Kennedy: en la mira de los cineastas

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Juan Carlos González A. 
Publicado en el suplemento “Generación” del periódico El Colombiano (Medellín, 24/11/13). Págs. 4-5 
©El Colombiano, 2013 

Sorprendentemente, en la conmemoración de los cincuenta años del magnicidio de John F. Kennedy faltó una película que le hiciera justicia a su vida y a su legado. 
En estos días en las librerías de cualquier ciudad de los Estados Unidos abundan los textos sobre John F. Kennedy: biografías nuevas y reeditadas, crónicas, reportajes, ediciones especiales de revistas, novelas de ficción y textos de análisis político que se preguntan en coro que hubiera sucedido si no lo hubieran asesinado. Hay un enorme fervor editorial al conmemorarse cinco décadas de su muerte, ese 22 de noviembre de 1963 en Dallas. 
Pensé que con el cine iba a ocurrir lo mismo y que tendríamos este año una gran película sobre Kennedy. La efeméride así lo ameritaba y además el tema sigue siendo absolutamente atractivo y vigente, tanto para aquellos que recuerdan con nostalgia al carismático mandatario como para los que son muy jóvenes, que se enfrentarían por primera vez a una trama que incluye un presidente carismático y atractivo, una esposa hermosa y sofisticada, una situación política compleja, una problemática social inflamable y un magnicidio casi inverosímil en su insospechada violencia. 
Pero no fue así. Aparte de los documentales realizados –y hay que aplaudir y destacar el que PBS estrenó el 11 de noviembre en la televisión norteamericana, JFK, producido y dirigido por Susan Bellows- pareciera que no fuese oportuno o conveniente, desde la ficción, fortalecer el mito de “Camelot”, revivir viejas heridas y seguir especulando sobre teorías respecto a si el crimen fue un hecho aislado o fruto de una confabulación secreta. Nos quedamos esperando, por ejemplo, el estreno de The Kennedy Detail, de Stephen Gyllenhaal, filme del que no se volvieron a tener noticias. Este año hubo una referencia concreta a la administración Kennedy y a su desenlace en El mayordomo (The Butler, 2013), la película de Lee Daniels inspirada en la vida de Gene Allen, mayordomo de raza negra que prestó sus servicios a la Casa Blanca durante 34 años y 8 presidentes. Dado que el filme hace énfasis en la lucha por los derechos civiles liderada por la población negra de los Estados Unidos, era obvio que a la presidencia de Kennedy se le dedicara particular atención y se hiciera una positiva remembranza de sus actos.

En octubre se estrenó una película sobre el magnicidio, Parkland, escrita y dirigida por Peter Landesman a partir del libro del abogado Vincent Bugliosi, titulado Reclaiming History: The Assassination of President John F. Kennedy. Intentando mostrar algún aspecto menos difundido de los hechos, Landesman se centra en el momento del crimen y en cómo esto afectó la vida de personas anónimas -en eso evoca a Love Field (1992) de Jonathan Kaplan- incluyendo a los médicos y enfermeras del Hospital Parkland de Dallas, donde murieron tanto Kennedy como su presunto homicida, Lee Harvey Oswald. El furor y el desespero en la sala de urgencias es apenas esperable dada la magnitud de los hechos, y la película no nos ahorra ningún detalle clínico sobre los esfuerzos que se hicieron para salvarle la vida al mandatario. A diferencia de otras cintas en las que al mostrar un servicio de urgencias se sublima el caos y la sangre, acá las imágenes son completamente desasosegadas: se siente el peso de la responsabilidad que se les encomendó y en sus ropas ensangrentadas vemos el infructuoso resultado final de su labor. Hay un manejo semi documental en estas secuencias que sin duda tuvo un impacto negativo y perturbador en el público. 
Parkland también involucra otras dos vidas: la de Abraham Zapruder (interpretado por Paul Giamatti), quien filmó el asesinato con su cámara de 8mm, y la de Robert Oswald, el hermano del hombre inculpado en el crimen. Para el primero lo que su cámara registró se convirtió en evidencia y en uno de los videos caseros más difundidos del planeta, mientras que para el segundo la acusación de su hermano lo dejó casi que excluido de una sociedad que difícil va a dejar de perdonarle a su familia que algo así hubiera ocurrido. El drama hospitalario y el de estos dos hombres se alivia un poco gracias a las extravagancias de la madre de los Oswald, Marguerite, a quien la gran Jacki Weaver dio vida con indudable ironía. La película fracasó en taquilla (no es creíble ver a Zac Efron interpretando a un abnegado residente de cirugía) y un mes después de su estreno local apareció ya en video. En ese lapso obtuvo ingresos por un poco más de seiscientos cincuenta mil dólares.

Parkland (2013), de Peter Landesman

Pero Parkland es sin duda mucho más original y creativa que Killing Kennedy, la película para televisión que la National Geographic estrenó simultáneamente en 171 países el pasado 10 de noviembre. Dirigida por Nelson McCormick con una anemia absoluta de ideas, el filme no aporta ningún elemento nuevo en lo narrativo o en lo formal, ni deja para el recuerdo alguna imagen memorable. Hurga –superficialmente- tanto en las razones de Oswald como en las vicisitudes políticas de Kennedy (caracterizado con poca convicción por Rob Lowe) y se adscribe por completo a la teoría de que Oswald actuó solo, sin salirse ni un milímetro de la “historia oficial”. La película está basada en el libro Killing Kennedy: The End of Camelot de Bill O’Reilly y Martin Dugard, autores del best seller Killing Lincoln, que también se adaptó para la televisión a principios de este año. 
Contrasta este conformismo con películas previas que han abordado el tema del asesinato con singular coraje. Aclaro que no he visto Flashpoint (1984), pero sin embargo fui uno de los que disfrutó JFK (1991) de Oliver Stone, que está aún en el recuerdo de los espectadores no solo gracias a su empaque épico, sino además por sus logros propios como filme. Un excelente trabajo de montaje mezcló secuencias de 1963 con recreaciones perfectamente ejecutadas de los hechos, para hacernos creer que todo lo que vemos ocurrió realmente en los años sesenta. Si Stone pretende denunciar un engaño histórico, lo hace con las mismas herramientas: engañando la percepción del espectador y haciéndole partícipe de una investigación policial que tiene elementos de gran suspenso. Ver las imágenes del asesinato filmadas por Zapruder con toda la crudeza que un hecho real puede tener es pasmosamente doloroso, tanto como el enterarnos de los supuestos intereses económicos que habría habido tras la conspiración para matar al presidente. Pese a que nos deja con la curiosa ambigüedad de saber si todo lo expuesto tiene base real o no, Stone hace en JFK su mejor película, con una narración vibrante y una actuación convincente de Kevin Costner en el papel del fiscal de New Orleans que reabre el caso a finales de los años sesenta.

JFK (1991), de Oliver Stone
Los mismos elementos de montaje que Stone utilizó para darnos la sensación de estar viendo material de la época ya habían sido utilizados también exitosamente en una película previa que no es posible dejar pasar inadvertida. Se trata de Executive Action (1973) dirigida por David Miller y con guión de Dalton Trumbo, el más notorio de los involucrados en la “lista negra” del macartismo de los años cincuenta. Durante los créditos iniciales de esta cinta se nos advierte que “aunque mucho de esta película es ficción, también mucho se basa en hechos históricos documentados. ¿Realmente existió la conspiración que describimos? No lo sabemos. Meramente sugerimos que podría haber existido”. Executive Action no da rodeos: acusa formalmente a un grupo de políticos de derecha, grandes empresarios y antiguos agentes de inteligencia de maquinar un plan para liquidar a Kennedy -a quien odian por sus ideas de avanzada y por sus intenciones antimilitaristas- gracias a un experto en operaciones encubiertas (interpretado por Burt Lancaster, quien paradójicamente era un hombre de ideas liberales) que organiza un comando de francotiradores para asegurarse del éxito del plan, mientras convierten a Oswald en chivo expiatorio. Toda la narración está contada desde el punto de vista de los conspiradores, tanto los autores intelectuales (es el último papel de Robert Ryan en el cine) como los materiales del crimen. 
La película debutó en los Estados Unidos unas semanas antes de conmemorarse los primeros diez años del asesinato y desde su estreno estuvo en medio de un huracán de críticas y desató una fuerte polémica, por lo que fue retirada de los teatros una o dos semanas después. Pasarían décadas antes de poderse conseguir en video. Vista hoy, Executive Action sorprende por su valentía y clarividencia, dos palabras que incluso encajan bien al describir a su guionista Dalton Trumbo. 
Aunque el cine este año quedó en deuda con la figura de John F. Kennedy es bueno explorar el pasado y encontrar ahí títulos que le hacen justicia a su vida y a su legado, y que nos recuerdan que no está del todo claro que pasó ese viernes 22 de noviembre, hace ya cincuenta años.

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