La imbatible esperanza : Yo capitán, de Matteo Garrone
Una pesadilla. Eso es lo que experimentan dos adolescentes senegaleses, Seydou y Moussa, que buscan emigrar desde su patria africana hasta Italia, a esa Europa soñada que les va a permitir dejar atrás la pobreza y la marginación. La quimera de una vida mejor es la que los impulsa a emprender un viaje de 4.000 kilómetros donde solo los espera el horror. Uno puede ver Yo capitán (Io capitano, 2023) como quien se asoma a una película de terror, donde a una vejación se suma otra peor, en una seguidilla imparable que a pone a prueba no solo la resiliencia de los protagonistas, sino además la del espectador, incapaz de dejar de mirar –embrujado por la narración- lo que vemos en la pantalla, por doloroso que sea. Pero, también, uno puede enfrentarse a esta película desde la denuncia que hace y que nos arroja a la cara. Entre 2014 y 2021 se documentaron más de 29.000 muertos tratando de alcanzar las costas europeas y en el primer semestre de 2023, 1.000 senegaleses perdieron la vida en la ruta hacia España. Una cosa son las cifras, otra es ponerle rostro y voz a semejante tragedia humana.
Esto es lo que hizo el director Matteo Garrone con esta película. Imbricar las desventuras de los inmigrantes africanos y hacer de Seydou y Moussa los símbolos y representantes de todos esos seres pisoteados, pero que se resisten a darse por vencidos así los estafen, los abandonen, les roben, los secuestren, los torturen y los esclavicen. Una voluntad superior los hace dejar de lado la dignidad y no cejar en su empeño de dejar su vida pasada en África y aventurarse a una Europa que no está exactamente dispuesta a recibirlos, sino todo lo contrario. Si no los deportan, los esperan el desprecio, la marginación, la soledad, la delincuencia, los inviernos, el racismo y la xenofobia. Lo peor es que están advertidos, que saben lo que puede pasarles en el viaje y luego al llegar, pero los impulsa una fe inexplicable y las ganas de escapar de una situación social que ellos no ven que pueda ser más precaria al llegar a su soñado destino. Por eso lo arriesgan todo, sus vidas incluidas.
La narración de Yo capitán es lo más directa y lineal posible. Atrapa con su franqueza y sorprende, no exactamente por lo explícita que es al mostrar toda la maldad inescrupulosa de aquellos que se aprovechan de la situación de los inmigrantes para engañarlos y explotarlos, sino por algo que parece insólito en este tipo de filmes: unas escenas oníricas de profunda belleza que son como un bálsamo para paliar tanto dolor. Una es una visión provocada quizá por el calor del desierto, la otra un sueño de Seydou, pero ambas son esa válvula de escape que el espíritu busca cuando ya no tiene nada real para apoyarse, cuando ya no existe consuelo en la realidad perceptual. Hubo mucha sensibilidad y tacto por parte de Garrone –ganador del premio al mejor director en el festival de Venecia por este filme- para, por medio de lo bello, encontrar la gracia (en su acepción religiosa) para estos adoloridos seres. Y eso se prolonga en los paisajes, en los atardeceres en el desierto, en las siluetas de los caminantes entre las dunas. ¿Es incompatible un trabajo fotográfico tan imponente desde lo paisajístico con la desdicha de esos seres? Creo que no, considero que Garrone estaba buscando contrastar la hermosura de la naturaleza con unos inverosímiles actos de crueldad humana.
Respecto a si Yo capitán apela a la pornomiseria, tampoco parece acertado calificarla así. La verdad es que lo que vemos, más que sensacionalista es trágico, el director parte de un contexto social claro, sabemos los motivos de los personajes (interpretados por actores naturales), les han advertido lo que puede ocurrirles, lo que nos muestran es una recreación cruda pero aleccionadora y que busca crear conciencia entre el displicente público europeo al que inicialmente va dirigido este filme. Un noticiero español, francés, italiano o maltés muestra un bote ruinoso atiborrado de inmigrantes africanos rodeado de lanchas de los guardacostas y vigilado por helicópteros de la policía y la noticia informa de su detención al llegar a las costas europeas y quizá cuenten que algunos murieron atravesando el Mediterráneo debido a las condiciones precarias del periplo. Esa nota periodística prototipo, que ya parece volverse paisaje en el panorama noticioso, no es lo que le importa a esta película. Yo capitán es todo lo que ocurrió antes: todo lo que no se ve, toda la agonía, toda la desdicha, todas las lágrimas, todo el azar que estuvo detrás de ese periplo que a lo mejor concluya con éxito. Pero eso no lo sabemos.
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