El show debe empezar: Saturday Night, de Jason Reitman
-“¿Sabes siquiera que es este programa? Dímelo” –les espeta el jefe de talento de NBC, Dave Tebet a Lorne Michaels, el creador del programa “NBC’s Saturday Night”, cuando están a minutos de salir al aire por primera vez. Y este le responde: -“Es una trasnochada en la ciudad. Es atrapar a Richard Pryor en un centro de acogida o encontrar a Paul Simon rasgando en el fondo de un bar de mala muerte. Es conocer a una chica fuera de una bodega y tener suerte en una cabina telefónica. Es todo lo que piensas que va a pasar cuando te mudas a la ciudad. Ese es nuestro programa. Eso es Saturday Night”. Si la respuesta fue algo ambigua, abstracta y confusa –varias veces le han preguntado lo mismo, con diferentes respuestas- es porque en ese momento, el 11 de octubre de 1975, nadie sabía en realidad de qué trataba el naciente programa, ni en lo que se iba a convertir. Era un tiro al aire.
El director y guionista Jason Reitman hace en Saturday Night (2024) un tributo a un programa televisivo con el que crecieron él y varias generaciones de estadounidenses, una audiencia maravillada cada semana por el desparpajo, la creatividad, el humor y la anarquía que ha caracterizado siempre a ese show y a los comediantes que lo integran, los autodenominados en ese entonces “The Not Ready for Prime-Time Players” y que para ese episodio inicial eran nada menos que Andy Kaufman, Dan Aykroyd, John Belushi, Chevy Chase, Billy Crystal, Gilda Radner, Laraine Newman, Garrett Morris, George Carlin, Jim Henson y sus Muppets, y Michael O’Donoghue, que también era el jefe de los guionistas del programa. Todos absolutamente talentosos y muchos con un ego que superaba con creces su aún incipiente trayectoria.
Reitman quiso reproducir de la manera más fiel posible la adrenalina, la tensión y el caos que reinaba faltando hora y media para ese tambaleante debut y por eso la película está rodada en tiempo real, en 16mm y con largos planos secuencia, con una cámara acompañando casi siempre a un atribulado Lorne Michaels (Gabriel LaBelle) que trata de resolver el sinfín de conflictos gerenciales, técnicos y laborales que aparecen a última hora, atemperar los egos y apagar los incendios personales y colectivos que amenazan con dar al traste con este proyecto, por momentos incontrolable por la naturaleza misma –improvisada, amateur, rompedora e imprevisible- del programa que pretender hacer. Con más de 80 personajes en escena, la película es un río de murmullos y de agitación constante: Lorne Michaels habla con uno u otro, pasa al master, se reúne con los ejecutivos de la NBC, busca conciliar con los artistas, trata de organizar la programación para ese día, la banda ensaya sus canciones, los comediantes repasan sus sketches… no hay un momento de paz. La comedia y el drama surgen a la vez en Saturday Night: es la risa nerviosa que genera el no saber si el alambrista sin red del circo va lograr llegar hasta el otro lado de la cuerda floja sosteniendo diez platos en cada brazo.
Es obvio que aunque esta película se basa en hechos reales hay una romantización de los eventos, una mirada agradecida y compasiva frente a unos personajes –muchos de ellos aún vivos- que sacaron adelante una propuesta en la que muchos no creían y que definitivamente fue un parteaguas con la televisión que se hacía antes, Johnny Carson incluido. Veamos este ejemplo: buscando un jefe de iluminación de último segundo, Lorne Michaels baja al piso sexto del edificio de NBC a donde se está grabando un show de variedades, “The Rumpus Hour” que al son de música caribeña muestra a unas bailarinas haciendo una coreografía humorística junto al veterano showman Milton Berle, el mismísimo “Mr. Television”. Michaels mira el escenario, mira al jefe de piso prácticamente dormido y entiende que su propuesta es el futuro del espectáculo y que tiene que conseguir llevarla a cabo contra la incredulidad de todos. Es un momento de epifanía en medio del caos que probablemente no ocurrió, pero que refleja las ganas de una nueva generación de creativos y artistas por expresarse con una voz nueva, iconoclasta, desafiante, sin miedo.
Coral, episódica e interpretada por actores jóvenes de poco recorrido –la excepción es un magnifico Willem Dafoe y la casi omnipresente Rachel Sennott- Saturday Night, es un filme que puede toparse con el desinterés del público que nunca haya visto el programa, que no capte el estilo estadounidense de humor y que no sepa de su trascendencia en la cultura popular y como semillero de excelsos comediantes. Es probable por ello que la película tenga un impacto limitado fuera de las fronteras Norteamericanas, pero eso no disminuye la sensación de frenesí que provoca verla, la exaltación del último segundo antes de que el letrero “On Air” se encienda y el corazón dé un brinco.
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