Scorsese: Una plegaria hecha de cine

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La filmografía de Martin Scorsese no deja dudas sobre su inclinación espiritual, católica de origen, que busca respuestas sobre el alma humana, el misterio de Dios y la figura de Cristo. Ese es su credo, su oración permanente.

CORTE a una serie de imágenes: una simple cruz de madera que cuelga sobre una cama prolijamente hecha en un apartamento de vecindad… escenas de vitrales de la vida de Jesús… una escultura de mármol de María acunando el cuerpo de Jesús en sus brazos… una pequeña cruz dorada al lado a una imagen producida en serie de Jesús orando al cielo… un niño sentado en una mesa mirando hacia la cruz junto a elaborados dibujos a todo color para una película imaginaria llamada La Ciudad Eterna (1).
-M.S.

“Estaban desesperados por señales tangibles de fe. Así que les di lo que pude. Me preocupaba que valoraran a estas pobres señales de fe más que la propia fe. ¿Pero cómo podría negárselas? Y finalmente tuve que partir mi rosario”, nos dice las voz en off del padre Sebastião Rodrigues (Andrew Garfield) en Silencio (Silence, 2016), mientras entrega pequeñas cruces de paja y las cuentas de su rosario a sus feligreses de Goto, una remota aldea japonesa en el siglo XVII para darle algo en que creer, una esperanza en medio de la desolación y la persecución del catolicismo. Necesitan esos símbolos para tener una imagen de Dios, para sentirlo cerca de alguna forma y no en el abandono absoluto. Su fe es precaria, incipiente y perseguida, no ven a Dios en el otro, no ven a Dios en sí mismos. Scorsese afirmaba en 2011 que “pensé que si Dios está apartado de nosotros, está en un trozo de madera en alguna parte, en un vitral, mucha gente va a malinterpretar esas imágenes. Nosotros, como católicos, no las adoramos. Son representaciones del sufrimiento” (2).

Silencio (Silence, 2016)

Ese mismo tipo de imágenes e íconos son los que está contemplando con cierto escepticismo Charlie (Harvey Keitel), el protagonista de Calles peligrosas (Mean Streets, 1973), en una ornada iglesia católica en la que acaba de confesarse. “El cura me sale con lo de siempre, diez padrenuestros, diez avemarías. Y la semana que viene volverá a echarme la misma penitencia. Ya sabes cómo pienso yo. Todo eso no significa nada, son solo palabras. Puede que a otro le sirvan, pero a mí no. Yo, si hago algo malo, quiero pagarlo a mí manera. Imponerme mi propia penitencia. ¿Qué dices a eso? Todo es cuento, excepto el dolor”, expresa Charlie para sí. Son sus palabras, pero también las de Scorsese. Para el la experiencia religiosa no es simbólica, es vivencial. “Es muy fácil adquirir la disciplina de ir a misa los domingos por la mañana. Esa no es redención para mí: se refiere a como usted vive, como trata a otras personas, sea en las calles, el hogar o en una oficina” (3), refiere Scorsese.

Calles peligrosas (Mean Streets, 1973)

Más imágenes de Jesús: más retratos familiares producidos en serie, breves imágenes en movimiento de Intolerancia, la versión muda de Rey de reyes, El manto sagrado y la versión sonora de Rey de reyes.
-M.S.

VOZ: Al igual que millones de otros niños en todo el mundo, crecí con imágenes de Jesús a mí alrededor, todas basadas en una idea compartida de cómo se veía y se comportaba: guapo, largo y hermoso cabello y barba, sobrenatural, piadoso…
-M.S.

Scorsese nació en 1942 en la Little Italy neoyorquina, en una familia de hijos de inmigrantes italianos, devotos al catolicismo. El asma que apareció a los tres años de vida lo libró de las calles y las malas compañías. En un hogar donde nadie leía, el cine vino a su rescate. Y vio en esos momentos las películas de “espadas y sandalias” que –aceptando sus convenciones- definieron su imaginario del cine religioso en esos momentos y generaron en él la idea de un Cristo que él posteriormente iba a subvertir, que iba a bajar de los oratorios y a acercarlo a la gente que lo necesitaba, que requería escucharlo y tenerlo cerca para redimirse. Su breve y frustrante experiencia en el seminario preparatorio cuando era un adolescente le sirvió para darse cuenta que necesitaba una vocación de la que carecía y que lo suyo era una espiritualidad vivencial, no teórica. Y que el cine iba a ser el medio para expresar tanto la fe (o su búsqueda) como el desasosiego vital de sus personajes, plagados de culpa.

Scorsese con el sacerdote italiano Antonio Spadaro, SJ

VOZ: A medida que la idea de hacer películas se hizo realidad, planeé una película sobre Cristo en el mundo moderno, con vestimenta moderna, filmada en 16 mm en blanco y negro en las calles de Nueva York con apóstoles vestidos con trajes en pasillos viejos y desgastados, con la crucifixión ambientada en los muelles del lado oeste y policías en lugar de centuriones: mi mundo. Pero luego vi el Cristo de Pasolini. El entorno no era moderno, pero la sensación sí. La inmediatez de Cristo era evidente. Pasolini nos mostró a un Jesús a menudo apasionado y enojado, que luchaba… Su película hizo que la que estaba planeando fuera algo redundante, pero me inspiró a ir más allá.
M.S.

Muchas décadas le tomó a Scorsese hacer una película sobre Cristo, sobre la atractiva y deslumbrante dualidad de un ser que era Dios y era hombre a la vez. La última tentación de Cristo (The Last Temptation of Christ, 1988) con guion del calvinista Paul Schrader a partir de la novela de Nikos Kazantzakis, es una obra arriesgada en la que Jesús es una divinidad reluctante, un Dios sin manual de instrucciones que es demasiado humano para su propio bien y por ello sufre, aterrado y asombrado de tener la posibilidad, y luego quizá la certeza de ser el Mesías. Tiene demasiadas dudas alrededor de sí, demasiada humanidad y fragilidad. No tiene pruebas de su divinidad, solo señales que lo atemorizan. Quiere entregarse a esas señales, pero tiene miedo, miedo de un poder que no sabe cómo manejar. Lázaro por poco lo empuja hacia la tumba, en un impulso que lo aterra. Dios no le habla, lo tienta. Y espera que él no sucumba. Pero es humano y tropieza. Y cae como cualquiera de nosotros. Si Dios es amor, ¿Por qué iba a querer que sufriera en una cruz? ¿Era necesario inmolarse por nosotros? ¿O eso era solo una prueba? Ante el silencio de Dios, Cristo se confunde. Y duda.

La última tentación de Cristo (The Last Temptation of Christ, 1988)

Y esa última tentación –el deseo de vivir una vida humana junto a una mujer y criar con ella una familia- disgustó profundamente a los católicos más radicales que vieron ofendidas sus creencias y llenaron de escandaló, polémica y censura a una película que no pretendía sino humanizar la figura de Cristo. Pero muchos vieron una blasfemia que era necesario vilipendiar, destruir y sepultar. Aún hoy es casi imposible referirse a La última tentación de Cristo sin mencionar la censura que terminaría por desdibujarla.

La última tentación de Cristo (The Last Temptation of Christ, 1988)

VOZ: En el cine nunca se trata de una sola imagen. Son imágenes en movimiento, pero más importante aún, imágenes unidas. Tomas una imagen, la pones al lado de otra imagen y una tercera imagen se enciende en el ojo de la mente. Y eso es el cine, comunica a través de una impresión o una idea creada en la mente y el corazón que no existe en la realidad. Es en esta esfera eterna, entre las imágenes de lo real, de nuestro mundo, donde se puede sentir la presencia de Jesús.
M.S.

VOZ: Jesús contiene multitudes. Él es constante. Él está presente en cada esfuerzo cuando nos vemos obligados a actuar por amor, ya sea que tengamos éxito en ello o no. Él está allí en cada indicio de amor. No amor por una cosa o persona específica, sino amor como fuente de poder.
-M.S.

Las imágenes del cine de Scorsese son una plegaria permanente. Sus personajes aspiran –a ciegas- a redimirse mediante un sufrimiento que asumen como necesario, pues están convencidos que no hay salvación sin sacrificio. Tras el sentimiento de culpa viene una expiación –propia o en carne ajena- que habitualmente es violenta y dolorosa. Como dice Charlie en Calles peligrosas, en una frase que ya es mítica del cine de este autor: “Los pecados no se redimen en la iglesia, se redimen en las calles, se redimen en casa, el resto es cuento y tú lo sabes…”. Por eso los protagonistas de sus películas son hombres y mujeres en constante búsqueda de respuestas, atormentados, y llenos de zozobra. Miren a J.R. consumido por los prejuicios en ¿Quién llama a mi puerta? (Who’s That Knocking at My Door, 1967), miren los fantasmas de la soledad y del desprecio atormentar a Travis en Taxi Driver (1976) y hacerlo emprender una batalla mesiánica para salvar a una joven; miren a Frank Pierce con el espíritu hecho añicos en Vidas al límite (Bringing Out the Dead, 1999). No hay descanso para estas almas, que buscan y se buscan a tientas en la oscuridad de su propio desamparo. Scorsese los deja solos. Dios habita en cada uno, pero eso tienen que descubrirlo por sí mismos. Una revelación que a lo mejor les cueste la vida. El resto es Silencio.

Vidas al límite (Bringing Out the Dead, 1999)

VOZ: Tratamos de encontrar finales para nuestras historias que le den forma a la vida tal como la vivimos todos. Tropezando, me doy cuenta de que podría estar creando imágenes que conducen a más preguntas, más misterios.

Citas y referencias:
1. Todas las citas en cursiva que aparecen en este texto hacen parte de un esbozo de guion que Martin Scorsese escribió y luego presentó en el seminario “The Global Aesthetics of the Catholic Imagination”, un evento organizado a finales de mayo de 2023 en Roma por la Georgetown University y La Civiltà Cattolica.
El texto completo del guion puede encontrarse en:
https://www.laciviltacattolica.com/a-divine-plot/

2. Richard Schickel, Conversations with Scorsese, Nueva York, Alfred A. Knopf, 2011, p. 170

3. David Thompson y Ian Christie, eds., Scorsese on Scorsese, Londres, Faber and Faber, 1989, p. 48

Publicado en la revista Kinetoscopio No. 133, Medellin, Vol. 32, agosto-octubre de 2023, págs., 15-18
©Centro Colombo Americano de Medellin, 2023

©Todos los textos de www.tiempodecine.co son de la autoría de Juan Carlos González A. – Instagram: @tiempodecine

 

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