Yo, pecador: Calles peligrosas, de Martin Scorsese

Compartir:

“Down these mean streets a man must go”
-Raymond Chandler

La inconfundible voz nasal en off es la de Martin Scorsese, pero el personaje que vemos moverse inquieto e insomne en cama es Charlie. “Los pecados no se redimen en la iglesia, se redimen en las calles, se redimen en casa, el resto es cuento y tú lo sabes…“, dice la voz, mientras Charlie (Harvey Keitel) se recuesta sobre su lado izquierdo mirando hacia nosotros, con angustia en su expresión. Pareciera estar respondiéndole a J.R., el personaje que el propio Keitel representó en Who’s That Knocking at My Door (1967) que buscaba consuelo a su alma pecadora y egoista tras el confesionario de una iglesia.

¿Quién es Charlie? ¿Qué le preocupa tanto? ¿Por qué sufre? Al protagonista de Calles peligrosas (Mean Streets, 1973) tres cosas lo perturban: la religión, y con ella los ritos y el temor; la familia, y con ella el honor y la tradición (temas muy fordianos, si lo pensamos bien); el sexo, y con él la vergüenza y aún más temor. Entre los deberes del catolicismo, los compromisos familiares y el ardor del sexo se mueve Charlie, balanceándose a toda hora en la cuerda floja de la culpa y el pecado, entendidos como fuerzas que lo paralizan, lo reprimen y lo hacen sufrir.

Teresa y Charlie en Calles peligrosas (Mean Streets, 1973)

Teresa y Charlie en Calles peligrosas (Mean Streets, 1973)

Sus curiosas inquietudes existenciales no parecen tener que ver con el ambiente nocturno y al margen de la ley de la “Little Italy” neoyorquina en la que nació, creció y vive aún. Charlie siente que sus pecados requieren ser expiados con algo más que los habituales padrenuestros y avemarías. Y según su óptica es mucho lo que tiene para arrepentirse: su tío Giovanni, el “Don” mafioso local le recomienda no andar con su amigo Johnny Boy, pero Charlie lo frecuenta y le cubre la espalda; ese mismo tío le advierte sobre Teresa, la prima de Johnny Boy, porque “está loca”. Realmente sufre de epilepsia, y Charlie se acuesta con ella desde hace mucho. Permanecer con ellos dos -como lo estará hasta el final de la película- representa para él un sacrificio que está deseoso a hacer, como si se tratara de una penitencia, antes que un desafío a la autoridad de su tío. Y hablando de desafíos: a Charlie le gusta una mujer que no sólo es cabaretera, sino que además… es negra. ¿Qué diría la familia? Un elaborado complejo de culpa no lo deja ser feliz. Con razón Charlie siente la tentación de quemarse los dedos con cuanto cirio o vela ve encendidos: el pecado parece rodearlo y él no sabe como rehuirle, en medio de la enorme contradicción que representan sus aspiraciones espirituales y sus anhelos de ascenso en el mundo mafioso local. Sin embargo, como Lawrence Friedman afirma en el libro The Cinema of Martin Scorsese, “Charlie no quiere tanto enderezar su vida pecaminosa, como sí cauterizar su conciencia culpable” (1).

Charlie (Harvey Keitel) en Calles peligrosas (1973).

Charlie (Harvey Keitel) en Calles peligrosas (1973).

La película hace eco a sus ambivalentes inquietudes y por eso la mayoría de la acción transcurre en su atribulada cabeza. Somos testigos de lo que piensa y como esas elucubraciones nunca le dan paz, sencillamente porque no sabe cómo enfrentar sus problemas vitales, que son, como ya dijimos, por lo menos insólitos para un hombre que pareciera inmune a ese tipo de divagaciones, a menos que lo asumamos a él como un alter ego del director. Dice Scorsese: “Mi voz se intercala con la de Harvey a través de la película y para mí era una forma de tratar de ponerme de acuerdo conmigo mismo, tratando de redimirme. Es muy fácil adquirir la disciplina de ir a misa los domingos por la mañana. Esa no es redención para mí: se refiere a como usted vive, como trata a otras personas, sea en las calles, el hogar o en una oficina” (2). De esta forma este realizador -coautor del guion- tiene libertad para expresar sus dudas existenciales, las que acabará de ir definiendo y puliendo en su subsecuente filmografía, plétora de personajes que buscan salvarse inmolándose por los demás o buscando para los otros una redención que ya no aspiran para ellos mismos.

En esta película Charlie es ese personaje. Él deposita en Johnny Boy (Robert De Niro) su fe y la confianza en que gracias a sus consejos y a su amistad enderezará el rumbo. Pero Charlie –enceguecido por los lazos familiares y afectivos- no ve que Johnny Boy (que la primera vez que lo vemos hace explotar un buzón con un petardo, sin que sepamos muy bien para qué) es un ser autodestructivo, mitómano e hiperviolento en su impulsividad, que se endeuda con Michael (Richard Romanus), el típico prestamista sin escrúpulos de la localidad.

Johnny Boy y Charlie en Calles peligrosas (1973).

Johnny Boy y Charlie en Calles peligrosas (1973).

No se trata esta de una crónica de los grandes jefes del bajo mundo. Sus personajes son pillos de pequeña escala, consecuencia de la corrupción de unos valores morales que ellos desde su óptica veían como válidos para lograr sus fines. “Calles peligrosas trata del Sueño Americano, según el cual todos piensan que pueden enriquecerse con rapidez. Y si no lo pueden hacer por medios legales, pues lo harán por medios ilegales” (3), afirmaba Scorsese, que en la primera página del guion de la película escribió una cita de la canción de Bob Dylan, Subterranean Homesick Blues, “Veinte años de escolaridad y ellos te ponen en el turno diurno”. Los habitantes de esta película no quieren eso. Ambiciosos, quieren ser adinerados, respetados, temidos, así no tengan aún el suficiente poder. Scorsese los ve con nostalgia y los trata con indudable cariño. Es el retrato de unos hombres jóvenes, que se conocen desde niños, que van a cine juntos, que pasan tiempo en los bares, que aún no saben bien que hacer con unas vidas ya contaminadas por el medio social en que se mueven: “Calles peligrosas era un intento de ponerme a mí y a mis viejos amigos en pantalla, mostrar como vivíamos, como era la vida en Little Italy. Realmente era un tratado antropológico o sociológico” (4), declaraba.

Charlie (Keitel) en Calles peligrosas (1973).

Charlie (Keitel) en Calles peligrosas (1973).

Pero la película es más que eso. Fue la primera vez que Scorsese empezó a expresarse, a verse como un autor incipiente con cosas propias que decir. En una anécdota que él cuenta con orgullo, fue el propio John Cassavetes el que le sugirió -tras ver un copión de Boxcar Bertha (1972)- que dejara de malgastar su talento con filmes de explotación. Scorsese recordó que desde su época universitaria había escrito junto a su compañero de clases Martin Mardik un guión llamado en ese entonces Season of the Witch, y que pretendía ser el tercero de una trilogía de filmes sobre conflictos religiosos; siendo el primero el guion nunca filmado de Jerusalem, Jerusalem y el segundo Who’s That Knocking at My Door? (1967). El guion de Season of the Witch lo fue escribiendo Scorsese mientras con Mardik recorría Manhattan en el Valiant rojo de este último. El texto “reflejaba el amor de Scorsese por el cine y tomó su inspiración de Shadows, la película de John Cassavetes de 1959, y del neorrealismo italiano. Y como los filmes del autor francés François Truffaut, Season of the Witch surgió de la experiencias vitales de su director” (5). Sin embargo el guion llevaba años archivado pues en su momento no logró financiación del American Film Institute, además de que necesitaba alguna reescritura.

-“Pues bien, rescríbelo entonces” (6), -le respondió Cassavetes, convertido sin saberlo en el impulsador de su carrera. Ese guion se convertiría en Calles peligrosas, tras ser modificado gracias a las sugerencias de su novia de ese entonces, Sandy Weintraub, quien le recomendó desechar parte del simbolismo religioso del texto.

Johnny Boy (De Niro) en Calles peligrosas (1973).

Johnny Boy (De Niro) en Calles peligrosas (1973).

Otro de los artífices indirectos de este filme fue Jay Cocks, en ese entonces el crítico de cine de la revista Time. Su esposa Verna le mencionó a Scorsese que había un hombre interesado en producir películas. Se trataba de Jonathan Taplin, un joven de 26 años que había sido manager de Bob Dylan y The Band. Ya Scorsese le había enseñado el guion a Francis Ford Coppola y a Roger Corman. Este último se mostró interesado en financiarlo, siempre y cuando Scorsese modificara el guion e hiciera que todos los personajes fueran negros (!). Eventualmente Taplin consiguió el dinero a través de un amigo de infancia, E. Lee Perry, quien había heredado un capital y logró producir la película, que se rodó con el personal técnico de Corman que había participado en Boxcar Bertha. De ahí que tuvieran que rodar en Los Ángeles para abaratar costos, obtener con mayor facilidad permisos y poder contratar personal no sindicalizado. Sólo pudieron contar con seis días de filmación en Nueva York. En total la película se rodó en 27 días, a un ritmo frenético, con uso de cámara en mano y una gran improvisación de las escenas. “Para hacerla tuve que aprender cómo se hace una película. En la escuela de cine no aprendí a hacer una película. Lo que se aprendía en la escuela de cine era a expresarse con imágenes y sonido. Pero aprender a hacer una película era algo totalmente distinto. Están la junta de producción, el calendario de rodaje. Hacer una película significa levantarse a las cinco de la mañana para llegar a tiempo al estudio, y también dar de comer a los actores y al equipo” (7), refería Scorsese.

Rodaje de Calles peligrosas (1973)

Rodaje de Calles peligrosas (1973). Scorsese a la derecha.

Jon Voight era la primera opción para interpretar a Charlie, pero al negarse en el ultimo minuto, se optó por el protagonista de Who’s That Knocking at My Door?, Harvey Keitel, de origen judío y natural de Brooklyn. Scorsese conoció a Robert De Niro en 1972 en una fiesta de navidad que ofrecía Jay Cocks (hay quien afirma que fue Brian De Palma el que los presentó en esa ocasión). Actor y director eran del mismo sector de la ciudad y se habían visto y tenían amigos en común aunque no se conocían. Sería la primera vez que trabajarían juntos, en el inicio de una exitosa asociación. Aunque inicialmente aspiraba al rol de Charlie, el de Johnny Boy sería el papel que pondría a De Niro en el centro de los reflectores de la industria.

Scorsese en esta película haría uso de una banda sonora de música popular, las melodías con las que él creció y que le sirven para presentar los personajes, indicarnos su personalidad o establecer una atmósfera concreta. “En nuestro vecindario uno oía rock´n roll sonando en los pequeños bares en la parte de atrás de los edificios de inquilinatos, así que era Be My Baby cuando la cabeza de Harvey toca la almohada. Para mi, la película entera era Jumping Jack Flash y Be My Baby” (8), afirmaba.

Scorsese firma una pared con el nombre de su filme.

Scorsese firma una pared con el nombre de su filme.

El director, sin embargo, no es tan festivo a la hora de la conclusión del filme. Para los protagonistas existirá un castigo por intentar escapar a lo inevitable de su destino. Johnny Boy expiará sus culpas, pero mediante la sangre, mediante la inmolación física que Scorsese siempre encuentra válida. De ese clímax violento también es partícipe Charlie, que con su propia sangre purga –ahora sí con un sacrificio a la altura de sus expectativas- sus pecados y los de todos a su alrededor. Casi pierde la vida, pero no importa: su sufrimiento físico tiene un equivalente en la salvación espiritual que acaba de alcanzar. Y con esto concluye Calles peligrosas. Ya todos obtuvieron lo que merecían y a lo que en secreto aspiraban, ¿verdad?

Ah, y si alguien duda de la clara voluntad de expiación del creador de filme, es bueno que sepan que el actor que representa al matón que disparó sobre los personajes es un hombre de baja estatura llamado… Martin Scorsese.

Referencias:
1. Lawrence S. Friedman, The Cinema of Martin Scorsese, Nueva York, Continuum Publishing Co., 1997, p. 32
2. David Thompson y Ian Christie, eds., Scorsese on Scorsese, Londres, Faber and Faber, 1989, p. 48
3. Ibíd., p. 47
4. Ibíd., p. 48
5.Andrew J. Rausch, The films of Martin Scorsese and Robert De Niro, Lanham, The Scarecrow Press, Inc., 2010, pp.1-2
6. David Thompson y Ian Christie, eds., Op cit p. 38
7. Peter Biskind, Moteros tranquilos, toros salvajes, Barcelona, Editorial Anagrama, 2004., p. 311
8. David Thompson y Ian Christie, eds., Op cit., p. 45

©Todos los textos de www.tiempodecine.co son de la autoría de Juan Carlos González A.

936full-mean-streets-poster

Compartir: