Dos o tres cosas que sé de Sarah Polley
“Cuando estás en medio de una historia esta no es, realmente, para nada una historia, solo una confusión, un rugido oscuro, una ceguera, un naufragio de vidrios rotos y maderas astilladas, como una casa en un torbellino o más bien un bote triturado por los icebergs o barrido por los rápidos, mientras todos a bordo son incapaces de detenerlo. Solo después se vuelve una historia. Cuando te la estás relatando a ti mismo o contándosela a alguien más.” (1) Las palabras son de la novelista y poeta canadiense Margaret Atwood y las pronuncia en voz alta Michael, el padre de la actriz y directora Sarah Polley, en una suerte de prólogo a Stories We Tell (2012), su premiado documental contado en primera persona por los miembros de su familia.
Es un prólogo que habla de la confusión del presente, de la incapacidad de ver claro frente a la vivencia y de cómo solo en retrospectiva somos capaces de darle forma a lo que una vez experimentamos con el vértigo de lo inmediato. Al mirar hacia atrás, apenas en ese momento, surgen las historias. Relatos sobre la vida que teníamos, sobre las pérdidas, sobre las decisiones que nos trajeron hasta acá, sobre los caminos que no recorrimos o que olvidamos (o preferimos olvidar). Es en esas encrucijadas en las que se apoya el cine de Sarah Polley para hablarnos con tal cercanía y con una intimidad sutil tan hábilmente manejada. Por eso en sus películas –pese a contar relatos tan personales- no nos sentimos intrusos sino testigos bien acogidos, invitados de primera clase al universo audiovisual de esta mujer nacida en Toronto en 1979, bajo el signo de capricornio, en el hogar de un actor británico y una actriz canadiense.
La mirada sensible y humanista de Sarah hace las veces de ese filtro –implacable pero infalible- que es el tiempo, y así les da una perspectiva y un marco bien delimitado a estas historias que nos cuenta su cine y en las que –como dice Margaret Atwood- ante todo hay seres padeciendo una gran confusión. Sus, hasta ahora, cuatro largometrajes como directora, Lejos de ella (Away From Her, 2006), Take This Waltz (2011), Stories We Tell y Ellas hablan (Women Talking, 2022) circunscriben los conflictos que padecen sus personajes al ámbito familiar, un terreno particularmente fértil para generar no solo empatía para con ellos sino una necesaria identificación con el espectador. Las contradicciones, querellas, pugnas, soledades, silencios e incomunicaciones derivadas de la relación familiar hacen parte de esa estructura social que todos integramos, y elegir describir esas situaciones, aunque pareciera fácil por referirse a un terreno común y cotidianamente transitado, se constituye a la vez en una prueba que un realizador relativamente novato como Sarah Polley no siempre está dispuesto a asumir, pues cualquier falsedad o titubeo dramático va a ser fácilmente detectado por el público.
Tras algunos cortometrajes –The Best Day of My Life (1999), Don’t Think Twice (1999), I Shout Love (2001)- y una carrera como actriz sorprendentemente larga para su edad, Sarah Polley, que durante el año 2001 se inscribió en el programa de dirección del Canadian Film Centre, se decidió a llevar a cabo su primer largometraje como directora basándose en el cuento The Bear Came Over the Mountain de la Premio Nobel de literatura canadiense Alice Munro. Lejos de ella está lejos de ser la obra de una realizadora tan poco experimentada como su trayectoria lo indicaba. Hay en esta narración otoñal una dignidad y un respeto hacia los padecimientos internos de los personajes que hace pensar en la carrera de un realizador experimentado, complemente al control de los elementos dramáticos que constituyen el núcleo de una crónica de sacrificio, tolerancia y amor. Una pareja madura –Grant y Fiona Anderson- se ve obligada a aceptar que ella padece una enfermedad de Alzheimer que progresivamente la está haciendo desaparecer, recuerdo a recuerdo ido para siempre. De todo lado se esfuma, excepto de la cabeza de su esposo, un hombre que le prometió nunca estar lejos de ella, así Fiona ya no sepa claramente quien es él.
¿Qué hace uno cuando la esposa de toda la vida ya no lo recuerda? Grant (interpretado por Gordon Pinsent) resiste la catástrofe con un aplomo digno de admiración. El mismo que muestra Lou (Seth Rogen) cuando su esposa le confiesa que está enamorada de otro hombre en Take This Waltz, el mismo que refleja Michael Polley cuando en Stories We Tell le revelan un secreto familiar que su esposa Diane se llevó a la tumba, el mismo que a August (Ben Whishaw) le impide derrumbarse cuando Ona le dice que no va a casarse con él. Cuatro hombres dignos sacudidos por las decisiones y actos de sus mujeres, que obran como factores de desequilibrio y perturbación de sus respectivas relaciones.
Sarah Polley es una mujer progresista, integrante del nuevo partido democrático canadiense y su activismo político es reconocido. Obviamente su idea del papel de la mujer en la sociedad dista del rol tradicional que instantáneamente la hace núcleo y aglutinador de la familia, sin importar sus deseos o anhelos personales, que por lo general quedaban sublimados o sepultados (curiosamente ese tipo de rol, con algunos matices, fue el que ella interpretó en el 2003 en Mi vida sin mí, a las órdenes de Isabel Coixet). Los filmes que ha hecho hasta ahora reflejan su convicción íntima de que la mujer no tiene porqué sacrificar su vida y sus sueños por complacer a otros.
Si bien Fiona en Lejos de ella no lo hace voluntariamente, sino por padecer una enfermedad mental, Grant llega a preguntarse si su esposa lo está ignorando por una venganza o si acaso está asumiendo algún papel y pretende hacerse la enferma para abandonarlo. En cambio una mujer mucho más joven, Margot (Michelle Williams), en Take This Waltz decide activa y voluntariamente perseguir su anhelo de un hombre que vibra en la misma longitud de onda emocional que ella, así tenga –tras algo de inevitable remordimiento- que abandonar a su pasivo y poco afectuoso marido. Hurgando en la historia de la familia Polley, Sarah encontró que su madre tampoco iba a resignarse a vivir una vida incompleta y que asumió unos riesgos de los que su quinta y última hija sin duda se ha sentido orgullosa, tal como vemos en Stories We Tell. Mujeres que no se aferran al pasado, que no miran hacia atrás, que deciden decidir por sí solas pase lo que pase.
Lo que acabo de mencionar en el párrafo anterior aplica perfectamente para Ellas hablan, su filme más abiertamente feminista hasta la fecha. Inspirado en la novela del mismo nombre de Miriam Toews publicada en 2018, y que narró en forma de ficción los abusos ocurridos en la Colonia Manitoba -de origen Menonita- en Bolivia entre 2005 y 2009, este largometraje congrega a un grupo de mujeres que viven en una colonia religiosa ultra conservadora norteamericana -solo por un anuncio del censo sabemos que es el año 2010- y que cansadas y asquedas de los abusos sexuales de los mismos hombres de su congregación, que además las mantienen iletradas y sin derechos, deciden votar y escoger entre quedarse y luchar, o irse de la colonia a buscar otros rumbos lejos de ahí. Aunque la decisión pareciera fácil de tomar, su profunda convicción en el pecado y en el más allá las inmoviliza y las hace discutir.
-“¿Entrar al Reino de los Cielos no significa nada para ustedes?” -pregunta una de las mujeres mayores del grupo, a lo que responde Ona (Rooney Mara), que fue violada y que ahora está en embarazo: -“Deberia haber algo por lo que valga la pena vivir esta vida, no solo la próxima”. Esta respuesta tiene la clave para el largo y dificil debate que estas mujeres -todas víctimas, todas sobrevivientes- tienen a lo largo de esta película empática y llena de amor por unos personajes que encarnan a millones de mujeres que son abusadas y que buscan una justicia esquiva y que simula ser sorda a sus exigencias, o que sencillamente las culpa a ellas mismas de lo ocurrido: “La sociedad patriarcal infecta todo y a veces consigue que incluso ese mensaje nos haga enfrentarnos entre nosotras. En la película se ve perfectamente, las dudas, el culpar a la mujer incluso de los abusos que ha sufrido, juzgarla, responsabilizarla de la violencia que ella misma ha podido sufrir, el perdón, la ira… luchar contra ese tipo de violencia también es muy importante” (2), declaraba Sarah Polley en entrevista con Nuria Hernández para la revista Vanity Fair en marzo de 2023.
Aunque sus películas parecen ancladas al andamiaje narrativo clásico, ciertos detalles formales ameritan atención, además de la colorida puesta en escena de Take This Waltz, que aproxima este relato al anhelo aspiracional de tener una “casita” soñada, y de la teatralidad del granero que sirve de decorado para el diálogo de Ellas hablan. En Lejos de ella vemos un par de veces unas imágenes de Fiona en su juventud, a manera de fugaz flashback. Dado que este personaje lo interpreta la veterana Julie Christie y que de esta actriz es sencillo encontrar material de archivo de por lo menos cincuenta años atrás, supuse que la joven que vemos era ella y no –como resultó ser- a la actriz Stacey LaBerge haciéndose pasar por Julie Christie en su juventud. Este truco volveremos a verlo en otra de sus dos siguientes películas, pero no voy a arruinarles la sorpresa de descubrirlo por sí mismos y a atestiguar qué bien juega Sarah Polley con la representación y qué enorme es su capacidad de confundir nuestra percepción con la máscara de una supuesta realidad.
Sin duda estamos frente a una artista inteligente y sensible, capaz de utilizar el cine para ilustrar su punto de vista personal y el de su conciencia de género, y por el camino conmovernos y emocionarnos con unos relatos bien concebidos y mejor ejecutados, donde hay respeto por las dudas, temores, incertidumbres y pasos en falso que cometen sus personajes, sean estos el fruto de la más pura de las ficciones o la descripción del pretérito imperfecto de la propia familia Polley. La Nicole de El dulce porvenir (The Sweet Hereafter, 1997) se ha convertido en una toda una directora, una autora intuitiva, honesta y tremendamente brillante a la hora de contar unas vivencias humanas –no solo ajenas- que en principio son caos y sombras, pero que en sus manos se transforman en historias, en esas historias prolijas y suculentas que le contamos con fruición a alguien más.
Referencia:
1. Margaret Atwood, Alias Grace, New York, Anchor Books, 1997, pág. 298
2. Disponible online en: https://www.revistavanityfair.es/articulos/sarah-polley-directora-ellas-hablan-oscar-actriz-entrevista
Actualización de un texto publicado originalmente en la revista Kinetoscopio No. 104 (Medellín, 2013). Págs. 60-62
©Centro Colombo Americano, 2013
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