Médico y poeta: Doctor Zhivago, de David Lean
La carrera como actor internacional de Omar Sharif se le adeuda al director inglés David Lean que buscaba un actor para interpretar al Sherif Ali en su filme Lawrence de Arabia (Lawrence of Arabia, 1962). El productor Sam Spiegel unilateralmente contrató para ese rol al francés Maurice Ronet, para frustración de Lean, que de inmediato vio que esa no era la persona que buscaba.
Examinando una fotografías de actores árabes que hablaran inglés para utilizar como extras, Lean se topó de repente con la imagen de Omar Sharif y le preguntó a Spiegel por él. “Sam me dijo que él fue alguna vez una gran estrella del cine egipcio pero que algo había ocurrido y su carrera se había difuminado. Me gusta eso. Luce bien”, recuerda Lean en la biografía que Kevin Brownlow escribió en 1996.
Spiegel envió por Sharif.-en ese entonces de 28 años- a quien le dijeron que le iban a hacer una prueba para un pequeño rol que ni siquiera había sido escrito. El actor fue hasta Jordania y allí se encontró con Lean quien le puso varios vestuarios, barba y bigote. El director quedó muy satisfecho y le dijo a Spiegel que Sharif iba a interpretar a Ali. El productor se lo llevó a Londres y le hizo firmar un contrato por quince mil dólares que lo amarraba a otras siete películas.
El desempeño de Omar Sharif en Lawrence de Arabia fue magnifico y su presencia quedó en la retina del público, que a continuación empezó a verlo en muy variados e irregulares papeles interpretando por lo general a “un extranjero multipropósito”, como lo tildó Tim Pulleine en el obituario que escribió para el periódico The Guardian: fue Francisco, un sacerdote español en Behold a Pale Horse (1964), fue el amante de Ingrid Bergman en The Yellow Rolls-Royce (1964) y encarnó al legendario líder mongol en Genghis Kan (Genghis Khan, 1965), entre otros papeles.
Pero volvamos a David Lean. Tras el éxito de Lawrence de Arabia era hora de emprender un nuevo proyecto. En trayecto hacia Europa desde Nueva York en un transatlántico italiano acató la sugerencia de su agente Phil Kellog y leyó una novela prohibida en Rusia y que le había dado a su autor el Premio Nobel de literatura. Se trataba de Doctor Zhivago del poeta y novelista ruso Boris Pasternak. “Me acomodé y leí y leí la primera noche y cada vez me interesaba más. La noche siguiente pensé, ‘esta noche lo termino’ y acabé sentado en mi cama con una caja de Kleenex secándome las lágrimas. Estaba demasiado conmovido y pensé que si podía conmoverme de esta manera, sentado en un barco leyendo un libro, debía ser capaz de hace una película buena y emotiva. Tan pronto tocamos tierra contacté a mi agente y le dije ‘Sí, voy a hacer Doctor Zhivago‘ ”, recordaba David Lean.
Los derechos de la novela habían sido adquiridos previamente por el productor italiano Carlo Ponti, interesado en que su esposa, Sophia Loren, interpretara a Lara, la protagonista femenina de la novela. Dado que se requería un gran presupuesto y una enorme logística, Ponti contactó a la MGM para que se asociaran en este proyecto. El nuevo director de este estudio, Robert O´Brien, conocía el manuscrito y estaba muy interesado en que David Lean fuera el responsable de algo de semejante envergadura. Se llegó a un acuerdo con él, pero eso implicaba que el director tomaría las decisiones frente al reparto y una de ella fue descartar a Sophia Loren, demasiado exuberante y mundana como para interpretar a Lara.
Para el papel del Doctor Yuri Zhivago, la MGM quería a Paul Newman, pero Lean pensó en Peter O’Toole, pero este recordaba con poca alegría los dos años invertidos en el desierto durante el rodaje de Lawrence de Arabia y declinó la propuesta, pensando en lo que podría ser filmar en el frío ruso. Mientras tanto, Omar Sharif estaba atento a las noticias del proyecto: “Cuando supe que David Lean iba a hacer una película a partir de Doctor Zhivago, de inmediato conseguí el libro y empecé a leerlo para ver si había algún papel para mí. Nunca imaginé que me permitieran interpretar el rol principal porque pensé que la gente me conocía como árabe y no pensarían en mí como un poeta ruso. Encontré que el personaje de Pasha era adecuado para mí y llamé a mi agente para que fuera a ver a David Lean y le preguntara si me permitiría interpretar ese rol –que Tom Courtenay eventualmente hizo. El agente me llamó de nuevo y me dijo que David no estaba de acuerdo en que interpretara a Pasha, pero que si consideraría el papel principal”, evocaba el actor.
Lean se había quedado sin opciones y sorprendió a todos al seleccionar a Sharif, al que le pusieron una banda transparente para estirarle los ojos y al que debían alisarle el cabello en cada jornada de rodaje. A él lo acompañarían dos habituales del cine de Lean, Alec Guinness y Ralph Richardson, mientras los dos papeles femeninos estarían a cargo de una debutante, Geraldine Chaplin, y de una actriz joven, Julie Christie, que ganaría el premio Óscar por la película que haría previamente a esta, Darling (1965). Lean reunió también a su equipo habitual: el guionista Robert Bolt, el veterano cinematografista Freddie Young, el diseñador de producción John Box y el compositor francés Maurice Jarre para que entre todos repitieran el milagro de Lawrence de Arabia con este nuevo filme.
Descartadas Rusia, Yugoslavia y Finlandia como sitios de rodaje, la producción se hizo en Canillas, España, un barrio casi desértico en la periferia de Madrid. Allí levantaron un plató gigantesco que incluía una reproducción del Kremlin y líneas de tranvía, además de desviar el curso de un río. Otro motivo para rodar en España era que les aseguraron que en Soria encontrarían nieve para simular ahí la estepa rusa, pero el de 1964 fue uno de los inviernos más cálidos de la historia y tuvieron que recurrir a sal, polvo de mármol y cera derretida para poder conseguir el efecto deseado. Una segunda unidad rodó en Finlandia planos generales de terreno verdaderamente nevado. La filmación se prolongó entre diciembre de 1964 y octubre de 1965, con unos costos de alrededor de quince millones de dólares de esa época. Diez mil extras fueron vinculados al rodaje.
Pese a una respuesta pobre de la crítica al momento de su estreno, el filme -que dura 197 minutos- fue ganando público y atención gracias a una fuerte campaña publicitaria y para los premios Óscar de 1966 fue nominada a diez estatuillas –incluyendo mejor película y mejor director- y ganó cinco: guion adaptado, dirección de arte, cinematografía, banda sonora y vestuario. Debido a estos premios el largometraje se convirtió en un salvavidas para la MGM, logrando ser la segunda cinta más taquillera de ese estudio, solo superada por Lo que el viento se llevó (Gone with the Wind, 1939). Doctor Zhivago solo pudo exhibirse en Rusia en 1994.
Entre la revolución y la pasión
Una de las instrucciones que David Lean le dio a Omar Sharif parecía extraña: “Voy a pedirte que hagas algo extremadamente difícil para un actor. Quiero que no hagas nada en absoluto. No mostrar emociones, no reaccionar, no hacer nada en absoluto”. Yuri Zhivago sería solo un testigo, un personaje pasivo que contemplaría con sus ojos de poeta como se parte en dos la historia de su patria y eso le inspiraría para ejercer con entrega su labor como médico y para escribir sus poemas. Todo lo que ocurre lo vemos a través de sus ojos, de su experiencia personal, del viento del destino que parece arrastrarlo una y otra vez a su antojo, sin que él pueda hacer nada para impedirlo. No es un héroe, no es un santo, no es un político, no es un estratega. Es solo un hombre frágil que se debate entre dos amores: entre la fidelidad conyugal que representa su esposa Tonya (Geraldine Chaplin) y la pasión que le despierta Lara (Julie Christie) y así lo dibuja David Lean. Es este romance trágico e irresoluto el motor del relato. Todo el torbellino social y político que las imágenes de Lean tan vigorosamente reflejan parecen palidecer ante la indecisión afectiva del protagonista, atrapado en una suerte de laberinto del que es incapaz de salir por su propia voluntad. Creo que el formato épico con que Lean solía dotar sus relatos le sirve de maravillas a Doctor Zhivago para subrayar, de manera indirecta, la exaltación romántica del protagonista. Súmese a esto la música –ya leyenda- de Maurice Jarre y el resultado es un largometraje que parece destinado a no ser olvidado nunca.
Viendo de nuevo Doctor Zhivago me sorprende constatar la inteligente manera con la que David Lean monta este filme, suprimiendo muchos tiempos muertos. Podría decirse que una película que dura tres horas y veinte minutos no es exactamente un prodigio de montaje conciso, pero la cohesión y la economía interna de cada escena es de aplaudir, así como la inclusión de una serie de recursos estilísticos modernos de los que Lean se apropia con fortuna, como un travelling de derecha a izquierda en el exterior de una casa en el que solo vemos un personaje a través de las ventanas, y la muy curiosa decisión de dejar el personaje del narrador –Yevgraf, hermano medio de Zhivago- sin parlamentos cuando interactúa con los personajes que su propio relato está evocando. Esto es, la narración en off no se interrumpe ni cuando el propio Yevgraf aparece en escena. Detalles que ofrecen –a más de cincuenta años de su estreno- nuevas posibilidades de disfrute de un largometraje que hizo de Omar Sharif una estrella de cine, una de esas cuya luz no se apaga.
Publicado en el suplemento “Generación” del periódico El Colombiano (Medellín, 26/07/15) con el título “Zhivago, médico y poeta”, págs. 4-6
©El Colombiano, 2015
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