Cuento de verano: Vicky Cristina Barcelona, de Woody Allen

Tras sus películas en Londres, llegó para Woody Allen el turno de filmar en España, la siguiente estación en un autoexilio europeo que lo puso cara a cara con el público y los medios que más admiran su obra. Barcelona lo recibió con los brazos abiertos y con algo más: el ayuntamiento local aportó un millón de euros y la Generalitat de Catalunya medio millón adicional para financiar la película, un curioso uso de los dineros públicos que generó controversia en su momento, tanta que Jaume Roures, presidente de Mediapro –la compañía catalana que produjo la película- anunció que otros dos proyectos futuros de Woody Allen para filmar allí habían sido cancelados.
El director fue claro al afirmar que elegía a España no por intereses creativos sino por qué, llanamente, le financiaban su película. Así pues, partamos con algo concreto en mente: que Vicky Cristina Barcelona (2008) se gestó con un compromiso y con unos intereses creados, no importa que sean tácitos y que Woody no sienta (por lo menos de dientes para afuera) que coaccionan su libertad creativa. Sin embargo desde el primer plano del filme se dedica a darles gusto a los productores, haciéndonos un recorrido turístico por las atracciones más obvias –no por eso menos hermosas- de Barcelona.

Vicky Cristina Barcelona (2008)
Se nota algo de impostura en esa inflexión del guión que aprovechó el hecho de que las dos protagonistas del filme, Vicky y Cristina, sean dos norteamericanas de paseo por la ciudad, y por ende sea obvio que las veamos recorriendo los lugares que figuran en todo catálogo turístico, sin pasar nunca más allá de la epidermis de una urbe que en este caso es sólo un telón de fondo pintoresco. El amor que este autor siente por Manhattan –derivado de su conocimiento profundo de esa ciudad- se transforma acá en una serie de lugares comunes que ni la cámara del vasco Javier Aguirresarobe logra insuflar de vida.
Pero bueno, lo singular del cine de este neoyorquino siempre ha sido la manera tan lúcida con la que nos presenta los conflictos y dilemas de sus personajes, reflejo de lo que implica ser adulto en una metrópoli diversa del primer mundo, y que Woody sabe captar en unos guiones brillantes donde el drama, pero -sobre todo- un elaborado humor cerebral nos habla de un autor construyendo, película a película, un universo propio. El inicio de la cinta parece prometedor en ese aspecto. Un narrador omnisciente nos presenta a las dos protagonistas, contrastando sus diferencias en relación con su pensamiento vital y afectivo. Parecemos en el mundo cinematográfico de Eric Rohmer, pero pronto nos damos cuenta que Vicky (Rebecca Hall) y Cristina (Scarlett Johansson) carecen de la hondura psicológica de los personajes del director francés y que ante todo las habita la confusión y el obnubilamiento pasional, víctimas de un guion –a pesar de los enredos derivados de un amorío a cuatro bandas- sin mayores sorpresas dramáticas.

Vicky Cristina Barcelona (2008)
El director no supo que hacer con los sentimientos de estas dos mujeres y las deja a la deriva, acompañadas de dos estereotipos españoles, el macho seductor (Bardem) y la española guapa que se deja llevar por la celotipia pasional (magnífica Penélope Cruz), que completan el cuadro de exotismo que ya se había iniciado con la ciudad.
A Woody no le fue posible captar la idiosincrasia, el necesario color local, e hizo una película simpática, pero aséptica y plana, dos palabras que no quisiéramos escribir a la hora de describir su cine.
Publicado en la revista Arcadia no. 40 (Bogotá, enero/09), pág. 44
©Publicaciones Semana S.A., 2009
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