Retratos de una obsesión: Los westerns de Anthony Mann con James Stewart

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“Hubo un tiempo en que los héroes de las historias éramos todos perfectos y felices, al extremo de ser completamente inverosímiles”
– Julio Garmendia, El cuento ficticio

“Si el Stewart de antes de la Guerra representaba algo esencialmente Norteamericano, el Stewart de la posguerra representó algo completamente universal. Es difícil pensar de otra estrella americana que rehiciera su propia imagen tan a fondo, con tanta valentía”
– Martin Scorsese

Will Lockhart (interpretado por James Stewart) ha encontrado, en el camino entre Laramie y Coronado, los restos chamuscados de un destacamento de soldados de la caballería del que su hermano hacía parte, y que fue masacrado por los apaches. Entre las ruinas encuentra un sombrero y, mientras lo sostiene pensativo con su mano derecha, lo interrumpe Charley (Wallace Ford), un viejo compañero de la travesía:

-“El quedarse aquí pensando en ello no lo traerá de regreso”.
A lo que Lockhart responde: -“No. Pero me recuerda lo que vine a hacer a este lugar”.
-“El odio es impropio en un hombre como usted. En algunos hombres se nota”, replica Charley, que lo convida a un café.

La escena está al inicio de The Man from Laramie (1955), el último de los cinco westerns que James Stewart hizo para el director Anthony Mann, y realmente es muy significativa, porqué la frase final de Charley se antoja una afirmación consecuente con la imagen que James Stewart se había construido en el cine y que sin duda su público le estaba reclamando: la del héroe de moral impoluta y naturalismo provincial de las películas que protagonizó para Frank Capra, como You Can´t Take It with You (1938) y Mr Smith Goes to Washington (1939); la del franco hijo de vecino que conquistó a una heredera caprichosa en The Philadelphia Story (1940); la del empleado de corazón de oro de The Shop Around the Corner (1940) y, sobre todo, la del patriota comprometido que se unió a la Fuerza Aérea de su país durante la Segunda Guerra Mundial, voló veinte misiones de combate sobre los aires europeos, fue promovido a Coronel durante la Guerra y que en 1959 llegaría a ser Brigadier General. Era “Mr. America Everyman”, el elegido para protagonizar en la pantalla a símbolos tan americanos como Glenn Miller (The Glenn Miller Story, 1954) o Charles Lindbergh (The Spirit of St. Louis, 1957), gente sin tacha, sin dobleces. Gente como él.

James Stewart recibiendo una de sus múltiples condecoraciones militares.

James Stewart recibiendo una de sus múltiples condecoraciones militares.

Pero algo pasó. Stewart -natural de Indiana, Pennsylvania- había iniciado su carrera primero como actor en el teatro universitario y luego en Broadway, y al término de la Segunda Guerra Mundial volvió en 1947 a las tablas para protagonizar Harvey durante tres exitosos años. Stewart quería llevar la obra al cine y así se lo hizo saber a su agente, Lew Wasserman. En el verano de 1949 este se reunió con el jefe de Universal Studios, William Goetz, a la sazón yerno de Louis B. Mayer. Wasserman le ayudó a comprar los derechos de Harvey, pues su autora Mary C. Chase, también era una de sus representadas. Goetz le ofreció a Stewart doscientos mil dólares y una parte de las ganancias netas del filme. Su agente quería que la negociación incluyera una segunda película y acordó con Goetz que el actor participaría en ambas, sin salario, pero con el 50% de las ganancias, algo inusual en esos momentos. El contrato enfureció a Mayer, quien acusó a Stewart y Wasserman de ser responsables de destruir lo que quedaba del studio system. Y, para rematar, sacó a Goetz de su testamento.

Goetz tenía entre manos un proyecto modesto, a ser dirigido por Fritz Lang, Winchester ´73. Y sugirió que este fuera el segundo filme del trato. “De entrada me gustó el guion de Winchester ´73. Por primera vez tenía un personaje rudo que interpretar. Me gustaba la idea de un hombre que era impelido por algo. Le da al personaje sombras de luz y oscuridad. Y todos esos westerns que hice…en Universal en los cincuenta…fueron así”, afirmaba el actor, quien resultaría ganando cerca de seiscientos mil dólares por el filme. Esos westerns fueron dirigidos por Anthony Mann, quien entró a Winchester ´73 cuando Fritz Lang fue retirado, luego de conceptuar que Stewart, ahora de 42 años, no era lo suficientemente fuerte como para interpretar al protagonista. El actor hizo que le exhibieran las películas de Mann e impresionado por lo que vio, lo escogió para dirigir la película.

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Decía Stewart: “Yo estaba tratando de encontrar una forma de restablecerme como actor protagónico de cualquier tipo. Y Tony Mann estaba tratando de avanzar en su carrera. Teníamos las mismas ambiciones a la vez, así que tuvimos fortuna en el mismo momento. Uno tiene suerte o no la tiene. Yo la tuve”. Gloria Hatrick, la esposa del actor, afirmaba que “El único interés de Jimmy al hacer estos westerns fue cavar profundo en su lado oscuro y descubrir si él era el actor que creía ser. Quería poner kilómetros entre Mr. Smith y esos antihéroes de los filmes de Mann”. El resultado de esta unión, tal como lo afirmaba el crítico Luis Alberto Álvarez (periódico El Colombiano 30 de marzo de 1986, página 10B), es “la obra más rica y personal en el género [del western] en los años cincuenta”, opinión que confirma el productor Aaron Rosenberg, responsable de tres de los cinco filmes: “La gente a menudo afirma que la unión de John Ford y John Wayne ayudó a definir el western después de la guerra. Yo pienso que, a excepción de The Searchers, ellos crearon un Oeste que nunca pareció muy real. Demasiado romántico. Pero Mann y Stewart definieron el western en términos más modernos. Era duro, sin compromisos, nunca blanco y negro. Estos filmes cambiaron el western para siempre”.

Tony Mann

Anthony Mann, 1906-1967

¿Y quién era Anthony Mann? Bautizado como Anton Emil Bundesmann, había nacido en San Diego, California, el 30 de junio de 1906. Durante la Primera Guerra Mundial sus padres se trasladaron a Nueva York, donde creció y estudió. Tras la muerte de su padre en 1923 dejó la escuela para trabajar en el teatro, centrando su carrera en el Triangle Theater en Greenwich Village. A finales de la década llegó a ser gerente de producción del Theatre Guild. A principios de los treinta debutó como director teatral y llamó la atención de David O. Selznick, quien en 1938 lo contrató como busca talentos en la costa este y luego como director de reparto en Hollywood, realizando screen tests (pruebas delante de cámaras para buscar actores) para proyectos como Lo que el viento se llevó (Gone with the Wind, 1939) y Rebecca (1940). Tras dejar a Selznick llegó a la Paramount donde trabajó como asistente de dirección de Preston Sturges en Sullivan´s Travels (1941) y por fin como director en la olvidada Dr. Broadway (1942). Su estadía en la Paramount fue breve y pasó rápidamente a dirigir proyectos de serie B en Universal, Republic y RKO (la mayoría musicales, thrillers y melodramas). De esa época deben destacarse Strangers in the Night (1944) y sobre todo The Great Flamarion (1945), una rareza protagonizada por Erich von Stroheim y Dan Duryea.

Habiendo aprendido el oficio empieza a destacarse en el cine negro, realizando una seguidilla de trabajos de notable calidad, como Desperate (1947), Railroaded (1947) y He walked by Night (1948) -no acreditada-. Trabajando para el pequeño estudio Eagle-Lion se une al cinematografista hungaro John Alton y entre los dos crean clásicos como T-Men (1947) y Raw Deal (1948). Con su film noir altamente estilizado, ambos captan la atención de Dore Schary, quien una vez llega a la cabeza de la MGM los contrata. Border Incident (1949), con Ricardo Montalban, y Devil´s Doorway (1950) son los dos últimos proyectos que Mann y Alton realizan antes que sus carreras se separen. Devil´s Doorway fue un western y ese mismo año Mann realiza otros dos, The Furies en Paramount y Winchester ´73 para Universal.

BOTR
La película, basada en una historia de Stuart Lake, contó con un guion de Robert Richards y de Borden Chase, seudónimo del escritor y guionista neoyorquino Frank Fowler, quien sería el autor de tres de los cinco westerns del duo Mann-Stewart. Estrenada en julio de 1950, Winchester ´73 tuvo un gran éxito. En 1952 volverían a estar juntos para Bend of the River, de nuevo con guion de Chase. Recuerda el productor Rosenberg que “Tony Mann ayudó a formar la imagen de western de Stewart. El estilo de Mann es más realista que el de Ford. De hecho, Mann, yo creo, realmente creó el tipo de western auténtico, real y violento. Jimmy Stewart no usaba un sombrero blanco, sino un sombrero roñoso y teñido de sudor. Mann quería que él luciera como si no se hubiera bañado en meses. Logró que el actor mantuviera la mugre en la ropa cada día. Y si no lucía lo suficientemente sucio, Mann recogía un puñado de tierra y se lo arrojaba encima. Jimmy se quedaba de pie y le decía: “Vamos, Tony, ensúciame. Todavía luzco demasiado limpio.”

Su tercer western fue The Naked Spur (1953), realizado para MGM porqué tanto el contrato del director como el del actor con Universal no eran de exclusividad. En esta ocasión el guion estuvo firmado por Sam Rolfe y Harold Jack Bloom, debutantes ambos en el oficio. Después vendrían otras dos películas con Mann distintas al western, Thunder Bay (1953) y The Glenn Miller Story (1953).

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The Far Country (1955) es el western más débil del grupo. Aunque de nuevo se unieron a Borden Chase las cosas no funcionaron: recordaba Rosenberg que “Pasamos meses en post producción tratando de reparar las partes que no funcionaban. Tenía fallas reales que no resultaron tan evidentes cuando estábamos filmando. Creo que todos pensábamos que vinimos a hacer un western tan bueno como los otros y estábamos equivocados. Aunque rodamos en 1953 y en 1954, no se estrenó hasta 1955”. Inmediatamente dejarían de lado el western para rodar juntos Strategic Air Command (1955), en el que Stewart plasmaría sus vivencias de guerra.

Determinado a encontrar de nuevo un éxito, Mann abandonó a Rosenberg, a Universal y a Borden Chase, para trabajar con el productor William Goetz en Columbia en un argumento de Philip Yordan y Frank Burt: The Man from Laramie, inspirado en El Rey Lear y filmado en CinemaScope y que de alguna forma es la suma de los otros cuatro largometrajes. “Quise recapitular, de alguna manera, mis cinco años de colaboración con James Stewart: [The man from Laramie] destiló nuestra relación. Retomé temas y situaciones llevándolas al paroxismo”, afirmaba el director. Una violenta y pesimista historia de venganza, la película incluye una escena en que el personaje de Stewart es enlazado y arrastrado por el suelo a través de una fogata. El actor rememoraba el momento: “Sentí que era muy importante que yo mismo hiciera la escena sin requerir un doble. Era terriblemente peligrosa… pero se vería mejor si el público veía que era yo a quien arrastraban… y Mann, que usualmente me dejaba que yo fuera mi propio doble, dijo que era demasiado peligroso y que mejor usara uno. No me rendí… seguí insistiendo e insistiendo, hasta que finalmente accedió, sin que se mostrara muy feliz por ello. Bien… rodamos la escena… en una sola toma. Eso es todo lo que se requirió. Y Mann se mostró aliviado cuando vio que me puse de pie y caminé sin problemas. Fue una escena que todo el mundo recuerda. Y no hubiera funcionado la mitad de bien si hubiera usado un doble. Creo que puse a Mann al borde de un ataque de nervios por un tiempo”. La película fue un éxito de público y crítica cuando se estrenó en 1955 y todos se preguntaban cual sería el próximo proyecto de ambos. No sospechaban que en menos de un año tendrían un altercado y que no volverían a trabajar o a hablarse nunca más.

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Stewart hizo The Spirit of St. Louis con Billy Wilder, que tuvo mal recibo, y confiaba volver por la senda del éxito con otro western. Volvió a convocar al productor Aaron Rosenberg en Universal, vinculó al guionista Borden Chase y quiso que Mann dirigiera el proyecto, llamado Night Passage, que contaría la historia de dos hermanos –Stewart y Audie Murphy- situados a ambos lados de la ley. Mann participó de la preproducción y filmó algunas de las escenas de apertura, pero nunca estuvo del todo convencido.

Recuerda Rosenberg: “Tony no estaba feliz. No le gustaba el guion. Comparado a sus otros westerns con Jimmy este no tenía peso, y yo estaba de acuerdo. Después de empezar a trabajar, Mann se me acerco y dijo: “No puedo seguir. Renuncio”. Yo le dije, Pero estarás decepcionando a Jimmy, decepcionándome a mí”. Me dijo, “Acepté hacer Thunder Bay y Strategic Air Command. Incluso hice The Glenn Miller Story para Jim. Pero no voy a hacer esta basura”. Cuando Jimmy oyó esto tuvieron una muy fuerte discusión. Todo lo que sé es que fue tan grave que Tony acusó a Jim de sólo querer hacer un western para poder tocar su acordeón –tal como lo hizo en el filme- y Jim estaba tan ofendido que nunca volvió a hablarle a Mann. Yo esperé que Jim también renunciara a la película, pero se negó a irse. Para empezar respetaba mucho a Audie Murphy por su sobresaliente desempeño en la Guerra. Además le gustaba la idea de interpretar al héroe en un western. Pienso que se había cansado de interpretar al anti héroe, el hombre con rabia en su corazón que lo lleva a la violencia. Incluso logró cantar un par canciones, algo que Tony Mann objetaba”. Universal contrató a James Neilson para que dirigiera la película. No pudo evitar que Night Passage fuera el peor western de Stewart. Nunca lograría con el western lo que alcanzó con Mann. Una asociación magnifica llegaba a su fin.

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Es difícil alcanzar a captar hoy en día el riesgo que para James Stewart representó empezar a aceptar roles alejados de la imagen de la persona idealista y noble que se había forjado en la pantalla. Puede que en la memoria colectiva sean los filmes que rodó para Alfred Hitchcock los que el público supone hayan representado esa ruptura histriónica, particularmente Vértigo (1958), pero si vamos a ser completamente justos, fue ¡Que bello es vivir! (It´s a Wonderful Life, 1946) –hoy considerada la película navideña por excelencia- la primera donde hubo una inflexión evidente, un descenso hacia la oscuridad y el pesimismo en su papel de un hombre que ha sacrificado sus sueños en pro de los demás y que ahora, con todos los caminos cerrados no ve otra salida a sus problemas distinta al suicidio. Sin embargo la aparición de lo sobrenatural convierte a esta película de Capra en una fábula consecuente con los valores positivos que este director impulsó siempre.

Fueron entonces sus películas junto a Anthony Mann las que con toda decisión sacaron a flote esos rasgos negativos -contradictorios, neuróticos y enfermizos- que subyacían a una personalidad fílmica aparentemente transparente y segura, y que en términos cinematográficos representaban una reevaluación crítica de los valores norteamericanos de los años treinta, sacudidos por la guerra de la década siguiente y que empezaban a sumirse en el pesimismo de la guerra fría en los años cincuenta, con su carga de paranoia, egoísmo y desconfianza.

Winchester ´73 (1950)

Winchester ´73 (1950)

Los guiones de Chase, Richards, Rolfe, Bloom, Yordan y Burt convertidos en las películas de Mann nos muestran casi siempre al mismo personaje, un solitario atormentado y obsesionado (el papel que interpreta Stewart) que está definido por su pasado, por los lastres que arrastra y que lo han convertido, al estancar su devenir existencial, en un ser violento, frío y sin corazón, caracterización con ecos muy claros del film noir que Mann venía de realizar. “No necesito a nadie. No necesito ayuda. Puedo cuidarme solo”, afirma Jeff Webster (Stewart) en The Far Country, y alcanzamos a entender el nihilismo y la desesperación vital que lo corroen, la pena que siente, el dolor que le han causado a un hombre que sin duda busca tan sólo que lo dejen en paz, algo que también le ocurría a Glyn McLyntock (Stewart), en Bend of the River, deseoso de cambiar de vida, de empezar de nuevo. Lo más curioso es que la búsqueda de esa paz parece, en estos filmes, sólo lograrse con la satisfacción de una venganza. Un vaquero, Lin McAdam (Stewart), persigue al asesino de su padre en Winchester ´73, para revelarnos al final que el criminal se trata de su propio hermano; otro, Will Lockhart, buscará a los que le vendieron rifles a los apaches que mataron a su hermano en The Man from Laramie. De una u otra forma no descansarán hasta lograr su cometido, nada parece detenerlos, no hay razones suficientes que los disuadan, están enfermos, con sed de sangre.

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En estos filmes la violencia importa, como bien lo señaló el historiador de cine Robin Wood, aquí sentimos el dolor y el sufrimiento en un plano auténticamente visceral. En Winchester ´73 hay una escena casi inverosímil por lo violenta: Lin McAdam encuentra en una cantina a Waco Johnnie Dean (Dan Duryea), un bandolero que puede revelarle donde está el asesino de su padre. Tras un breve diálogo, McAdam lo atrapa por detrás y le dobla un brazo con fuerza, mientras le aprisiona la cabeza con su brazo. En esos ojos desorbitados de James Stewart, en esa mirada aterrorizante, en esa expresión inenarrablemente dura vemos a un hombre al borde de la locura, preso de unos demonios interiores que no le dan tregua y que borran la frontera entre los personajes “buenos” y “malos”. Esa de McAdam es la misma actitud amenazadora de Glyn McLyntock en Bend of the River cuando lo dejan malherido y a su suerte para que muera en el camino. Mirando a Emerson Cole (Arthur Kennedy) pronuncia -enardecido por la ira y el dolor- unas palabras que tienen el peso de una amenaza que sabemos va a cumplir: “Me verás. Me verás. Cada vez que te acuestes por la noche, mirarás detrás de tuyo y te preguntarás si estoy ahí. Y una noche estaré ahí. Me verás…” y así mismo es lo que subyace a la búsqueda sin tregua del caza recompensas Howard Kemp (Stewart) en The Naked Spur, un hombre que no vive, que sólo subsiste para lograr su cometido: atrapar a Ben Vandergroat (Robert Ryan), un asesino prófugo, y con el dinero obtenido recuperar sus tierras, arrebatadas cuando estaba luchando en la guerra civil.

A propósito de este filme relataba Stewart que, ” Creo que el filme se destaca hoy porqué estaba adelantado a su tiempo. Es como esas películas de Clint Eastwood donde ninguno de los personajes es del todo bueno o malo. Ni siquiera el personaje de Janet Leigh. Incluso Robert Ryan tenía sus momentos cuando el público simpatizaba con él. Pero tenía que ser el más malo de todos para que su destino estuviera justificado. Pero sobre todo… me gustaba yo mismo. Yo era ese hombre que estaba como poseído. Tenía un demonio que lo dominaba. Tenía una violencia que lo estaba volviendo loco”. The Naked Spur es el más límite de los cinco westerns, el más extremo, el más patológico en la descripción perfecta de los abismos psicológicos de la obsesión. Si en los otro cuatro filmes el personaje de Stewart podía contar con por lo menos un amigo, aquí esta a la deriva, fluctuando entre alianzas por conveniencia y la desconfianza absoluta hacia cualquier ser humano.

LARAMIE

The Man from Laramie (1955)

A pesar de la cáscara dura -casi impenetrable- que envuelve a estos personajes, dentro de ella se esconde un hombre frágil y vulnerable, un ser lleno de sentimientos encontrados, de sueños inalcanzables cuando ya no rotos. Estos westerns humanizaron el género, le quitaron el aura mitológica y la visión poética de las películas de John Ford y los pusieron a la altura de los espectadores del común, sorprendidos al notar que los cowboys sufren, caen, se enfurecen, lloran, tienen sed y sobre todo, que están solos en medio de un paisaje que los empequeñece. Y si la puesta en escena, tal como se afirma, define a los personajes, en estas películas la locación se convierte también en inesperada protagonista. Deseoso de filmar en escenarios naturales, Mann opta por lo agreste, por la alta montaña, por la frontera norte, por hacer –incluso- un western sin pueblo, como es The Naked Spur, que transcurre todo en las montañas camino a Abilene, Kansas.

The Far Country (1954)

The Far Country (1954)

“¡Nunca entendí porqué todos los westerns están rodados en paisajes desiertos! John Ford, por ejemplo, adora Monument Valley, pero yo conozco Monument Valley muy bien y no todo el Oeste es así. De hecho, el desierto sólo representa una parte de del Oeste americano. Yo quería mostrar las montañas, las cataratas, las áreas boscosas, las cumbres nevadas: […] los personajes emergen más detalladamente en un entorno así”, afirmaba el director, quien llenó la pantalla de verde, de ríos, de nieve, de lagos de sal, de empinados acantilados y rocosas colinas. La tierra en todo su esplendor, la tierra por la que sus personajes luchan por colonizar (Bend of the River), explotar (The Far Country), recuperar (The Naked Spur) o arrebatar (The Man from Laramie) y que en ocasiones sólo les sirve como última morada, como tumba natural, pues el director aprovecha lo abrupto de la naturaleza como escenario privilegiado de los sangrientos clímax de sus filmes. Antes de llegar hasta allá hemos presenciado un largo viaje, que aunque extenso en términos de kilómetros recorridos, lo es aún más si pensamos que la jornada ha sido dentro de la mente de un hombre escéptico, individualista, desarraigado y lleno de dudas morales, obsesiones y traumas. Un héroe frágil, quizá demasiado humano para su propio bien.

Este es el personaje que James Stewart se atrevió a hacer para Anthony Mann y estos fueron los westerns que ambos realizaron. Nunca dejaremos de agradecerles –y la historia del cine tampoco- el reto que asumieron.

Publicado en la Revista Universidad de Antioquia no. 289 (Medellín, julio-septiembre /07). Págs. 132-139
©Editorial Universidad de Antioquia, 2007

©Todos los textos de www.tiempodecine.co son de la autoría de Juan Carlos González A.

James Stewart y Anthony-Mann (sentado) durante el rodaje de uno de sus westerns

James Stewart y Anthony-Mann (sentados) durante el rodaje de uno de sus westerns

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