Caos y control: Spectre, de Sam Mendes

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El caos es la secuencia inicial de Spectre (2015) en el famoso zócalo del DF en el día de los muertos. La inmensa plaza está repleta de gente celebrando mientras un helicóptero da tumbos en el aire con James Bond luchando contra un criminal italiano. La nave se contorsiona y amenaza caer en medio del gentío, mientras adentro se vive una lucha cuerpo a cuerpo que tendrá buen final. Lo sabemos: esta es una película del infalible 007.

El control es lo que quiere imponerse en Londres al fusionarse dos agencias de inteligencia británicas: MI5 y MI6 para lograr posteriormente un acuerdo multinacional que permita tener acceso a la información personal de millones de personas y poder vigilarlas, asegurando de esta forma el mantener a raya el terrorismo internacional. Un gran hermano que nos leerá, nos escuchará, nos verá y sabrá todo lo que hacemos. Todo en pro de la seguridad de los pueblos y la protección de la democracia.

Daniel Craig en Spectre (2015), de Sam Mendes

Daniel Craig en Spectre (2015), de Sam Mendes

Entre el caos y el control se debate la vida de James Bond, que desde que Daniel Craig lo interpreta se ha vuelto introspectivo, atormentado por los lazos del pasado y deseoso de hacer las paces –si fuese posible- con él y tener algo de paz. Este Bond ya no disfruta la vida, la sufre. Y eso se refleja en su actitud huidiza, reservada, implacable. Ya tiene poco tiempo de llevarse a la cama a sus chicas (y aún menos ganas tiene la película de mostrarnos sus cuerpos) y hasta de tomarse su Martini agitado, no mezclado.

Su caos existencial lucha contra el control de sus actos que quieren imponerle sus superiores. Spectre será entonces una batalla entre uno y otro. ¿Y qué pasa cuando el caos, cuando la maldad, quiere lograr el control? Buena pregunta si consideramos que esta vez el enemigo de Bond no quiere oro, ni uranio, ni el poder político: también quiere la información, también quiere controlarnos. Habrá entonces dos contiendas: la personal del 007 contra sus fantasmas del pasado –mejor desarrollada en Skyfall (2012)- y la global contra el villano que quiere controlar cada paso que demos.

Christoph Waltz y Léa Seydoux en Spectre (2015), de Sam Mendes

Christoph Waltz y Léa Seydoux en Spectre (2015), de Sam Mendes

Y ese malvado no es otro que Ernst Stavro Blofeld, el líder de SPECTRE (Special Executive for Counter-intelligence, Terrorism, Revenge and Extortion), la organización criminal de la que tuvimos noticias en Dr. No (1962), pero que cobró preeminencia en De Rusia con amor (From Russia with Love, 1963) y en Thunderball (1965), y que periódicamente retorna. La última vez que tuvimos noticias de ella fue en Solo para tus ojos (For Your Eyes Only) en 1981. Dado que la era Bond tuvo un “reboot” (volvió a empezar) con la llegada de Craig en Casino Royale (2006) ya era hora de conocer a SPECTRE y a su líder, pero entiendo que por complejas razones de derechos de autor, no había sido posible introducirlos antes. El Blofeld de Christoph Waltz es la quinta reencarnación del personaje.

Spectre (2015), de Sam Mendes

Del enfrentamiento entre Bond y el enemigo que es culpable de todas sus penurias pretéritas y recientes se debían esperar chispas, pero realmente Spectre carece de drama. Yo no espero de estas películas plausibilidad y verosimilitud, espero cohesión interna, dicho en otras palabras: acción, suspenso, grandes villanos, mujeres muy deseables, enfrentamientos a golpes casi mortales, abaleos, persecuciones inverosímiles y escapes de último segundo. En esa improbabilidad de lo que ocurre es que estas cintas encuentran sentido. Y algo de todo eso hay acá, pero puesto por reglamento, casi que con piloto automático. Falta alma. Falta tensión entre Bond y Blofeld, falta química entre Bond y Madeline Swann (Léa Seydoux, la francesa del diastema). En últimas falta inteligencia en ese guion hecho entre tantas manos.

Léa Seydoux en Spectre (2015), de Sam Mendes

Léa Seydoux en Spectre (2015), de Sam Mendes

Si quieren demostrar que la franquicia está viva tras 24 películas oficiales en 53 años no basta con verificar el cumplimiento de una “lista de chequeo” (el paraje exótico, el “Bond, James Bond”, el Aston Martin, el esmoquin a la medida, el Martini, el gadget de Q, etc.), hay que brindarle una historia sustanciosa donde todos esos elementos puedan encajar orgánicamente. Y soltar al Bond de Craig, quitarle esos lastres existenciales y sumarle algo de la levedad que exhibían sus predecesores y que era parte del encanto del personaje. Al fin y al cabo hace falta algo de caos en la vida.

©Todos los textos de www.tiempodecine.co son de la autoría de Juan Carlos González A.    –  Instagram: @tiempodecine

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