Juegos calientes, guerra fría: Dr. Strangelove, de Stanley Kubrick

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“Es cierto que la noción de establecer un sistema de control específicamente diseñado para los periodos críticos sueña extraña. Pero su extrañeza se debe a que aún no hemos comprendido la naturaleza revolucionaria de nuestro mundo actual”
-Henry Kissinger, 1960

Pocos directores han tenido la independencia y la brillantez de Stanley Kubrick, el mismo que después de levantar una polvareda social, religiosa y moral con Lolita (1962), se propuso para su siguiente filme desmitificar la Guerra Fría y burlarse de todos aquellos que detentaban –ridículamente solemnes– el poder, fuera este político, militar, cultural o intelectual. La situación mundial era muy distinta en los años sesenta, con dos extremos políticos claros y antagónicos representados por Washington y Moscú, mientras en los Estados Unidos, en plena era de la crisis cubana, se padecían los estertores de una rabiosa fiebre anticomunista, avivada por grupos de derecha, racistas y de doble moral.

Desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, y durante los años cincuenta, el gobierno norteamericano diseñó una estrategia de censura y de manipulación de los medios y del público para que estos aceptaran la política oficial anticomunista y de acumulación de armas nucleares, bendición popular que se usó para mantener la economía de guerra que el país había tenido durante el conflicto bélico. De esa manera se moldeó un sentimiento nacionalista que de forma vigorosa apoyaba tanto el programa militar de desarrollo nuclear como la animadversión gubernamental hacia los soviéticos.

Stanley Kubrick durante el rodaje de Dr. Strangelove (1964)

Stanley Kubrick durante el rodaje de Dr. Strangelove (1964)

En ese entonces Hollywood terminó siendo una especie de departamento de relaciones públicas para el ejército. Con la excepción de unas escasas películas de ciencia ficción, el cine de Hollywood mostró la bomba atómica como un instrumento que había traído paz al mundo y que había ayudado a sostenerla durante la Guerra Fría. Además, la industria estaba produciendo filmes pro militaristas: casi sin excepción todas las películas mostraban una imagen positiva de las fuerzas armadas, las mismas cuya efectividad había sido probada en dos guerras mundiales y en la de Corea; las mismas que en su momento enrolaron a Frank Capra, George Stevens, John Huston, John Ford y Darryl Zanuck, hombres que formaron lazos de estrecha amistad con los militares durante su tiempo de servicio y que ahora lo demostraban con su cine. Si una película tenía el beneplácito de las fuerzas militares el propio ejército prestaba equipos y locaciones, y daba asesoría técnica y de procedimientos a los guionistas y productores.

George C. Scott en Dr. Strangelove (1964)

Hacia 1964 el studio system imperante por más de treinta años daba paso a los productores independientes, con la resultante desintegración de los lazos personales de Hollywood con el ejército. Crecía además una tendencia antimilitarista que dividiría en dos a la nación en la última parte de la década, azuzada por los vientos de Vietnam. Hollywood no era ajena a este hecho: en los primeros años de la década de los sesenta se realizaron filmes en contra del establecimiento y de los militares como The Victors (1964), que satirizó la –hasta la fecha– intocable imagen de las fuerzas armadas durante la Segunda Guerra Mundial y claro, el Dr. Strangelove (1964). La película de Kubrick surge en la tercera década de la Guerra Fría, menos de dos años después de la aguda crisis de los misiles cubanos y sólo un par de meses luego de que Kennedy y Kruschev firmaran un tratado que prohibía las pruebas atmosféricas de armas nucleares. Kubrick llevaba varios años interesado en el poderío militar y en la carrera armamentista de ambas potencias, y era asiduo lector de libros y revistas sobre el tema. Para este nuevo proyecto se distancia profesionalmente de James B. Harris, su productor y coguionista desde la época de The Killing (1956). Se ha dicho –ambos lo negaron– que se alejaron debido al enfoque que Kubrick quería darle al filme y que Harris no compartía. Este iniciaría una carrera independiente como director.

Créditos del filme elaborados a mano por Pablo Ferro.

Créditos del filme elaborados a mano por Pablo Ferro.

Fue Alastair Buchan, director del Institute for Strategic Studies, con sede en Londres, quién le sugirió a Kubrick leer Red Alert, una novela que Peter George había escrito en 1958 (publicada en Inglaterra con el título Two Hours to Doom y bajo el seudónimo de Peter Bryant), y que podría servirle como material para algún proyecto futuro. Cautivado por la historia se propuso filmarla tras negociar los derechos, pero, al tratar de adaptarla con la ayuda del propio Peter George prefirió despojarla de su tono dramático y convertirla –según sus palabras– en una “comedia de pesadilla”, (1) para lo cual contó con la ayuda de Terry Southern, el satírico novelista norteamericano autor de Flash and Filigree y de Candy, quien se incorporó al equipo de trabajo un mes antes de iniciar la filmación y le ayudó a hacer divertido y mordaz el guión, que transformó una trama novelesca convencional en una historia tan inverosímil como entretenida. “Southern aportó a la película un especial humor negro de los sesenta, influido por el showman Leny Bruce, el dibujante Jules Feiffer y las revistas satíricas de Nueva York”,(2) anota el biógrafo de Kubrick, John Baxter. Un interesante artículo de Film History publicado en 2008 da además una curiosa pista de la posible génesis del filme. Se trata de la lista de títulos destacados de cine y televisión que la revista Time publicó en su edición del 17 de febrero de 1961 y que en una misma página habla de Peter Sellers actuando en dos películas de estreno, refiere la dramatización televisiva de las operaciones de inteligencia soviética en los Estados Unidos (The Spy Next Door), menciona un debate sobre la fluorización del agua potable, e invita a ver un panel con Adlai Stevenson y Henry Kissinger, llamado “La estrategia mundial de los Estados Unidos como un Gran Poder”. (3) Se ve que Kubrick estaba atento: todos estos elementos están en su película.

¿Volveremos a encontrarnos de nuevo algún día soleado? 
Nacía entonces Dr. Strangelove or: How I Learned to Stop Worrying and Love the Bomb, impredecible desde su gigantesco título, traducido en España con el curioso e inexplicable nombre de ¿Teléfono rojo? Volamos sobre Moscú y en Latinoamérica exhibido como Doctor Insólito o: cómo aprendí a dejar de preocuparme y amar la bomba. En el filme, un comandante de una base militar (aparentemente moldeado a imagen del comandante Thomas Sarsfield Power, quien durante la presidencia de Kennedy tuvo a su cargo el control de la fuerza nuclear del país) da ordenes cifradas de ataque a un grupo de bombarderos que sobrevuelan cielo soviético, lo cual desencadena un incidente diplomático entre ambos países, agravado por el hecho de que los rusos han diseñado una “máquina del juicio final” creada para hacer desaparecer toda forma de vida si su país llega a ser atacado. Hasta acá es prudente contar, pero esperen a Peter Sellers caracterizado en tres roles distintos con tres acentos diferentes; a un maquiavélico científico alemán expatriado; a un avión B-52 cuyo equipo de comunicaciones ha sido averiado, ah; y no olviden a Vera Lynn cantando We’ll Meet Again.

George C. Scott y Peter Sellers en Dr. Strangelove (1964)

George C. Scott y Peter Sellers en Dr. Strangelove (1964)

Lo que todavía sorprende de la obra de Kubrick es la abierta manipulación de la premisa básica del filme, como era la del miedo del espectador ante el holocausto nuclear. Y no hablamos de cualquier espectador: uno que era parte de una sociedad que compartía su existencia con la bomba de hidrógeno. El propio director describía su filme como “una fantasía que trata de permanecer dentro del imperio de un comportamiento creíble”. (4) El filme refleja un momento de la historia de los Estados Unidos cuando el temor, la desconfianza y la sospecha impregnaban tanto a las políticas gubernamentales como a las creencias populares. ¿Era posible que un oficial de bajo rango iniciara la Tercera Guerra Mundial? En esos momentos, aparentemente sí. La gente vivía un clima de tensión generado por una guerra fría que en palabras de Eisenhower, en su discurso “Oportunidad para la paz”, pronunciado el 16 de abril de 1953, daba “una vida de perpetuo temor y tensión; una carga de armas que agota la riqueza y el trabajo de todos, una pérdida de fuerza que desafía el sistema americano”. (5) Y la película hurga en lo más profundo de esa ansiedad.

Peter Sellers en Dr. Strangelove (1964)

Desafiante, el director lleva al público a la Sala de Guerra del gobierno y a la cabina de un B-52 y los invita simplemente a mirar en qué inapropiadas manos se encuentra su destino, aumentando la sensación de impotencia y desesperanza que la gente sentía. Pero Kubrick no quería asustar a la gente: pretendía que se burlaran de esa situación extrema que les proponía. “Después de todo, qué podía ser más absurdo que la sola idea de dos megapotencias queriendo desaparecer toda la vida humana a causa de un accidente sazonado por diferencias políticas que parecerán tan sin sentido a la gente que vivirá dentro de un siglo, tal como los conflictos teológicos de la edad media nos parecen hoy”, (6) afirmaba. El director enfila sus baterías en contra de la retórica anti comunista que creó la necesidad de mantener fondos elevados para la defensa de la nación, así como contra el regocijo militarista de aquellos que apoyaban la política de disuasión nuclear.

George C. Scott como el General Turgidson en Dr. Strangelove (1964)

George C. Scott como el General Turgidson en Dr. Strangelove (1964)

Y si bien con la descripción que previamente hemos hecho es fácil suponer una vibrante trama de acción y suspenso, una epopeya militar con héroes impolutos que salvaguardan el honor de su patria, la verdad es que el Dr. Strangelove resulta ser todo lo opuesto: una sátira virulenta y tremendamente carnal en su aproximación realmente muy particular a este tema, consecuente de esta manera con los vientos de revolución sexual que soplaban en el mundo. Toda ella es una broma sexual, llena de dobles sentidos, símbolos eróticos y fálicos, y sugerentes alusiones al coito, partiendo por la escena que acompaña a los créditos diseñados a mano alzada por Pablo Ferro, que muestra el “acoplamiento” de dos aviones en pleno vuelo, mientras Try a Little Tenderness suena en la banda sonora; hasta llegar al momento final del relato donde un oficial monta a horcajadas una gigantesca bomba, cuya lúbrica significación es inocultable. La liberación de la tensión nuclear que Kubrick propone entonces es orgásmica, literalmente hablando.

Tracy Reed en Dr. Strangelove (1964)

Tracy Reed en Dr. Strangelove (1964)

Los apelativos, las situaciones, los equívocos, los detalles aparentemente triviales (el único papel femenino de la película lo interpreta Tracy Reed, una sensual actriz y modelo inglesa que era hijastra de nadie menos que del director inglés Carol Reed, y que en la película aparece como secretaria en el Pentágono y luego más tarde la vemos fotografiada desnuda en un ejemplar de Playboy, sólo cubiertas sus nalgas por un número de la revista Foreign Affairs donde aparece un artículo de Henry Kissinger, Strains on the Alliance) y los afilados diálogos del guión refuerzan la impresión de estar ante una alegoría sexual, y ni qué decir de los nombres de los protagonistas: el del presidente hace alusión, en términos vulgares, a la zona genital femenina; el comandante rebelde es Jack D. Ripper (Jack el destripador), Mandrake alude a la mandrágora, raíz afrodisíaca; un asesor militar es el general Buck (un ejemplar macho) Turgidson, el coronel que rescata la base es “Bat” Guano, el Premier ruso es Kissov (que suena como “kiss-off”), su embajador es Desadeski, y el mayor a cargo del B-52 “colonia de leprosos” es T. J. “King” Kong. En conjunto, una gran tomadura de pelo. La película subraya el machismo y la superficialidad de los protagonistas masculinos mientras minimiza el papel de la mujer, reduciéndolo al de un objeto sexual, aproximación esta que ni por asomo compartían filmes contemporáneos de temas políticos afines, como Seven Days in May (1964) de John Frankenheimer o Fail-Safe (1964) de Sidney Lumet.

Peter Sellers como el terrible Dr. Strangelove...

Peter Sellers como el terrible Dr. Strangelove…

Ya en lo estilístico, mención aparte amerita el trabajo del arquitecto y diseñador de producción de origen alemán Ken Adam, quien diseñó los decorados para las tres locaciones principales: la base de Burpelson, el interior del B-52 y la Sala de Guerra del presidente, inmenso y frío ámbito cuyo singular e increíble diseño fue construido en los londinenses estudios Shepperton, ante la imposibilidad de filmar en el Pentágono, pues el ejército –era de esperarse– no quiso ni siquiera leer el guión. Kubrick mismo dio los toques finales a esta escenografía, enorme circulo de luz rematado por una pared donde se despliegan varios mapamundis luminosos. A las escenas de rescate de la base rebelde se les dio un interesante tratamiento documental, subrayado por el uso de cámaras de mano, que el propio director evocará años después en el estilo sincopado y veloz de Nacido para matar (Full Metal Jacket, 1987), mientras que la ambientación dentro del bombardero es cerrada, oscura y claustrofóbica, reflejando la tensión que allí se desarrollaba, la que tiene su paralelo en la Sala de Guerra cuyas dimensiones empequeñecen a quienes discuten el futuro del planeta. Más de una semana de filmación se dedicó a una escena final en ese sitio, una graciosa guerra de pasteles que Kubrick –perfeccionista extremo– eliminó al final. ¿Sabían que Ken Adam llamó la atención de Kubrick por los decorados y la escenografía que hizo para la película Dr. No (1962)? Ya veremos que en este director nada es casual.

La sala de guerra diseñada por Ken Adam para Dr. Strangelove (1964)

La sala de guerra diseñada por Ken Adam para Dr. Strangelove (1964)

Todo este despliegue formal hubiera sido inútil de no contar con el concurso de un grupo de actores como George C. Scott, Sterling Hayden, Slim Pickens y con el talento histriónico de Peter Sellers, en el inicio del que sería su mejor momento como actor. Sellers venía de protagonizar una comedia menor de John Guillermin, Waltz of the Toreadors (1962) y Kubrick recordaba muy bien su labor como Clare Quilty en Lolita (1962), de ahí que no fue muy difícil que lograra interpretar tres papeles simultáneos, caracterizado de manera diferente para cada uno. Aunque el diálogo telefónico del presidente con el Premier ruso ebrio es antológico, su rol como el doctor Strangelove se roba todos los aplausos, con sus manierismos y tics, su acento alemán y su no disimulada ideología neonazi que pretende salvar a un puñado de hombres “con juventud, salud, fertilidad sexual, inteligencia y destrezas necesarias” –miembros del gobierno y del ejército incluidos– de la radiación nuclear refugiándolos en las minas del país y acompañándolos con diez mujeres por hombre, elegidas ellas por poseer “características sexuales de naturaleza altamente estimulante” y así poder repoblar el planeta. Este tipo de roles múltiples no eran ajenos a Kubrick que ya los había utilizado en Fear and Desire (1953), pero de una manera menos elaborada que aquí.

Tracy Reed como Miss Scott en Dr. Strangelove (1964)

Tracy Reed como Miss Scott en Dr. Strangelove (1964)

Muchos años han pasado, la actual faz geopolítica del planeta no podía ni soñarse durante la década en la que se estrenó el Dr. Strangelove, pero su mensaje antimilitarista y burlón sigue escuchándose claro y fuerte como en aquellos años sesenta en que ayudó a nutrir a una generación disidente de las ideas de sus mayores. Su humor no ha envejecido un ápice, pero aquellos a quienes iban dirigidos sus ataques ya son historia o mejor aún, fueron olvidados por ella misma en un acto de justicia que el tiempo se encarga –implacable– de darnos.

Epílogo misterioso 
¿De dónde surgió el nombre de Strangelove? Obviamente no es la traducción literal de Merkwürdigliebe, como aparece en la película. Aunque muchos piensan que sale del Secretario de Defensa del gobierno de Kennedy, Robert Strange McNamara, el académico Grant B. Stillman ve ahí un homenaje a la película de James Bond Dr. No –ya sabemos que Kubrick la había visto– en la que hay un agente de la MI6 británica, jefe de una estación jamaiquina, llamado Jack Strangeways, que es asesinado en los primeros minutos del filme. Otro Strangeways aparece en la segunda versión de El amante de Lady Chatterley. Este “despotrica acerca de derribar comunistas con una ametralladora y de premio obtener trabajo como semental repoblando un mundo post apocalíptico”. (7) Suena conocido, ¿no?

 

Referencias:
1. Gene D. Phillips, “Stop the World: Stanley Kubrick”, en: Gene D. Phillips, ed., Stanley Kubrick: Interviews, Jackson, Mississippi, University Press of Mississippi, 2001, p. 148.
2 John Baxter, Stanley Kubrick: Biografía, Madrid, T & B Editores, 2005, p. 174.
3. Grant B. Stillman, “Two of the MADest scientists: where Stangelove Meets Dr. No; or, unexpected roots for Kubrick’s cold war classic”, Film History, Bloomington, vol. 20, núm. 4, 2008, pp. 488-489.
4. Allan Morrison, “Director Says Movie Industry ‘Must’ Use More Negroes”, Jet Magazine, Chicago, vol. 25, núm. 22, marzo 19 de 1964, p. 61.
5. “Chance for Peace Speech, American Society of Newspaper Editors April 16, 1953”, sitio web: Dwight D. Eisenhower Memorial Commission, disponible en: http://www.eisenhowermemorial.org/pages.php?pid=257, consulta: noviembre 10 de 2012.
6. Thomas Allen Nelson, Kubrick, inside a film artist’s maze, Bloomington, Indiana University Press, 2000, p. 85.
7. G. B. Stillman, op cit., p. 495.

Publicado originalmente en la revista Kinetoscopio Nos. 56-57, (Medellín, vol. 11-12, 2001), pp. 154-157. 
©Centro Colombo Americano de Medellin, 2001.

©Todos los textos de www.tiempodecine.co son de la autoría de Juan Carlos González A.

Kubrick allá arriba rodando una escena con Tracy Reed en Dr. Strangelove (1964)

Kubrick allá arriba rodando una escena con Tracy Reed en Dr. Strangelove (1964)

Kubrick conversando con Peter Sellers caracterizado como el presidente Merkin Muffley en Dr. Strangelove (1964)

Kubrick conversando con Peter Sellers caracterizado como el presidente Merkin Muffley en Dr. Strangelove (1964)

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