Ser Lucille Ball no es nada gracioso: Being The Ricardos, de Aaron Sorkin
Tendemos a pensar, sobre todo cuando somos niños, que el personaje que vemos en la pantalla chica o grande es equivalente a la persona detrás de ese personaje: que el actor y su caracterización siguen siendo una sola cuando el televisor se apaga o la película concluye. No pensamos en su vida privada como algo aparte y quizá diametralmente distinta al de la interpretación que nos hace reír, estremecernos o llorar en un filme o en un seriado de televisión. Pero la realidad es otra. El artista y su actuación son entes diferentes.
A Lucy la conocimos hace décadas en varias versiones de su show de televisión y ahí siempre fue la misma, no importa cómo se llamara el programa: era un ama de casa hacendosa, ingenua y torpe, con una capacidad inusitada para meterse en problemas, y dotada de una enorme gestualidad: lo suyo era la comedia física y ahí era imbatible. Pero la Lucy de la televisión no era la misma detrás de cámaras: ahí estaba Lucille Ball y no importa que su esposo dentro y fuera del programa fuera el mismo –Desi Arnaz- la que encontramos ahí afuera era una ejecutiva profesional, celosa, perfeccionista y sensual, con una aguda capacidad para visualizar mentalmente los mejores gags para su programa, por encima de la opinión de los libretistas.
Quizá si algo ha desencantado al público que vio Being The Ricardos (2021), escrita y dirigida por Aaron Sorkin, es ver desacralizada la imagen impoluta de Lucille Ball y en cambio verla descrita como probablemente era en la vida real, con esa frialdad que exhibe y ese temperamento que no admitía errores ni traiciones. Lo suyo era una empresa comercial, una marca registrada a perpetuar, un matrimonio a defender. Ella y Desi Arnaz eran dueños de un emporio televisivo, sabían del poder que detentaban y lo hacían valer ante productores y ejecutivos del estudio de televisión. No eran mercenarios, ella y Arnaz eran una pareja que estaban convencidos de su valía y como tal se comportaban. No esperen un par de aficionados haciendo un sitcom de éxito: esperen dos personas de fuerte personalidad empeñadas en mantenerse en la cima.
Aunque la película se llame Being The Ricardos, haciendo alusión al apellido del personaje de Arnaz en I Love Lucy – Ricky Ricardo, esta no es una historia sobre lo que ocurre en el plató de grabación del programa, sino fuera de él, cuando no están interpretando a los Ricardo sino siendo los Arnaz, un matrimonio interracial (él era cubano y ella estadounidense) que rompió tabúes dentro y fuera de la pantalla chica. Vamos a verlos enfrentados a varias tormentas que van a ponerlos a prueba y que el guion del filme sitúa en una sola y espinosa semana. Sin embargo los hechos descritos en realidad ocurrieron dispersos entre varios años, pero para efectos dramáticos Sorkin los agrupa en unos días apelando a la “teoría de la mandarina”, que él mismo explica en una entrevista: “Me gustan los períodos de tiempo comprimidos, los espacios claustrofóbicos. Entonces, todo lo que sucede en esta película sucedió [en la vida real], pero no todo sucedió en una semana. Los tres grandes eventos que uso que amenazan a los protagonistas en realidad sucedieron en el transcurso de unos dos años. Pero hice que ocurrieran en la misma semana, lo que no pareció pervertir demasiado la historia. Es solo la idea de que si sostienes una mandarina en la mano y la aprietas lo más rápido y fuerte que puedas, el jugo y la pulpa volarán por todas partes. Es mi teoría del drama” (1).
Esa teoría suprime los tiempos muertos y hace de cada secuencia un pequeño clímax lleno de picos dramáticos y de agudezas verbales, cortesía de un guionista tan dotado como Sorkin. Pero él sabe que eso le resta naturalidad a las relaciones entre sus personajes: “Las personas no hablan en forma de diálogos y sus vidas no se desarrollan en una serie de escenas que forman una narrativa. Los dramaturgos hacen eso. Priorizan la verdad sobre la precisión. Pinturas sobre fotografías” (2), declaraba reflexionando sobre su estilo como autor. Eso exactamente hizo acá, convirtió a Being The Ricardos en un cuadrilátero de boxeo conyugal entre ambos esposos; luego los unió en un enfrentamiento contra los patrocinadores del programa y su doble moral, y hundió todo en las arenas movedizas del escándalo político cuando Lucille Ball fue acusada de ser comunista. Infidelidad, una acusación en plena cacería de brujas macartista y un embarazo. Todo a la vez. Difícil de superar, incluso en el ámbito de la ficción.
Los hechos reales se dieron entre 1952 y 1955, y la película es una crítica de la sociedad norteamericana de esa época, un momento donde la televisión y los medios pretendían vender unos valores familiares ultra férreos, y el embarazo de una mujer –paradójicamente- era un hecho por completo imposible de mostrar en público, porque implicaba una relación sexual previa. Contra semejante prejuicio lucharon Lucille (es hora de decir que la interpreta Nicole Kidman) y Desi (Javier Bardem), ejerciendo su poder ejecutivo como directivos, creativos y protagonistas del show. Paralelamente a eso tenían otro prejuicio a vencer: el rumor de que ella era comunista y que por eso había sido llamada a testificar ante el Comité de Actividades Antinorteamericanas del Senado, lo que representaba prácticamente acabar con el programa de televisión y llevarla a ella al ostracismo de la “lista negra”.
¿Saben que tienen en común ambas cruzadas de los Arnaz? Que debían dar explicaciones y convencer a quien realmente tenía –y tiene- el poder para que las cosas se hagan: al patrocinador comercial del programa. Los directivos del canal pasan a un segundo plano frente a la opinión –y al conservadurismo y al temor- de la Philip Morris, la empresa tabacalera que en ese entonces era quien ponía el dinero y las condiciones. Hoy ninguna marca de cigarrillos puede publicitar sus productos, pero décadas atrás no había inconveniente moral alguno para hacerlo. Vendían conscientemente cigarrillos nocivos para la salud, pero decidían si era conveniente o no para la buena fama de su negocio si patrocinaban un programa donde la protagonista estaba en embarazo y además era “roja”. Toda una lección de coherencia empresarial.
Ninguna de estas dos situaciones preocupaba tanto a Lucille Ball como el de la preservación de su matrimonio y, por ende, de su hogar. Casada con un latin lover inveterado como Arnaz y que además trabajaba en clubes nocturnos, ella sabía que su relación era fácil que naufragara. La celotipia que la película describe parece ser el talón de Aquiles de una mujer que Nicole Kidman interpreta con enorme suficiencia; además el parecido físico contribuye a nuestra identificación con ella. También Javier Bardem hace una interpretación lograda, pese a que su rol como marido machista e infiel no le favorecía. Mírenlo como ejecutivo capear los temporales que se le presentaron y entenderán la naturaleza de su encanto.
¿Puede una película ser demasiado inteligente para su propio bien? ¿Puede ser tan aguda al punto de causarse daño a sí misma? Pareciera que Being the Ricardos fue demasiado inteligente y aguda para algunos, que solo vieron un guion saturado de diálogos afilados y situaciones atropelladas, pero para mí este filme fue una revelación: no de las virtudes de Aaron Sorkin, de las que ya tenía certeza, sino de lo difícil que era ser Lucille Ball y que no había nada de gracioso en ello.
Referencias:
1. Selome Hailu, “Aaron Sorkin on ‘Being the Ricardos’ and the ‘Tangerine Theory’ That Guides His Writing” página web: www.variety.com
Disponible online en:
https://variety.com/video/aaron-sorkin-being-the-ricardos-drama-theory/
2. Aaron Sorkin, “Aaron Sorkin on prioritizing ‘truth over accuracy’ when writing biopics like Being the Ricardos” página web: www.ew.com publicado 21/12/21
Disponible online en:
https://ew.com/movies/aaron-sorkin-column-biopics-being-the-ricardos/
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