Para eso estamos aquí: Soul, de Pete Docter y Kemp Powers

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Alguien muere y sin embargo –por un error- no va al más allá, sino que se queda en este mundo porque está ilusionado con ser feliz. Y créanme, no me refiero a Soul (2020), sino a A vida o muerte (A Matter of Life and Death, 1946), una de esas creaciones geniales que Michael Powell y Emeric Pressburger hicieron en Inglaterra. Que a Soul la habite el mismo “espíritu” no le quita mérito alguno, sobre todo porque en la película inglesa se refieren claramente al cielo, mientras que este filme de Pixar y Disney solo se menciona –sin ahondar en detalles y evitando poner a los personajes ahí- a “el gran después”, a lo que haya posterior a la muerte. Para evitarse dificultades teológicas, prefieren ubicar la historia en “el gran antes”, en el momento en que las almas se preparan para habitar un ser humano.

Soul (2020)

Ahí en esa especie de limbo está el protagonista del filme, Joe Gardner (la voz de Jamie Foxx), un pianista de jazz de mediana edad que no ha estado a la altura de sus sueños artísticos y del legado de su padre músico, y que ahora enseña –resignado- en una escuela secundaria neoyorquina. Por un golpe de suerte, Joe tiene la oportunidad de tocar en el cuarteto de la saxofonista Dorothea Williams, y así recuperar su autoestima y demostrarse que tiene madera como músico. Es una oportunidad que no puede desaprovechar… si tan solo pudiera volver a su cuerpo, pues Joe –lo entenderán quienes vean el filme- ya solo es un espíritu que se niega a ir “al gran después”, como el protagonista de A vida o muerte, y busca desde “el gran antes” regresar a su cuerpo terrenal. Lamento que la descripción suene confusa, pero es un rodeo que debo dar para evitar revelar detalles argumentales relevantes.

Soul (2020)

Joe, como pianista, ya ha visitado, quizá inconscientemente, esos territorios espirituales, y Soul es clara en mostrarnos como a través del arte es posible trascender las fronteras materiales y físicas y elevarse a otro plano, a uno donde no hay límites, solo sensaciones, mística y pasión. Sin embargo, ahora debe asumir el hecho de que no está “transportado” por la música (por cierto, son las composiciones y el piano de Jon Batiste las que oímos cuando Joe toca), sino que de verás está en un plano inmaterial y que quizá su única oportunidad de regresar sea ayudando a rehabilitar un alma perdida –la número 22 (voz de Tina Fey)- y por su intermedio volver a habitar su cuerpo. Ahí la película se torna en una comedia de enredos para deleite de los espectadores más pequeños, que recordarán lo sucedido al protagonista de Mi papá es un gato (Nine Lives, 2016).

Soul (2020)

En ese punto de la narración, Soul se pregunta para que estamos acá, para que vivimos, y ofrece una serie de posibles respuestas. ¿Acaso estamos acá para dar rienda suelta a nuestro talento? ¿Para desarrollar al límite nuestras pasiones? ¿Estamos acá para ayudar al otro, para formarlo como Joe hace con 22 o con una de sus alumnas? ¿A qué vinimos acá? ¿Cuál es nuestro propósito vital? La respuesta es más sencilla de lo que parece, pero no por eso deja de ser bueno que nos la recuerden de vez en cuando para que no perdamos el rumbo. El espectador del filme la sabrá.

Soul (2020)

Pixar prosigue su tradición de buenas historias y excelente animación, y Soul es una valiosa representante del lado más adulto de esta casa, como WALL-E (2008), Up (2009) o Intensa mente (Inside Out, 2015). Para hablarnos del espíritu que nos habita echó mano de la música y esa idea funcionó de maravilla. Pocas cosas humanas nos acercan tanto a la trascendencia como las composiciones musicales. No se ven, no se tocan, solo se materializan cuando se interpretan con nuestro cuerpo y nuestra voz, y luego se escuchan con el alma entera.

©Todos los textos de www.tiempodecine.co son de la autoría de Juan Carlos González A.

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