¿Orson Welles en Colombia?
Fue publicada la novela póstuma de R.H. Moreno-Durán, El hombre que soñaba películas en blanco y negro, que nos trae noticias de la estratégica visita de Orson Welles a Bogotá entre el 13 y el 15 de agosto de 1942. Pero, ¿estuvo en realidad aquí?
Tras estrenar Ciudadano Kane en mayo de 1941, rodar en el último trimestre de ese año su segundo largometraje, The Magnificent Ambersons y empezar la filmación de Journey into Fear en enero de 1942, Orson Welles se vio de repente convertido en embajador de buena voluntad en América Latina a petición de Nelson Rockefeller, uno de los accionistas mayoritarios del estudio RKO y director de la Coordinación de Asuntos Interamericanos (CIAA). Welles había presentado un proyecto de un filme episódico llamado It´s All True y ahora tendría la oportunidad de llevarlo a cabo, modificándolo para poderlo rodar en Suramérica. “La RKO y todos los demás trabajamos gratis para promocionar los asuntos inter-americanos. Yo no quería hacerlo, pero no supe cómo negarme. Fue un trabajo sin sueldo a favor del gobierno y lo hice porque se me presentó como si fuera un deber”, le expresaba este realizador a Peter Bogdanovich en su libro Ciudadano Welles.
La mayor parte del tiempo Welles y su equipo estuvieron en Brasil rodando dos segmentos semi documentales del filme, pero al final el proyecto debió cancelarse, pues la RKO cambió de dueños y le quitó el control de sus filmes. Antes de regresar a Estados Unidos, Welles visitó Argentina y otros países, pero no es del todo claro que estuviera en Colombia, las fuentes consultadas no muestran datos concretos de su presencia entre nosotros. Ahora se publica la novela El hombre que soñaba películas en blanco y negro, de R.H. Moreno-Durán y el mito de Welles en este país parece tomar un nuevo aliento.
En el libro La forma de las ruinas, publicado en 2015, el escritor bogotano Juan Gabriel Vásquez reproduce une entrevista que le hizo a Moreno-Durán, ya enfermo de un cáncer terminal de esófago, y que apareció en el primer número de la revista Piedepágina. Puesto que el libro de Vásquez es una novela basada en hechos históricos y narrada por él mismo, quiero suponer que la entrevista fue real, aunque a veces tenga una ligera duda sobre su verosimilitud.
Hablando de Orson Welles y su presencia en Suramérica entre febrero y agosto de 1942, Vásquez se pregunta sobre los motivos de su viaje al hemisferio sur y Moreno-Duran le explica que “Sospecho que Welles vino, en el fondo, huyéndole a Rita Hayworth, que era bastante intensa. En realidad vino a hacer el documental y permaneció en el Brasil, ininterrumpidamente por siete meses. Luego fue a Buenos Aires para el estreno de El ciudadano, que así se llamó su película en Argentina. Habló con Borges. De ahí surgió la bellísima nota que Borges escribió en Sur. Luego fue a Chile, ya de despedida pasó por Lima, y el 12 de agosto las agencias de prensa le hicieron la última entrevista. Le preguntaron: ¿Y qué va hacer a partir de ahora, viaja a Los Ángeles? Dijo: No, mañana viajo a Bogotá, Colombia. Le preguntaron por qué, y contestó: Tengo grandes amigos en Colombia, me encantan los toros, Colombia es un país de toros. Y soltó todo un rosario de tópicos sobre nuestro país. Al día siguiente, agosto 13, en la primera página de El Tiempo se lee: Orson Welles llega a Bogotá, y los mismos titulares reproducen El Espectador y El Siglo. Pero Orson Welles no llegó nunca a Bogotá”.
Moreno-Duran ya había especulado sobre la supuesta visita del director de Ciudadano Kane a Bogotá en un cuento titulado Primera persona del singular, publicado en 1996 en una antología llamada Cuentos de cine. Ese relato le sirvió como núcleo para escribir El hombre que soñaba películas en blanco y negro, texto que vio la luz póstumamente en marzo de 2016. Moreno-Durán murió en Bogotá el 21 de noviembre de 2005.
Obviamente al momento de la entrevista con Vásquez la novela ya estaba escrita y él en La forma de las ruinas la resume así “cuenta lo que le ocurrió a Welles en Bogotá los días 13, 14 y 15 de agosto, ocho días exactos después de que Eduardo Santos entregara el poder y lo asumiera por segunda vez Alfonso López Pumarejo. Esto tiene una importancia política que nadie recuerda, y es que Laureano Gómez, en una entrevista que tuvo con el embajador norteamericano, le dijo que si Alfonso López se posesionaba, él daría un golpe de estado con sus amigos del Eje. La cuestión es que Orson Welles llega a Bogotá, una ciudad convertida en un nido de espías y corresponsales de guerra, y con el agravante de que en ese momento el país estaba completamente conmovido, dolido y rencoroso por el hundimiento de varias fragatas colombianas en el Caribe. En ese ambiente, Orson Welles sufre una serie de peripecias impresionantes”.
Refiriéndose a Primera persona del singular, el crítico de cine Enrique Pulecio Mariño escribe en El Tiempo (29/11/98) que “El Wells [sic] de Moreno-Durán es un personaje de ficción en la medida en que las circunstancias en las que está inscrito lo son; lo es también en cuanto algunos rasgos de su carácter forzosamente han de serlo, pero en relación al peso específico de una personalidad definida de acuerdo con semblanzas y biografías se trata de una aproximación tan plausible, válida y, además, encantadora, como lo merece un personaje que despierta en el autor sin duda todas sus simpatías”. Coincido con todos los conceptos de Pulecio Mariño, quizá con la excepción de considerar esta aproximación a la vida de Welles –que Moreno-Durán expandió en la novela– como “encantadora”. Yo la considero en cambio fatigante. El autor fue excesivamente riguroso a la hora de documentarse sobre la vida de Orson Welles y es de admirar la precisión de los datos biográficos, pero pretender abarcar prácticamente toda su vida y realizaciones hasta 1942 en un relato que transcurre en escasos tres días lleva a que se atiborre de información enciclopédica a una narración que se transforma en una mera disculpa para maravillarnos de la capacidad de Moreno-Duran para recabar antecedentes, fechas y anécdotas, antes que de la particular existencia de Welles.
La supuesta visita de este artista a Bogotá se convierte entonces en un curioso y afectado dispositivo literario para acomodar a la fuerza todo lo que Moreno-Durán logró averiguar. No le quito merito a esta labor cinéfila y exhaustiva de indagación y revisión de datos, pero considero extremadamente artificiosa la manera en que pretende darlos a conocer, pues tuerce las situaciones y los diálogos hasta que logra a la fuerza acomodar ahí la anécdota, la cifra o la afirmación contundente. Y si no lo consigue, pues simplemente lanza al personaje en un monólogo didáctico. Por ejemplo, se refiere Welles a Ciudadano Kane en un diálogo del libro:
–Colombia no será la excepción. En mi propio país el sabotaje comenzó antes del estreno. ¿Sabían ustedes que el patrón de la Metro, Louis B. Mayer, le ofreció a la RKO la suma poco despreciable de ochocientos cuarenta y dos mil dólares para que no se estrenara el filme?
–Afortunadamente la RKO no aceptó –dijo Crews.
–Pero al día siguiente comenzó el ataque. Y fue despiadado. En todas partes no se habla de otra cosa que de Ciudadano Kane, menos en mí país. Hace seis meses mi película tuvo nueve nominaciones a los premios Óscar y, ¿saben qué?, solo le concedieron una estatuilla al mejor guion y, además, tuve que compartirla con Herman Mankiewicz. La humillación no pudo ser mayor.
– ¿Influencia de Hearst? –pregunté tímidamente.
–Y además, de Hoover y el FBI –concedió Welles–. La noche del 26 de febrero de este año, cuando mis enemigos se tomaron el Hotel Biltmore, de Los Ángeles, para vapulear a Ciudadano Kane, yo me encontraba en Brasil, a miles de kilómetros de distancia de Hollywood y la envidia.
Como ven, el autor trata de esparcir en el texto la mayor cantidad de posible de apuntes biográficos y eso termina por cansar al lector, tanto al cinéfilo, que se aburre de que le subrayen cosas que ya sabe; como al no cinéfilo, abrumado ante tanta información poco digerible. Lo que sí logra Moreno-Durán es construir un complot político-social en el que la presencia de Welles encaja apropiadamente en medio de la turbia atmósfera capitalina en plena Segunda Guerra Mundial, evento cuyo accionar Colombia también padecía. El autor teje una conspiración que vista ahora suena completamente plausible.
A lo mejor Orson Welles sí estuvo en Bogotá a mediados de agosto de 1942 pero realmente nunca lo sabremos: gracias a El hombre que soñaba películas en blanco y negro supimos que las páginas de su pasaporte donde constaba su ingreso al país fueron arrancadas. “Este pasaporte dice que Orson Welles jamás puso un píe en este país”, como él mismo afirma en el libro.
Definitivamente hay cosas que es mejor no saber.
Publicado en el suplemento “Generación” del periódico El Colombiano (Medellín, 24/04/16), págs.4-5
©El Colombiano, 2016