Marx y Monet: Le Havre, de Aki Kaurismäki

Compartir:

Desde hoy jueves y hasta el sábado, en el marco de Eurocine, se presentará en Bogotá la película Le Havre (2011) del director finlandés Aki Kaurismäki, filme que se anuncia que estará en la cartelera comercial del país a partir del 18 de mayo. Aspirante a la Palma de oro en Cannes hace un año, esta película fue recibida con especial beneplácito y es fácil entender por qué. En estos tiempos el cine parece haberle dado la espalda a los relatos que nos recuerdan que ante todo somos comunidad, mientras privilegia filmes con protagonistas individualistas y egoístas. Esta historia –que en manos de los hermanos Dardenne se podría haber convertido en un drama de aguda, efectista y aleccionadora resonancia social- está construida como una fábula optimista en la que unos vecinos de un barrio popular del puerto francés de Le Havre protegen a un niño prófugo, un inmigrante africano que iba en camino a Londres a reunirse con su madre.

Kaurismäki -idealista y compasivo- quiere darle la oportunidad a sus personajes de hacer algo que les permita tener un propósito común, actuar como un grupo, demostrar que aún hay espacio para la solidaridad y la generosidad, dos palabras aparentemente en desuso. Marcel Marx y su esposa Arletty son seres absolutamente anónimos, como lo son sus vecinos. Él trabaja de lustrabotas, ella es ama de casa. Arletty se enferma, Marcel encuentra un inmigrante en busca de refugio, cuya pista sigue el Inspector Monet. La historia es de gran sencillez, pero contada con especial cariño.

Si lo que se nos cuenta es simple, la forma en que lo hace no lo es. El cine de Kaurismäki está reflejado con propiedad en el estatismo deliberado de las escenas, en la teatralidad, en la puesta en escena reducida a lo básico, lacónica, controlada al extremo. Incluso ciertas situaciones que requerirían muchos decorados, extras y elaborada ambientación son simuladas con ruidos y voces. La cámara se mueve muy poco, solo hay algunos desplazamientos laterales tímidos. Cuando en una escena vemos correr al niño con un perro, nos damos cuenta de qué tan inmóviles son los demás personajes que hemos visto hasta ahora. En esa decisión estilística hay ironía, pero no cinismo en este director. Es simplemente su manera de hacernos ver el aislamiento y las carencias afectivas que padecemos hoy.

Kaurismäki no aspira al realismo, ni en lo narrativo ni en lo formal. Aspira a sensibilizarnos, a darnos un momento de calma para que pensemos –por fin- en el otro. No tenemos como agradecerle.

Publicado en el periódico El Tiempo (Bogotá, 26/04/12). Pág. 20
©Casa Editorial El Tiempo, 2012

Le-Havre-Poster

Compartir: