Palabras vs. significados: Policia, adjetivo, de Corneliu Porumboiu

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Los inescrutables misterios de la distribución de cine en Colombia han obrado un milagro: que hayamos podido ver en los últimos años una valiosa selección del prometedor cine rumano actual. Títulos como 4 meses 3 semanas y 2 días, La muerte del Sr. Lazarescu y 12:08 al este de Bucarest han pasado por nuestras pantallas, mostrando factores comunes como economía de recursos, efectividad narrativa y una mezcla de exposición y denuncia de los años bajo el régimen de Ceausescu y las profundas huellas, aún visibles, que tal dictadura imprimió sobre esa sociedad.

De ese cine rumano -que incluye obras como California Dreamin’, de Cristian Nemescu, y Cómo celebré el fin del mundo, de Catalin Mitulescu- proviene también Policía, adjetivo (Politist, adj., 2009), de Corneliu Porumboiu, el mismo director de 12:08.

La propuesta formal (planos largos, estáticos) y narrativa del filme es muy exigente, pero está resuelta con tal brillantez, que vale la pena que el espectador para quien el cine sea un instrumento de reflexión se arriesgue a dejarse envolver por esta película, que nos cuenta de Cristi, un policía encubierto, que vigila durante días a un adolescente consumidor de hachís, mientras trata de averiguar quién se lo provee. La dosis personal de droga está penalizada en Rumania y se dan situaciones tan particulares como la de un detective dedicado de tiempo completo a seguir a un consumidor anónimo.

La película se explaya en el seguimiento del muchacho, a quien siempre vemos de lejos, mientras acompañamos a Cristi a soportar la desazón de las horas vacías. Sin pretenderlo, los espectadores nos convertimos en los persecutores del policía: sabemos sus rutinas, espiamos su vida personal, entendemos el tamaño de sus conflictos éticos.

Conflictos que expone frente a su capitán (en una secuencia de veinte minutos constituida por un plano fijo que solo se mueve brevemente en sentido horizontal), que simboliza el pensamiento monolítico totalitario, que no le permite a Cristi -como representante del Estado- interpretar palabras como conciencia, ley o moral. La base lingüística de la antigua represión oficial continúa incontrovertible. Enfrentando las objeciones de su subalterno con el significado de ciertos términos, el capitán lo lanza a un vacío de dudas semánticas, mientras le recuerda sus deberes patrios.

Cristi no tiene salida, como quizá tampoco la tuvieron los policías rumanos que muchos años antes no pudieron cuestionar las órdenes que sus superiores les dieron, sin que mediara siquiera alguna discusión dialéctica. Ustedes ya saben qué pasó.

Publicado en el periódico El Tiempo (Bogotá, 24/06/10). Pág. 1-18
©Casa Editorial El Tiempo, 2010

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