Dormirse para despertar: Asteroid City, de Wes Anderson

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La polimorfa obra de Wes Anderson es cada vez más rica en matices, que hace rato superaron las condiciones autoimpuestas de la puesta en escena tan consciente de sí misma que caracteriza a su cine. No solo las superaron, sino que se aprovechan de ellas para experimentar con la forma fílmica y con la narrativa. Lo hizo para convertir las páginas de una revista –el texto escrito, las crónicas que la componen- en material puramente audiovisual en La crónica francesa (The French Dispatch, 2021) y ahora lo hace de nuevo en Asteroid City (2023) para convertir el proceso creativo de la dramaturgia norteamericana de los años cincuenta del siglo XX en una película suya, con todo lo que ya sabemos que eso implica.

Asteroid City (2023)

El referente explícito de Wes Anderson es Elia Kazan y su trabajo en el Actors Studio junto a Lee Strasberg y Stella Adler, cultores todos de “el método” de Konstantín Stanislavski y su estilo vivencial de trabajo actoral con creación colectiva. Anderson vio y disfrutó el cine que Kazan hizo a partir de esas experiencias teatrales – Un tranvía llamado deseo (A Streetcar Named Desire, 1951), Nido de ratas (On the Waterfront, 1954)- y de ahí surge el interés de hacer Asteroid City. Hay aquí un dramaturgo, Conrad Earp (Edward Norton), hay un director de teatro, Schuberg Green (Adrien Brody) –vestido a la Kazan, por cierto-, hay un coach actoral de “el método”, Saltzburg Keitel (Willem Dafoe) y por supuesto hay un grupo de actores que van a dar vida a esa creación a partir de la reflexión propuesta por Earp en un taller. Ese “No puedes despertar si no estás dormido” que uno de los actores pronuncia y que todos repiten, resuena como un mantra, vibra generando una especie de hipnosis en la que todos creen (y crean). Una de las actrices se llama Kim (en claro homenaje a Kim Hunter) y en la obra teatral va a interpretar a una actriz de cine, Midge Campbell. Es un juego de muñecas rusas que se repite hasta el infinito: Scarlett Johansson es la que encarna tanto a Kim como a su personaje en la ficción: una actriz de Hollywood interpreta a una actriz de teatro de los años cincuenta, que a su vez en las tablas interpreta a una actriz de Hollywood, por solo mencionar uno de los roles múltiples que habitan este filme.

Asteroid City (2023)

Es tal la complejidad del marco narrativo de Asteroid City, que este relato de la creación escénica es contado dentro de un programa de televisión de los años cincuenta (en blanco y negro) que nos habla del backstage del montaje teatral, y que incluye un narrador omnisciente, interpretado por Bryan Cranston. Ahí se nos advierte que Asteroid City es una obra teatral. Lo que nos muestra Wes Anderson es tanto el proceso como el resultado. La película que vemos a color (con un fuerte virado que refuerza su irrealidad) es lo que se supone ven los espectadores que asisten a la función de teatro. Wes Anderson no tiene que explicar esta vez los decorados de cartón y las maquetas, ni su artificialidad: todo es parte de las convenciones teatrales de una obra que está dividida en tres actos y un epílogo (pausas que este director sabe usar como pocos).

Asteroid City (2023)

A la hora de mostrarnos la obra teatral “Asteroid City” –exhibida en Broadway- Wes Anderson abandona la perspectiva del espectador teatral y despliega su universo formal y narrativo usual lleno de perspectivas paralelas, de composiciones geométricas perfectas, de personajes caricaturizados y que son entre graciosos, imperfectos, ingenuos, alocados y bien intencionados. Irreales todos, entrañables cada uno. La coralidad de sus relatos impide que cada personaje se desarrolle hasta la tridimensionalidad, pero se los quiere así, tan conscientes estamos de su eterealidad como de que ese correcaminos que vemos aparecer de vez en cuando no es un ave de verdad. Si hubiera que señalar un drama concreto sería el de la relación entre Midge, la actriz, con Augie Steenbeck (Jason Schwartzman), un fotógrafo de guerra recientemente viudo, con el que comparte soledades y confesiones. En esos parlamentos está el núcleo del planteamiento dramático que rinde homenaje a Kazan y al Actors Studio, y vale la pena escucharlos varias veces. Lo demás –ese ruido de fondo que esta vez es menos logrado- es Wes Anderson siendo Wes Anderson: adolescentes que se buscan en la soledad de los demás, niñas que se sienten hechiceras, el miedo a la invasión extraterrestre (o rusa) de la guerra fría, personajes rocambolescos por todas partes y detalles formales repletos de sentido, pero que requieren ver la película cuadro a cuadro. Ah, y Tilda Swinton.

Asteroid City (2023)

No es más, tampoco menos. Es Wes Anderson intentando, con sus recursos, llevarnos a recordar el proceso escénico que hizo grande el teatro norteamericano de mediados del siglo pasado y del que él se ha nutrido. ¿Lo consiguió? La respuesta depende mucho de las expectativas del público y del riesgo que permitan que Wes Anderson asuma sin que sientan que los defraudó. Por lo menos, estoy seguro, él sigue fiel a sí mismo.

©Todos los textos de www.tiempodecine.co son de la autoría de Juan Carlos González A. – Instagram: @tiempodecine

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