Vasos vacíos: The Lost Weekend, de Billy Wilder

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«Comprendo que a los de la indrustria…, digo, indrrrusssstria del licor…¡hip!… perdón… les prrrreocupe esssta pilícula. Esss dura».
– Frase final de la reseña de The Lost Weekend escrita por James Agee en The Nation

Cuando se inicia The Lost Weekend, su protagonista es ya un alcohólico crónico, así, sin más rodeos. No hay una advertencia previa visual o escrita que explique, justifique o suavice el impacto de lo que vamos a ver. El director no pierde el tiempo y nos introduce directo en la vida de este hombre, a sabiendas que la experiencia va a ser dolorosa, pero que es un trago que es mejor tomar deprisa si queremos sentir su efecto. Pero no hay tremendismos ni efectismos que lamentar: Wilder no se solaza en su tragedia, lo acompaña a padecerla como un testigo que no juzga ni acusa, que tan solo se sitúa a su lado y nos lo muestra en su dolorosa y compleja humanidad. Es su capacidad de testimonio la clave de este filme, en el que el borracho deja de ser esa explotada “figura cómica”, como la propia película nos lo recuerda al final, para convertirse de nuevo en un ser con un pasado, con unas circunstancias disparadoras o atenuantes, con mucho dolor a cuestas.

Billy Wilder tuvo todo el cuidado para evitar justificar por completo los actos de Don Birnam -el escritor alcoholizado en quien se centra el relato- pero así mismo evita culparlo de todo lo que le pasa, del mal que le está haciendo a su hermano, a su prometida, a él mismo. La descripción casi clínica de su conducta es tan imparcial y tan equitativa como la de cualquier otro hombre, sin condescendencias, sin una mirada llena de superioridad. Contribuye al realismo pretendido (y logrado), el hecho de haber filmado en escenarios naturales de Nueva York, en las calles, en los bares, en un hospital. La película no quiere que olvidemos que nos está mostrando un conflicto real, que ocurre en lugares reales, a seres humanos de verdad. La artificialidad de un estudio de grabación le sentaba mal a sus intenciones de denuncia.

Ray Milland en The Lost Weekend (1945), de Billy Wilder

Ray Milland en The Lost Weekend (1945), de Billy Wilder

Frente a nosotros hay un hombre con un problema que genera -en términos cinematográficos- un interés dramático, un conflicto a desarrollar, pero sin explotar ni aprovecharse nunca de su situación y de su condición para esos fines. Tampoco pretende The Lost Weekend darnos una lección moral, pero si eso ocurriera es un efecto indirecto de un filme que ante todo busca ser objetivo. Tanto, que no tiene falsas e improbables redenciones: que al final de la película Don Birnam abandone el licor del todo es una posibilidad tan válida como la de recaer en la siguiente hora. Wilder sabe que la cura del alcoholismo requiere más que sentirse amado y por eso prefiere un final abierto. Con paz, pero no con felicidad. Que nadie dude que el director sintió compasión de su personaje, como la siente con cada uno de los que pueblan su cine, sólo que no podía traicionar, con un final claramente feliz, la tragedia que hasta ese momento hemos presenciado con el corazón compungido. Por eso este filme inteligente carece de humor: por el respeto que este autor sentía hacia la golpeada dignidad de un hombre que eligió matarse con cada vaso que deja vacío. Ya era suficiente con verlo rodar como, para además, burlarse de él. Por eso la incomprensión inicial de un público que quería divertirse a costa de su padecer y que no entendía la posición de la película. Pero de ahí al respeto frente a esta mirada nada complaciente no hubo sino un paso, el que hay entre las risas de un payaso y las lágrimas de una víctima.

Ray Milland en The Lost Weekend (1945), de Billy Wilder

Ray Milland en The Lost Weekend (1945), de Billy Wilder

Wilder y Brackett empezaron a escribir el guión de la película a finales de mayo de 1944. El director había encontrado la novela homónima de Charles Jackson en un puesto de revistas en un cambio de trenes entre Chicago y Nueva York, atraído por su título (curiosamente el libro iba a llamarse The Last Weekend y por un error de mecanografía terminó convertido en The Lost Weekend). «Lo empecé a leer tan pronto el tren salió de la Union Station. Lo siguiente que supe fue que la mucama vino a hacer la cama. Estábamos en algún punto entre San Luis y Kansas City y me había perdido la cena. Me imaginaba que si una novela puede retener tu atención durante un largo viaje en tren, entonces ¿cómo sería allá arriba en la pantalla? En la mañana llamé a Paramount para que compraran el libro», le refiere a la biógrafa Charlotte Chandler. También al llegar a Penn Station llamó a Charles Brackett por teléfono para que consiguiera y leyera el texto. La esposa del guionista, Elizabeth Fletcher, tenía problemas de alcohol, como lo tenían muchos de los amigos de la pareja, notables artistas como Dorothy Parker, Robert Benchley y F. Scott Fitzgerald, de ahí que el tema no le fuera extraño y aceptara adaptar el texto, sin entender muy bien del todo la emoción de Wilder.

Ray Milland en The Lost Weekend (1945), de Billy Wilder

Ray Milland en The Lost Weekend (1945), de Billy Wilder

En el libro, Don Birnam es homosexual -uno de sus motivos para entregarse a la bebida- pero en la película el tema tenía que abandonarse. Convenía entonces expandir el papel de la novia del escritor y aunque Katharine Hepburn -quién era la primera opción de Wilder- estuvo interesada, sus compromisos con la MGM le impidieron tomar el papel. Jean Arthur también rechazo el rol, que terminó en manos de Jane Wyman, en ese momento trabajando para la Warner. Wilder no quería una estrella masculina para protagonizar el filme, sino a alguien de perfil más bajo. Había visto a José Ferrer en Othello y lo quería en la película, pero los ejecutivos de la Paramount lo convencieron de elegir un actor conocido, al que la gente le interesara e importara redimir. Escogió entonces a Ray Milland. «Suponía que le estábamos dando a Milland una buena oportunidad en los Oscares. Es el papel que obtiene las nominaciones», mencionaba el director. Para interpretar a Gloria, la prostituta que se enamora de él, Wilder seleccionó a una joven cercana a sus afectos, Doris Dowling, una hermosa y llamativa morena de 21 años quien estuvo brevemente bajo contrato con David Selznick y que ahora estaba con la Paramount: el director tenía con ella un romance en esos momentos.

Ray Milland y Doris Dowling en The Lost Weekend (1945), de Billy Wilder

Ray Milland y Doris Dowling en The Lost Weekend (1945), de Billy Wilder

El rodaje se inició el primero de octubre, sin un guión todavía terminado (lo que favoreció a Wilder frente al Código de Producción, porque los censores no tenían material que criticar). Por el deseo expreso de filmar en escenarios naturales de Nueva York, dependían de la luz y de lo que se lograra filmar con las cámaras escondidas en distintos puntos de la ciudad donde pretendían rodar: las cámaras estaban disimuladas en cajas de pianos, en la parte de atrás de camiones, recurriendo a cualquier recurso que les permitiera conseguir un aspecto documental. Dos semanas esperaron porque el clima fuera benévolo, pero fue muy poco lo que pudieron rodar. El 16 de octubre regresaron a Los Ángeles para filmar los interiores en estudio.

Wilder traicionaría a su esposa, la neoyorquina Judith Frances Coppicus -con quién se había casado en 1936- y a su amante Doris con otra mujer, Audrey Young, a quién conocería durante el rodaje de este filme. «Audrey vino a hacer un papel pequeño, el de la chica del guardarropa de un club nocturno. Sin parlamentos, pero de todos modos me llamó la atención. Era muy joven y muy hermosa. Tenía que haber sido ciego para no verla, y yo no estaba ciego. Ray Milland está en este club, todo bebido, y no puede pagar la cuenta. Así que se roba el bolso de una mujer, lo atrapan y lo expulsan. El brazo desnudo de la joven del guardarropa apenas aparece en pantalla, sosteniendo el sombrero de Milland. Sólo vi el brazo y eso fue suficiente. De ese brazo me enamoré. Ella y yo empezamos a vernos», le cuenta a su biógrafa. Se convertiría en su compañera el resto de su vida.

Ray Milland en The Lost Weekend (1945), de Billy Wilder

Ray Milland en The Lost Weekend (1945), de Billy Wilder

La película se acercaba al fin del rodaje, con la oficina del Código de Producción todavía sin un guión concluido en sus manos. Los censores objetaban el rol de Gloria, en el que claramente se ve que es una prostituta, así como tenían dudas de una secuencia en medio de un delirium tremens, en la que Birnam ve un ratón en un hoyo en la pared y presencia aterrado como es devorado por un murciélago que entra en la habitación. Tras agotar un presupuesto de un millón doscientos cincuenta mil dólares, la filmación se terminaría el 30 diciembre. Los preestrenos -en los cuales el filme se exhibió con una banda sonora provisional, cuya levedad confundió a los espectadores- fueron desastrosos. Una de las notas que dejó uno de los espectadores al final del filme afirmaba que «me dijeron que era una gran película, pero yo le quitaría todo ese asunto acerca de beber y el alcoholismo».

El resultado no hizo sino confirmar los temores y las dudas de la Paramount, cuyos ejecutivos nunca estuvieron del todo de acuerdo con el proyecto. Recordaba Brackett que «desde el principio el estudio estuvo en contra. Cuando concluimos el filme tuvimos numerosos preestrenos y la reacción del público fue unánimemente pobre. Henry Ginsburg [un ejecutivo de la Paramount] estaba maravillado. Me dijo que de vez en cuando todos hacemos una mala película». Con los rumores no confirmados acerca del ofrecimiento que hizo el jefe mafioso Frank Costello, a nombre de la industria del licor, respecto a comprar el negativo del filme en cinco millones para luego destruirlo, el jefe de producción de la Paramount, Y. Frank Freeman, decidió archivar la película y declararla una pérdida total.

Ray Milland en The Lost Weekend (1945), de Billy Wilder

Ray Milland en The Lost Weekend (1945), de Billy Wilder

Fue en esa época cuando a Wilder se le solicitó, por parte de la Oficina de Información de Guerra, servir en misión oficial en la División de Guerra Sicológica del ejército de los Estados Unidos en Alemania. Se le nombró coronel con funciones asesoras en la reconstrucción de la industria fílmica alemana. Wilder volvió a Europa en el verano de 1945 y esa visita triste a lo que quedó de Berlín le permitió no sólo gestar la idea inicial del proyecto de A Foreign Affair, sino además confirmar la suerte de sus progenitores. No pudo encontrar la tumba de su padre en Berlín –fallecido en 1928- y se enteró de la suerte de su madre y su abuela, víctimas del holocausto en Auschwitz. Durante su estadía editó un documental, The Death Mills (Die Todesmühlen), a partir del metraje filmado por los aliados inmediatamente después de la liberación de los campos de concentración, adicionado a filmaciones que los propios nazis hicieron, y que sirvió para fines aleccionadores y propagandísticos.

A punto de regresar escuchó buenas noticias: la película estaba poco a poco encontrando un público más receptivo. Antes de irse para Europa, Wilder había filmado unas modificaciones en la parte final de la película e igualmente se modificó la partitura, ahora a cargo de Miklós Rózsa, quién suprimió las melodías jazzísticas que se habían añadido de manera temporal y ahora le estaba dando una atmósfera oscura y extraña, gracias al uso de un theremín, instrumento que había usado previamente en Spellbound (1945) para reflejar el estado mental de Gregory Peck.

Ray Milland y Jane Wyman en The Lost Weekend (1945), de Billy Wilder

Ray Milland y Jane Wyman en The Lost Weekend (1945), de Billy Wilder

Con todos los cambios introducidos, la Paramount le dio otra oportunidad al filme y la presentó para la propia industria en agosto de 1945, con buenos resultados. Exhibiciones posteriores en círculos cerrados ayudaron a que se expandiera el rumor respecto a su calidad. Estrenada en Londres antes que en los Estados Unidos, obtuvo también una muy buena acogida, que se vio refrendada por el estreno neoyorquino en noviembre. La crítica y el público estaban completamente seducidos y la Paramount lanzó una gigantesca campaña de promoción del filme. El propio Wilder -a quien el Círculo de Críticos de Nueva York le otorgó el premio al mejor director por este filme-, colaboró, a su manera, al declarar a The New York Times que «si To Have and to Have Not estableció a Lauren Bacall como ‘La mirada’, entonces The Lost Weekend debería darle a Ray Milland la fama de ‘El riñón’».

Y con la calidad y con el ruido llegaron las nominaciones al Óscar. La película fue candidatizada a siete y en la noche del 7 de marzo de 1946, recibiría cuatro premios: mejor película, director, actor y guión. Además fue una de las ganadoras del Gran Premio del Festival de Cannes, lo que en la actualidad es la Palma de Oro del Festival, allí compartió el premio con cintas como Brief Encounter (Breve Encuentro) de David Lean o Roma, citta aperta (Roma, Ciudad Abierta) de Roberto Rossellini. Ray Milland se llevó el premio al mejor actor del certamen. “Un día sucede. El éxito llega y te toma por sorpresa. Un día uno es una firma y al otro eres ya un autógrafo”, acotaba Wilder. Un sobrio final feliz.

Epílogo
En alguna oportunidad en el programa televisivo de Joe Franklin, Ray Milland leyó una carta que le había enviado un espectador del filme: «Querido señor Milland. Soy un fanático de las películas y un alcohólico crónico. Nunca he estado tan conmovido por una película como con The Lost Weekend. Después de ver su magistral retrato de un bebedor en esa película, he decidido dejar de ir a cine».

Publicado originalmente en el libro Elogio de lo imperfecto: el cine de Billy Wilder, Medellin, Editorial Universidad de Antioquia, 2008, p. 32-38
© Editorial Universidad de Antioquia, 2008

©Todos los textos de www.tiempodecine.co son de la autoría de Juan Carlos González A.

En primera página de Los Angeles Times el triunfo de The Lost Weekend en los premios Oscar

En primera página de Los Angeles Times el triunfo de The Lost Weekend en los premios Oscar

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