Quedar con las manos vacías: Vértigo, de Alfred Hitchcock

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“Como ocurre con todos los grandes filmes, los verdaderos grandes filmes, no importa cuánto se haya dicho y escrito sobre ellos, la discusión siempre continuará. Eso se debe a que cualquier película tan grandiosa como Vértigo exige más que solo el sentido de admiración –exige una respuesta personal”
-Martin Scorsese

1. La difícil elaboración de un clásico
Vértigo como proyecto estuvo rodeado de dificultades. La película se origina en una novela de los franceses Pierre Boileau y Thomas Narcejac llamada D´entre les morts, publicada en 1954. Ellos habían escrito tres años antes su primera obra, C’elle qui n’etait plus, cuyos derechos no pudo adquirir Hitchcock, pero sí Henri-Georges Clouzot que terminaría convirtiéndola en una afamada película, Las diabólicas (Les Diaboliques, 1955). Para evitar otro chasco, la Paramount compró para Hitchcock los derechos de D´entre les morts -la tercera novela del dúo de escritores- por alrededor de veinticinco mil dólares, sin siquiera haberse traducido aún al inglés.

En 1956 antes de viajar al África a ver locaciones de un proyecto que nunca terminó por realizarse, Hitchcock confió la adaptación de la novela de los franceses al dramaturgo Maxwell Anderson, uno de los guionistas de The Wrong Man (1957), su película previa. El director le había dejado instrucciones precisas: la película debía situarse en San Francisco y en el presente, no en el París de la Segunda guerra Mundial como la novela.

Rodaje de Vértigo. Hitchcock, Kim Novak y James Stewart

Al volver de su viaje, Hitchcock recibió de Anderson un borrador con escenas muy elaboradas y malos diálogos, de ahí que el director le confiara la tarea de recomponer la historia a su viejo amigo Angus MacPhail, quien tampoco pudo con el encargo, pero a quien se atribuye la persecución que sirve de prólogo al filme. Es llamado entonces el novelista y dramaturgo Alec Coppel, con quien Hitchcock colaboró en el desarrollo del guion a lo largo del otoño de 1956.

El actor James Stewart estaba listo –junto con la actriz Vera Miles como compañera- para protagonizar el que sería su cuarto trabajo con Hitchcock, pero su esposa le pidió hacer una pausa y descansar antes de emprender un nuevo rodaje. Dado que el guion aún no estaba listo, se decidió aplazar el inicio del rodaje para principios de 1957. Mientras, se vinculó a un nuevo guionista buscando el tono que Hitchcock no encontraba en el guion de Coppel. El director quería que el público no se diera cuenta que estaba frente a un relato criminal, sino que pensara que se encontraba ante una inusual historia de amor.

Rodaje de Vértigo. Hitchcock y Kim Novak

Entra en escena el experimentado dramaturgo Samuel Taylor, quien aseveró no haber leído nunca la novela original o el guión de Coppel, solo las notas que Hitchcock le suministró. A Taylor se le debe el aspecto más particular de esta historia: la revelación al público de todo el entramado del relato cuando van dos tercios del filme. Solo el personaje protagónico (Stewart) ignora la verdad. Ya para nosotros como público no existe la sorpresa, ahora sólo nos queda el suspenso de saber cómo y cuándo descubrirá el protagonista lo que en realidad sucedió. Añadamos la impotencia de no poder advertirle de los errores que comete.

Mientras el guion volvía a armarse, Hitchcock fue hospitalizado para la corrección de una hernia umbilical que se complicó con una colitis. Posteriormente requirió de una nueva cirugía para la extracción de unos cálculos biliares. Los primeros cuatro meses de 1957 los pasó internado en un hospital o convaleciente en casa. Pero faltaría algo más: el embarazo de la actriz Vera Miles. La oportunidad de moldearla y volverla una estrella a su antojo quedaba aplazada para siempre.

Rodaje de Vértigo. Hitchcock y Kim Novak

Recurrió entonces a una actriz con la que nunca se sintió del todo cómodo, Kim Novak, una promisoria estrella de 24 años en ese entonces vinculada a Columbia Pictures y que fue cedida en préstamo por Harry Cohn a la Paramount para estelarizar esta película. Era rubia, era sensual, era la actriz perfecta para este papel, pero Hitchcock nunca estuvo a gusto con ella, quizá porque la actriz desde un principio se negó a presentarse a trabajar si Columbia no le daba un aumento de sueldo; luego no quiso aceptar los zapatos, el vestuario y el peinado que se había preparado para ella, un tipo de rebeldía que este director no toleraba. No volvió a trabajar con ella en ningún otro filme.

Vértigo (1958)

Sin embargo la joven actriz no parece haber resentido su trabajo con él. “Mucha gente decía que era difícil trabajar con Hitchcock, pero en parte porque yo no sabía nada de técnica, me encantó trabajar con él. A Harry Cohn no le gustó el guion de Vértigo pero él dijo «Es Alfred Hitchcock, lo mejor es que hagas el filme». Hitchcock sabía lo que él quería en lo técnico y me ayudó con eso, permitiéndome darle mi propia interpretación al rol” (1). Sin duda la caracterización de Kim Novak es perfecta para lo que Vértigo requería.

La película se rodó entre finales de septiembre y mediados de diciembre de 1957 en San Francisco, varias misiones católicas californianas y en estudio en Hollywood. Contó con la música del maestro Bernard Herrmann, la fotografía de Robert Burks, el vestuario de Edith Head, el montaje de George Tomasini y una secuencia de créditos a cargo de Saul Bass. Todo un “equipo de ensueño” dispuesto a hacer historia.

Vértigo (1958)

Estrenada en mayo de 1958, Vértigo fue mal recibida por el público y apenas cubrió los costos de su producción que fueron alrededor de dos millones quinientos mil dólares. Hitchcock la consideró un fracaso y no dudo en responsabilizar a Kim Novak de este hecho. Esta película fue una de las cinco que se volvió propiedad de la familia de Hitchcock y que salieron de circulación durante más de una década. En ese periodo la película adquirió estatus mítico y su reestreno en 1984, y su posterior restauración en 1996 no hicieron sino confirmar sus bondades.

De acuerdo la encuesta mundial de la revista Sight and Sound publicada en 2012- Vértigo es hoy considerada como la mejor película de todos los tiempos, desplazando a Ciudadano Kane (Citizen Kane, 1941). La obra maestra de Alfred Hitchcock había ingresado al listado de Sight and Sound en 1982, compartiendo el séptimo lugar con dos películas más, L’avventura (1960) de Michelangelo Antonioni y The Magnificent Ambersons (1942) de Welles. Diez años después llegó al sexto lugar y en el 2002 alcanzó el segundo puesto, perdiendo por solo cinco votos. Ahora desplazó a Kane, que queda en el segundo lugar, mientras Cuentos de Tokio (Tōkyō monogatari, 1953), de Yasujiro Ozu es la tercera de tan selecto podio.

2. La obsesión tiene nombre de mujer
Vértigo es la película más compleja e inexpugnable de la filmografía de Hitchcock. Carente de su tradicional humor negro, es por el contrario una historia grave, contada en tono trágico y resuelta con la muerte de uno de los protagonistas. Un abogado y detective John “Scottie” Fergusson (Stewart), prematuramente retirado a causa de un vértigo que le impide subir alturas, es contratado por un antiguo compañero universitario para que siga a su esposa Madeleine (Novak), aparentemente poseída por el espíritu de su bisabuela Carlota Valdés, que terminó suicidándose.

Vértigo (1958)

Scottie lentamente se enamora de esta mujer huidiza e inaferrable –y además inquietantemente bella- que parece refugiarse permanentemente en el pasado, como si en realidad fuera la propia Carlota. Esa palabra es clave aquí: Vértigo se hunde en el pasado de una ciudad y en el pasado de una mujer, y a ambos rememora con nostalgia. El viejo San Francisco, de alegre tradición es recordado con nostalgia por los personajes y, en el caso de Madeleine, parece incluso ser revivido. Recorremos zonas antiguas de la ciudad, parques, museos, un bosque de eternas secuoyas y un convento colonial donde las cosas de este filme van a precipitarse. Las secuoyas que Scottie y Madeleine visitan son símbolos de atemporalidad, pero también les recuerdan cuán finitos somos como seres humanos, qué cercanos estamos a un adiós definitivo.

Vértigo (1958)

Es asombroso atestiguar el embeleso progresivo de Scottie a medida que conoce más y más a esta mujer que es un misterio ambulante que él no logra descifrar. Hitchcock se toma su tiempo a hacer que esa “relación” entre ambos crezca y progrese, tal como en la vida real ocurriría. Eso era muy importante: teníamos que estar convencidos de que Scottie de veras se enamoró de Madeleine para que tuviera sentido todo lo que ocurre en la segunda hora de este filme.

Será en ese momento cuando para Scottie sea el turno de estar anclado patológica y obsesivamente en el recuerdo, en la remembranza de lo que tuvo con una mujer que ahora no existe y que –contra toda lógica- intentará resucitar en el cuerpo de otra mujer, llamada Judy, que se le asemeja y que se presta para que él la moldee a su antojo (como un director de cine o un productor hace con sus actores). La viste igual, la peina igual, le tiñe el cabello… busca a toda costa que vuelva simbólicamente de entre los muertos, así sea encarnada a la fuerza una sustituta. Es una situación enfermiza a la vista de cualquiera, pero no para él, para él es vencer la muerte e intentar una redención propia que incluye conquistar –por fin- el objeto de su deseo.

Vértigo (1958)

“Es la situación fundamental del film. Todos los esfuerzos de James Stewart para recrear la mujer, cinematográficamente, están presentados como si intentara desnudarla en lugar de vestirla” (2), relata Hitchcock a Truffaut en sus famosas conversaciones. Pero aún así el exdetective no está del todo conforme ni es por completo feliz en esta búsqueda imposible de un ser idealizado, como no es feliz nadie en este filme donde los espectadores sabemos antes que Scottie que la principal víctima de todo esto es él, que sus sentimientos han sido engañados, que su búsqueda es inútil, que sus sentidos han sido defraudados y que al final quedará con sus sueños despedazados. Curado del vértigo, enfermo ahora del alma.

Vértigo (1958)

Completamente simbólica (las flores y el mito de Perséfone, los espirales, las secuoyas, el evocador color verde), Vértigo mira hacia el pretérito con melancolía y hacia la muerte como algo para derrotar, algo que no puede ser un punto final. Scottie quiere revivir el pasado y con él, a Madeleine, así se trate de un espejismo que su obsesionada y atormentada alma no quiere aceptar. Al final, con las manos vacías, entenderá el tamaño de su tragedia.

Frente a nosotros, lo que queda es una enorme película: reflexiva, tensa, grave. El inaudito e inagotable ingenio de Alfred Hitchcock que no nos cansaremos de admirar jamás.

Referencias:
1. Auiler, Dan. Vertigo: The Making of a Hitchcock Classic: Special Edition, revised (Posición en Kindle1855-1858). Amazon Kindle. Edición de Kindle.
2. François Truffaut, Alfred Hitchcock, Hitchcock-Truffaut: edición definitiva, Madrid, Akal, 1991, p. 208

Actualización y ampliación de un artículo publicado originalmente con el título “Vértigo en la cumbre” en el suplemento “Generación”, del periódico El Colombiano (Medellín, 12/08/12). Págs. 12-13. Incluye apartes del texto “La obsesión, el pasado y la muerte” publicado en el periódico El Tiempo (Bogotá, 15/05/08) Pág. 1-24 y del artículo “Hitchcock para leer”, publicdo en la revista Kinetoscopio No. 46 (Medellín, 1998) p.75-79

© Todos los textos de www.tiempodecine.co son de la autoría de Juan Carlos González A.

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