Vocación suicida: Zona de miedo, de Kathryn Bigelow

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Se antoja muy humano establecer límites para el riesgo físico, para lo que nos pone en peligro como individuos. Obviamente ese límite es subjetivo y dependerá de nuestro valor, oficio, compromiso y percepción de lo que es seguro o no. ¿Qué tal que nuestro trabajo consistiera en desactivar bombas? En ese caso, a todos esos factores -llevados al nivel máximo posible- habría que sumar una vocación casi suicida, un desprendimiento vital que raya con el embotamiento hipnótico de los sentidos o con la alteración mental producida por una droga.

El epígrafe con que se inicia Zona de miedo (The Hurt Locker, 2009) se refiere a la guerra como esa droga que logra que un hombre arriesgue su vida como líder de un escuadrón del ejército estadounidense que desactiva bombas en Bagdad. Casi no es posible imaginar otra causa para su imprudente arrojo distinta a la obnubilación causada por un alucinógeno. El reto de la directora Kathryn Bigelow era que el espectador olvidará que está frente a una ficción y se contagiara del mismo vértigo alborozado que sienten los personajes.

Kathryn Bigelow y el DP Barry Ackroyd durante el rodaje de Zona de miedo (2009)

Kathryn Bigelow y el DP Barry Ackroyd durante el rodaje de Zona de miedo (2009)

Para ello tenía que hacer una puesta en escena por completo verista y establecer un abordaje visual de corte documental y ágil edición, que transmitiera el nerviosismo y rapidez de las situaciones a los que se enfrenta el sargento William James y sus compañeros durante sus misiones en las calles de Bagdad, rodeados de testigos que desde los balcones de sus casas parecen estar esperando que el especialista en desactivar explosivos tenga un mal día. Cada uno de ellos es un posible terrorista, aquel que va a hacer detonar la bomba cuando James se acerque a ella. La mezcla de paranoia y miedo de los militares que acompañan al sargento puede hacerlos cometer un error fatal.

Zona de miedo (The Hurt Locker, 2009)

Discípula aventajada de Hitchcock a la hora de manejar el suspenso, Bigelow consigue su propósito: Zona de miedo crea una tensión dramática casi insoportable. Su estructura episódica -donde cada misión es una historia autónoma- no nos da tregua. Sentimos que cualquier cosa puede salir mal y que la muerte está demasiado cerca. Olvidamos por un momento que se trata de un ejército invasor y nos ponemos del lado de unos hombres que están cumpliendo órdenes y que no tienen como discutirlas. No nos preguntamos por qué están esos soldados en Irak, sino porqué son capaces de enfrentarse a la muerte con tan ciega determinación.

La respuesta la trae este filme magnífico que no describe grandes batallas, sino el sacrificio de unos hombres incapaces de hacer algo distinto a ponerse en constante peligro. Paradójicamente eso los hace sentir vivos.

Publicado en el periódico El Tiempo (Bogotá) 18/02/10 Pág.1-18
©Casa Editorial El Tiempo, 2010

©Todos los textos de www.tiempodecine.co son de la autoría de Juan Carlos González A.

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