Un bufón feliz
“Mel ha construido su propia tradición de grandeza y es esa tradición –extraída del pasado, honrándolo, jugando con él, vampirizándolo, extendiéndolo hacia lugares donde hombres sabios y muy divertidos temieron previamente ir- lo que estamos celebrando aquí y honrando esta noche. Mel siempre ha hecho su propio camino y nos ha traído a todos al paseo”. Estas son algunas de las palabras con las que el 6 de junio en Los Ángeles, el director Martin Scorsese le entregó a Mel Brooks el Premio a toda una vida, concedido por el American Film Institute (AFI), en ceremonia que encabezó Howard Stringer, presidente de la junta directiva de este instituto.
A sus 86 años, el veterano director, guionista, actor, productor -y ante todo comediante- Melvin James Kaminsky, alias Mel Brooks, goza de un reverdecer de su popularidad, refrendado por el estreno el mes pasado de Mel Brooks: Make a Noise, un documental para la serie American Masters de la cadena de televisión pública PBS, dirigido por Robert Trachtenberg y en el que vemos aún lleno de energía a un hombre con 60 años de experiencia a cuestas y con una trayectoria brillante que le ha hecho ganar los premios Emmy, Grammy, Oscar y Tony.
Mel Brooks llegó al cine tras ser uno de los escritores del comediante Sid Caesar, crear obras para Broadway y gestar la serie El superagente 86. Debutaría en la pantalla grande con Los productores (1968), con la que ganaría el Oscar al mejor guion original y de ahí hasta 1995 dirigiría otros diez filmes, la gran mayoría parodias y farsas. El suyo no fue un cine refinado: Mel Brooks apeló a la broma física, al doble sentido verbal, a la exageración y a la burla gruesa, haciendo blanco en temas como la religión, el sexo y la doble moral norteamericana. No temía a los riesgos y quizá por eso emprendió proyectos no siempre exitosos. Su espíritu ha sido siempre el de un bufón feliz y gozón, no exactamente el de un autor, aunque no por ello su obra carezca de importancia.
De su carrera hay que rescatar filmes tan hilarantes como Blazing Saddles (1974), Young Frankenstein (1974) y Silent Movie (1976), obras que llevaron la parodia un escalón más arriba e inspiraron a directores como Jim Abrahams y los hermanos Zucker. Pese a que en su momento fue polémico e iconoclasta, hoy el cine de Brooks se antoja ingenuo pero, sin duda, es mucho más inteligente que las comedias que ahora padecemos.
Publicado en la columna “Séptimo arte” del periódico El Tiempo (Bogotá, 20/06/13). Pág. 20
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