¿Cómo resolver un problema como María?: La novicia rebelde, de Robert Wise
El 22 de febrero de 2015, durante la entrega de los premios Óscar, la cantante Lady Gaga salió a escena a ofrecer una de las interpretaciones más insólitas de su carrera. Habitualmente extravagante, esta vez se vistió formalmente y cantó cono todo aplomo una mezcla de cuatro canciones que hacen parte de la banda sonora de La novicia rebelde (The Sound of Music, 1965). Tras finalizar su acto, que fue ovacionado por el público, hizo la presentación de la protagonista de ese filme, Julie Andrews, quien nacida en 1935, lucía tan absolutamente bella como siempre. “Es difícil de creer que han pasado cincuenta años desde que fue estrenado este alegre filme. Un abrir y cerrar de ojos y de repente aquí estoy. Pienso que hablo por todos los que estuvimos conectados con la película cuando digo que realmente nos sentimos bendecidos de ser parte de ella. Y respecto a mí, bien, ¿Qué más afortunada puede ser una chica?”, expresó emocionada la actriz, mientras los asistentes a la ceremonia la miraban admirados. La novicia rebelde continuaba fascinando al público cincuenta años después de su estreno.
¿Cuál será el secreto de su éxito? Todo empezó con un libro biográfico, llamado The Story of the Trapp Family Singers, que relataba la historia de la familia von Trapp, un grupo de cantantes austriacos que habían escapado del país cuando el nazismo insistía en llamarlos a sus filas. Fue escrito en 1949 por la baronesa María von Trapp, la madre adoptiva de los siete hijos de un oficial naval, Georg Johannes von Trapp, que tras enviudar se casó en 1927 con ella, que en ese entonces era la nana de sus hijos y que previamente había sido postulante a novicia. Del libro hubo una primera adaptación cinematográfica hecha en Alemania, The Trapp Family (Die Trapp-Familie, 1956), tan exitosa que generó una secuela dos años después, que también disfrutó de gran popularidad. Aunque en Hollywood pensaron en un remake lo que primero se hizo en Estados Unidos fue una versión para las tablas, en forma de un musical con libreto de los dramaturgos Howard Lindsay y Russel Crouse, y temas originales con letra y música de la afamada pareja de compositores Oscar Hammerstein II y Richard Rodgers –famosos por musicales como Oklahoma!, Carousel, El rey y yo, y South Pacific, todos llevados luego al cine- en la que sería su última colaboración juntos, pues Hammerstein fallecería en agosto de 1960.
El musical The Sound of Music se estrenaría a finales de 1959 y tendría en Broadway casi 1500 presentaciones. Su fantástica acogida hizo que al año siguiente la Twentieth Century Fox se hiciera a los derechos del mismo, para adaptarlo posteriormente al cine. El veterano guionista Ernest Lehman fue comisionado en 1962 para hacer el guion a partir de libreto de Lindsay y Crouse, y aunque vio las películas alemanas originales, que estaban adobadas con canciones folclóricas austríacas, prefirió no basarse en ellas. Al año siguiente se vinculó al proyecto el director Robert Wise –con quien Lehman había triunfado en el filme West Side Story (1961)- que inicialmente no se había mostrado interesado en ser parte del mismo. En marzo de 1964 el guion estaba terminado, con aportes incluso del actor canadiense Christopher Plummer que ayudó a definir y perfilar el personaje de Georg von Trapp.
¿Y Julie Andrews? Rodgers y Hammerstein le había hecho una audición en 1955 a esta talentosa cantante y actriz inglesa para el musical Pipe Dream, pero dado que ella también estaba optando por un papel en My Fair Lady le sugirieron quedarse con ese rol si era seleccionada. Ese consejo la convirtió en la estrella más promisoria de Broadway. Pero Rodgers y Hammerstein no la olvidaron y fue ella la protagonista de Cenicienta, el único musical para la televisión que estos compositores realizaron y que salió al aire en directo el 31 de marzo de 1957 con una audiencia calculada en 100 millones de personas.
Mary Poppins (1964) fue el debut de Andrews en el cine. A partir de los libros de P. L. Travers sobre una nana inglesa de mágicos poderes, Disney realizó una fábula musical con temas compuestos por los hermanos Richard y Robert Sherman que se convirtió en una muy celebrada y recordada cinta que tuvo trece nominaciones al premio Óscar y ganó cinco, incluyendo la estatuilla para Julie Andrews como mejor actriz. Antes del estreno de Mary Poppins, en agosto de 1964, Robert Wise y el guionista Ernest Lehman tuvieron acceso al filme y tras ver unos minutos, Wise le dijo “Vámonos y firmemos un contrato con esta chica antes de que alguien más vea esta película y la agarre”.
Tras una “cacería” artística en busca de los siete niños actores, que incluyó audiciones a más de doscientos jóvenes –quedando por fuera talentos futuros como Mia Farrow, Geraldine Chaplin, y Teri Garr- se tuvo lista la nómina que empezaba por una modelo de 21 años llamada Charmian Carr –que interpretaba a Liesl, la hermana mayor- y terminaba en Kym Karath, que apenas tenía 5 años y obtuvo el rol de Gretl, la menor de todos.
Luego de un mes y medio de ensayos de las coreografias, a cargo de los esposos Marc Breaux y Dee Dee Wood, el rodaje se llevó a cabo entre marzo y septiembre de 1964. Cuatro meses estuvieron en Austria y en Alemania filmando en escenarios naturales y el resto se rodó en los estudios de la 20th Century Fox en Los Ángeles, utilizando un formato panorámico de 70 mm. La novicia rebelde –en España se conoce como Sonrisas y lágrimas– tuvo su estreno el 2 de marzo de 1965 en el teatro Rivoli en Nueva York. Su éxito fue tal que desplazó a Lo que el viento se llevó (Gone with the Wind, 1939) como el largometraje más taquillero de la historia y salvó a la Fox del colapso financiero ocasionado por el descalabro de Cleopatra (1963). Fue nominada a diez premios Óscar y ganó cinco, incluyendo mejor película y mejor director. Julie Andrews fue candidatizada a mejor actriz, pero perdió en esta oportunidad.
Lo que el público vio fue una historia que era una suerte de mezcla afortunada de Mary Poppins con Cenicienta: la nana de corazón de oro que va a transformar la vida de unos niños sometidos a un régimen marcial y que en el camino ablanda y conquista el corazón del amo del hogar y dueño del castillo, con quien terminará casándose. La elección de Julie Andrews fue muy afortunada, pues parecía haber nacido para hacer este papel, dados los roles que precisamente había interpretado antes. Ella le da sensibilidad y candor a esta María que no necesita de ser una hechicera para obrar magia en la vida de los que se ponen en contacto con ella, en este caso unos niños y una familia necesitada de afecto y transformada a través de la música.
Es la banda sonora de este filme uno de los aspectos más llamativos del mismo. Las composiciones que Rodgers & Hammerstein crearon para Broadway ahora alcanzaban una mayor resonancia, un público masivo que pasaba entonces a asociarlas con las imágenes de una cinta dotada de la belleza de los escenarios naturales alpinos donde se rodó. Melodías como Maria, The Sound of Music, My Favorite Things, You Are Sixteen Going On Seventeen, Climb Ev’ry Mountain, la inolvidable Do-Re-Mi, y Edelweiss ya hacen parte del cancionero no solo cinéfilo, sino universal. Podrán ser tildadas de sensibleras, pero no es fácil resistirse al contagioso encanto que tienen en el contexto de un filme musical, un género donde las ataduras con la realidad son más laxas y es necesario acudir sin excepción a esa “suspensión de la incredulidad” que nos permite disfrutar este tipo de relatos.
Por eso mismo es complicado que un musical pueda describir con propiedad una situación política concreta. Aunque el relato nos advierte que estamos en “Salzburgo, Austria, en los últimos días dorados de los años treinta”, realmente la presencia Nazi en este país solo se vislumbra en el último tercio del largometraje, pero bien pudiera haberse suprimido ese segmento (como ocurrió en algunos países que censuraron el filme), pues La novicia rebelde optó por darle un manejo superficial al tema del nazismo en Austria y eso fue lo que a algunos molestó.
La Fox pensó que el filón de La novicia rebelde era digno de seguir siendo explotado e invirtió en tres musicales que no tuvieron tanto éxito como Dr. Doolittle (1967), Star! (1968) y Hello, Dolly! (1969). No percibieron que el público y la sociedad estaban cambiando para siempre. Aunque durante los años sesenta fueron cuatro los musicales que ganaron el premio Óscar a mejor película, la verdad es que asistíamos a un réquiem, como lo aclara Paul Monaco en el volumen “The Sixties” de la colección Historia del Cine Norteamericano: “Desde un punto de vista, los sesenta pueden percibirse como la década que vio el ‘último hurra’ a los filmes musicales basados en éxitos de Broadway y que pretendían complacer a una audiencia masiva de todas la edades. Sin embargo, en otro sentido sus valores de producción apuntaban claramente hacia las películas de alto concepto que se volverían piezas centrales en la estética del nuevo Hollywood que se articularia por completo después de la llegada del blockbuster con La guerra de las galaxias (Star Wars, 1977)”. A la inocencia de La novicia rebelde se opondrían la violencia de Bonnie and Clyde (1967), la picardía de El graduado (1967) y el elogio a la contracultura de Easy Rider (1969). Era hora de retirarse.
Pese a todas las vanguardias y terremotos estilísticos y tecnológicos, más de cincuenta años después de su estreno, el encanto de La novicia rebelde sigue indeleble. En marzo de 2015 salió a la venta una edición en formato de blu-ray en alta definición, que incluye entre sus 13 horas de material complementario un nuevo documental “The Sound of a City: Julie Andrews Returns to Salzburg”. En ese mismo año -al conmemorarse cincuenta años de su estreno- la versión restaurada del filme se presentó en más de 500 teatros de Estados Unidos durante el mes de abril; tres libros conmemorativos fueron publicados y la obra teatral volvió a las tablas en muchos países. Fue toda una gran celebración, muy merecida para una cinta que nos ha acompañado toda la vida y que es capaz de seducir a las nuevas generaciones.
Las monjas del convento donde María era novicia se preguntaban cantando “¿Cómo resolver un problema como María?” sabiendo que no tenían respuesta. Nadie ha sabido en verdad que hacer con María, quizá lo único sea dejarla ser, dejarla que nos siga conquistando con su voz y su sonrisa allá en la pantalla.
Publicado en el suplemento “Generación” del periódico El Colombiano (Medellín, 08/03/15), págs. 14-15
©El Colombiano, 2015
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