El talento reconocido: Nace una estrella, de Bradley Cooper

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Cada tanto parece que es necesario que el cine cuente de nuevo la historia de Nace una estrella (A Star is Born). En los años treinta, cincuenta y setenta del siglo XX llegó a la pantalla y lo hizo de nuevo en 2018 de la mano de un novato en la dirección, como lo es el actor Bradley Cooper, quien también la coprotagoniza, además de componer parte de la banda sonora y cantar con su propia voz.

Y si antes fue necesario contarla, en esta época de celebridades instantáneas infladas por las redes sociales sí que es oportuno recordarla, pues nos hace conscientes de lo difícil que es que el talento real sea reconocido y alcance una trascendencia más allá de los terrenos locales. Todos somos testigos (o protagonistas) de historias de talento literario, musical, deportivo, pictórico o teatral que nunca tuvieron éxito, que nunca alcanzaron la fama que quizá se merecían. A veces la genialidad no basta y se requiere una dosis de oportunidad (el estar en el momento preciso y en las circunstancias adecuadas) y de suerte que no necesariamente abundan.

Nace una estrella (A Star is Born, 2018)

Que Jackson Maine (Cooper), el famoso cantante de música country, encuentre y escuche una noche en un bar de drag queens a un diamante en bruto llamada Ally (nada menos que Lady Gaga reducida a su condición de hija de vecino) y decida altruistamente ayudarla a alzar vuelo es –por supuesto- la dosis de oportunidad y suerte a la que hacía referencia en el párrafo previo. Por fortuna eso no ocurre solo en las películas.

Si los personajes terminan enamorándose es una concesión dramática del guion, pero no siempre tiene que mediar el romance para que una persona en la cumbre decida darle la mano a alguien para ayudarlo a surgir si ha visto en ese ser cualidades excepcionales. A veces se trata de un acto reivindicatorio, de un ponerse en paz con uno mismo, de dejar huella en alguien más, de tocarlo. Siempre me ha llamado la atención en estos filmes ese gesto desprovisto de egoísmo, esa suerte de reconciliación con lo mejor que somos. Por fortuna -lo repito- eso no ocurre solo en las películas.

Nace una estrella (A Star is Born, 2018)

En el caso de Nace una estrella lo que hay detrás de esa bienvenida colaboración con una novata es que la otra estrella se está apagando. Este relato sigue el esquema del artista autodestructivo, consumido por sus demonios interiores, que no quiere ni busca ser redimido o salvado, pues interiormente ya sabe que es demasiado tarde. Cooper interpreta a un Jackson Maine de voz gutural y ademanes bruscos que nunca parece sobrio, y cuyos actos erráticos están señalando un camino descendente que no tiene marcha atrás. Ally parece empujarlo en ese sendero al defraudarlo involuntariamente cuando su música pierde pureza y autenticidad, convirtiéndose en una artista pop de las que él desprecia. Que en esos momentos el personaje de Ally y Lady Gaga parezcan fundirse en uno no se antoja casual.

Nace una estrella (A Star is Born, 2018)

Lo que más se arriesgaba en esta versión era la parte musical, pero Bradley Cooper se entregó a este proyecto con extrema seriedad, preparándose para un rol muy exigente que le demandaba cantar en vivo junto a una mujer cuya carrera profesional es precisamente la música y que le pidió que no doblara ante una pista pregrabada. El resultado está ante nuestros ojos, lleno de autenticidad y emotividad. Nace una estrella no es un filme elaborado para ser trascendental, pero está lleno de energía y buena música y es por sí mismo una demostración de talento, esta vez reconocido. Creo que ya saben lo que voy a decir: por fortuna eso no ocurre solo en las películas.

©Todos los textos de www.tiempodecine.co son de la autoría de Juan Carlos González A.

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