Ese infierno tan cercano: Gomorra, de Matteo Garrone
La palabra clave es distancia. En Gomorra (2008), el director Matteo Garrone toma distancia de los personajes, de su accionar violento, de hacer cualquier juicio moral. Aspira al realismo: filma con cámara en mano, en escenarios naturales, sin música incidental y prescindiendo de dar muchas explicaciones de contexto. Los múltiples personajes están ahí y Garrone nos los muestra tal como son, sin preocuparse por que los identifiquemos o no, o que al principio no sepamos bien que hacen o cuál es su importancia en el relato.
Esta no es una historia coral donde los protagonistas vayan a confluir al final en un lazo común a veces forzado, tal como hemos visto en otros filmes. En Gomorra todos hacen parte -así lo sepan o no- de los diferentes ángulos de una situación social y criminal tan compleja como la Camorra napolitana, que impide que sea posible intentar explicarla o mucho menos simplificarla, de ahí que el director quiera tan sólo mostrárnosla en toda su feroz contundencia, para que seamos nosotros los que armemos el rompecabezas y saquemos, si podemos, las conclusiones.
Recurre para ello a un grupo de actores profesionales mezclados con actores naturales, algunos de los cuales tenían cuentas pendientes de la ley o hacían parte de las redes de la Camorra y ya están presos. Unos y otros brindan naturalismo a una historia que no admitía grandes estrellas, tan sólo el trabajo de intérpretes dignos que lograran transmitir de manera realista y fría la desazón de aquellos que se saben condenados. El medio en el que se mueven, la violencia que los rodea, y que ellos también provocan, no les deja salidas. Presienten que no van a salir vivos de ahí, de esas barriadas geométricamente asfixiantes, de esos corredores desiertos, de esos apartamentos estrechos donde conviven el miedo y la codicia. A medida que transcurre el metraje del filme ya no nos preguntamos si este o aquel va a sobrevivir, sino en que momento será asesinado.
La muerte en Gomorra carece de espectacularidad o de sublimación estética. Los personajes no caen en cámara lenta mientras la banda sonora refuerza el acto. Aquí los personajes se derrumban ante el impacto de las balas, cuyo sonido es el único que se escucha. Quedan en el suelo, en medio de un mar de sangre, y del pasmo –ya no el horror- de aquellos a su alrededor, aturdidos de ver tanta muerte. Así nos pasó acá, por eso ese infierno se ve tan cercano, tan tristemente familiar. Europa se ha conmocionado ante el impacto de esta película: para nosotros Gomorra evoca pesadillas padecidas por esta patria y, rotunda, nos advierte que el mal sigue vivo.
Publicado en el periódico El Tiempo (Bogotá, 11-04-09) pág. 1-14
©Casa Editorial El Tiempo, 2009
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