ídolo de matiné que un hombre. Incluso insinuó que Wilder estaba reescribiendo el guión para que fuera Holden y no él quien se quedara con Audrey. Pero eso es sólo parte de la mitología que rodea a esta película. Aunque Wilder se vengó de Bogart manteniendo en suspenso quien se quedaría con la chica, la verdad es que ya se había filmado la escena, situada al final del filme, en el que Holden renuncia a Sabrina, para así poder liberar al actor, que necesitaba integrarse al rodaje de su siguiente proyecto, The Bridges of Toko-Ri. Cuando la escena se rodó, Wilder y Lehman no tenía idea de cómo confeccionar las escenas que inclinarían la relación triangular a favor de Bogart.

«La escena que más difícil me pareció escribir fue aquella en el penthhouse corporativo donde el estirado hermano mayor y la radiante Sabrina, Bogart y Audrey, se dan cuenta que están enamorados. Billy quería hacerla muy íntima. Me mantenía presionando para que sugiriéramos que la pareja se iba a la cama. “Billy” -le dije- “Eso arruinará todo. Nadie duerme con nadie en los cuentos de hadas. El público va a odiarnos. No podemos. Ni modo”», refería Lehman, para añadir –según la biógrafa de Wilder, Charlotte Chandler- que «Yo pensaba que esto iba contra la imagen de Audrey y podría con esto llegar a sugerirse que ella tuvo un affaire con el viejo barón en París. Después de todo ella vuelve ricamente vestida. Incluso su costoso french poodle tiene un collar con joyas. Así que yo no podía permitir que Wilder cometiera ese error. Casi nos separamos por eso».

William Holden y Audrey Hepburn en Sabrina (1954), de Billy Wilder

William Holden y Audrey Hepburn en Sabrina (1954), de Billy Wilder

Pero lo que no ocurrió en la pantalla estaba pasando fuera de ella. «Audrey y Holden empezaron un romance durante el rodaje de Sabrina. Fue algo tranquilo, muy sotto voce, pero muy determinado. Nos sorprendió. Todos pensábamos que conocíamos a Audrey», remata Lehman. Y Wilder afirmaba ante Chandler que el no se dio cuenta del asunto: «La gente en el plató me dijo después que Bill [Holden] y Audrey estaban teniendo un romance y que todos lo sabían. Bien, no todos». Holden estaba casado con Brenda Marshall, pero su relación pasaba un mal momento, pues el hombre era bebedor reconocido y muy promiscuo. Incluso hacía poco se había sometido a una vasectomía para minimizar los riesgos de sus escapadas. No era exactamente el tipo de hombre para Audrey, como la brevedad del romance lo confirmó. «Yo estaba con Bill y Audrey cada día. Ambos eran mis amigos y no me contaron. Eran personas maravillosas. Si algo pasó entre ellos, espero que hayan encontrado algo de felicidad. Ellos tenían carreras grandiosas, pero no eran felices en su vida personal. Audrey pasó tiempos difíciles en Holanda durante la ocupación en la Segunda Guerra Mundial. En la película, David no consigue a Sabrina y en la vida real, Bill no se quedó con Audrey», concluye Wilder en el texto de Chandler.

Cuando se finalizó la última toma, el 5 de diciembre de 1953, y Wilder anunció el final del rodaje, cuenta Lehman que el director miró a los cielos y gritó «Fuck You». La película costaría dos millones doscientos mil dólares. Después de la filmación Wilder empezó a ponderar la buena actuación de Bogart, pero sin olvidar del todo lo que había ocurrido: «es un hijo de perra extremadamente competente», dijo en alguna ocasión. Pero las cosas se olvidaron cuando Wilder se enteró de la enfermedad mortal que aquejaba al actor: «En las películas, Bogart interpretaba al héroe, que en realidad él no era. Pero cuando supo que estaba muriendo de cáncer, fue la persona más valiente que alguna vez conocí. Fui a visitarlo. Entonces fue el héroe que interpretó en todas esas películas y hasta más».

El trío protagonista de Sabrina (1954): Holden, Audrey y Bogart

El trío protagonista de Sabrina (1954): Holden, Audrey y Bogart

Como era esperarse de tan grandes profesionales, los enormes problemas del rodaje no se traslucen en el resultado final de Sabrina. La película posee un encanto enorme, que se debe -y no hay que ser un vidente para descubrirlo- al embeleso que provoca la presencia de Audrey Hepburn. Wilder estaba fascinado con ella y con sus bondades como actriz («Ella probó ser la pupila perfecta», evocaba Lehman) y eso se refleja en la delicadeza y la ternura con que la fotografía, buscando destacar su belleza etérea, en una época en que la rotunda corporalidad de las divas de Hollywood parecía ser su mayor atributo. Audrey no buscaba competir con ellas. Ella tenía algo que las demás carecían: clase. Y ese valor incomprable e incomparable está presente en cada gesto, en cada mirada, en cada paso que da aquí, tanto vestida como la rebelde gamincita, hija de un chofer, que espía al hombre de sus sueños desde un árbol, como cuando regresa de París vestida por Givenchy. Es la misma, lo esencial se mantiene incólume. El sortilegio cautivador se prolonga y se patentiza cuando sabemos que ella y Holden estaban enamorados durante el rodaje. Eso le añade calidad, credibilidad y temperatura a sus encuentros en la pantalla, eso se trasluce más allá de la actuación, creando un lazo de complicidad en la pareja que llega hasta aquí, hasta el espectador que no puede creer tanta química. Por eso a la película se le perdonan con tanta facilidad sus defectos, como el error de incluir a Bogart -improbable galán- en el reparto.

Humphrey Bogart besa a Audrey Hepburn en Sabrina (1954), de Billy Wilder

Humphrey Bogart besa a Audrey Hepburn en Sabrina (1954), de Billy Wilder

Pero, es obvio, sus aciertos son la mayoría, empezando por el uso de la canción Isn´t it romantic? que Wilder había utilizado recurrentemente en otros filmes y que ahora da el tono de la narración y crea la perfecta atmósfera de seducción que va a durar todo el metraje. La melodía se vuelve un acompañamiento sonoro esencial a lo que va ocurriendo, a esa transformación de los sentimientos que hacen que una mujer haga que su corazón gire ciento ochenta grados, y que un hombre se descubra frágil frente a los enigmas sentimentales a los que se creía inmune. En ambos extremos nos reconocemos, por eso la película parece hablarnos tan de cerca, de una forma tan familiar. ¿Verdad que es romántico?, pregunta la canción. Sí. Lo que vemos en Sabrina es muy, muy romántico. Y muy divertido. Y lo mejor, muy sutil. Wilder Gran Reserva 53, todo un placer para los sentidos.

Humphrey Bogart y Audrey Hepburn en Sabrina (1954), de Billy Wilder

Sabrina se estrenó en agosto de 1954 y fue un enorme éxito comercial. La película fue la última de un contrato de tres cintas que el director firmó con Paramount luego de Sunset Boulevard. Y si alguna vez pensó en seguir en el estudio, sus dudas se disiparon cuando fue informado que pretendían hacer algunos cambios en la versión alemana de Stalag 17: Price, el espía, ya no sería alemán sino polaco. «Les escribí una carta diciéndoles que yo estaba absolutamente iracundo y que no comprendía algo como esto» -recordaba Wilder según refiere Sikov. «Pedirme que permita algo como así, a mí, cuando mi familia murió en Auschwitz». Exigió una disculpa y dijo que si no recibía una, se iría del estudio. Así, tras dieciocho años y diecisiete películas, Billy Wilder le diría adiós para siempre a la Paramount.

Publicado originalmente en el libro Elogio de lo imperfecto: el cine de Billy Wilder, Medellin, Editorial Universidad de Antioquia, 2008, p. 73-80
© Editorial Universidad de Antioquia, 2008

©Todos los textos de www.tiempodecine.co son de la autoría de Juan Carlos González A.

Audrey Hepburn en el plató durante el rodaje de Sabrina (1954), de Billy Wilder

Audrey Hepburn en el plató durante el rodaje de Sabrina (1954), de Billy Wilder

Billy Wilder le da instrucciones a Audrey Hepburn durante el rodaje de Sabrina (1954)

Billy Wilder le da instrucciones a Audrey Hepburn durante el rodaje de Sabrina (1954)

Audrey Hepburn junto a la diseñadora de vestuario Edith Head en el rodaje de Sabrina (1954)

Audrey Hepburn junto a la diseñadora de vestuario Edith Head en el rodaje de Sabrina (1954)

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