“¿Qué haces aquí en la oscuridad?”: Candilejas, de Charles Chaplin

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“Como Ciudadano Kane, Candilejas es tanto acerca del fracaso y del éxito supremos, o acerca de la catástrofe del éxito en una cultura donde no hay segundas vidas y donde un ser humano vale tanto como su triunfo más reciente”
-Peter von Bagh

“Vale Frank, apaga esas luces”, se escucha que alguien grita por ahí, mientras Calvero va pasando de la penumbra a la completa oscuridad. Una, dos… cinco luminarias se apagan a su alrededor. Su rostro tiene el pasmo de aquel que ha sido olvidado, abandonado y dejado de lado por aquellos en los que creía, por los que antes fueron sus seguidores. El patetismo de la escena contrasta con la dignidad de Calvero, un torbellino de pensamientos tristes disimulados en ese rostro congelado por el miedo. Esta vez el personaje y el actor se funden en el sentimiento. Calvero –el protagonista de Candilejas (Limelight, 1952) es Charlie Chaplin, lo sabemos. Pero no es solo el rostro y el cuerpo los que Chaplin ha prestado al personaje: su melancolía es común a ambos, su nostalgia es una sola. Lo afirma André Bazin con poética claridad: “Si dentro de cien años se encontrase Candilejas y no existieran ya otros vestigios de Chaplin y de su obra, bastaría ese rostro, la profunda melancolía de esa mirada para saber que, más allá de la muerte, un hombre nos habla de sí mismo. Y nos toma por testigos de su propia vida, que es también la vida, nuestra vida” (1).

Candilejas (Limelight, 1952)

Calvero, según este relato, fue un payaso famoso en el vodevil londinense de finales del siglo XIX y principios del siglo XX, pero ahora en 1914, alcoholizado y echado al olvido, ve con dolor como su prestigio se esfuma para siempre. Chaplin sentía algo similar en esos momentos de su vida: su filme previo, Monsieur Verdoux (1947) había sido fuertemente criticado, sus ideas liberales, su negativa a hacer parte de los esfuerzos artísticos durante la Segunda Guerra Mundial y su apoyo a Rusia en esa misma conflagración, hicieron que se le tildara de comunista; fue citado a declarar ante el Comité de Actividades Antinorteamericanas del Senado, la actriz Joan Barry lo involucró en un juicio de paternidad en 1943, el FBI vigilaba sus pasos y además seguía siendo ciudadano británico. Era, según las ligas de decencia y los grupos de derecha, un pésimo ejemplo para las juventudes norteamericanas: se había casado por cuarta vez en 1943 con una mujer 36 años más joven que él. Era un hombre incómodo, que vivía de una fama ya rancia.

Pero él quería seguir haciendo cine. “Yo tenía una idea y bajo esa compulsión no me importaba lo que resultara; la película tenía que hacerse. El mundo, sin importar el recubrimiento moderno que pueda asumir, siempre adora una historia de amor. Como dice Hazlitt, el sentimiento es más atractivo que el intelecto y es también una contribución mayor de la obra de arte. Y mi idea era una historia de amor; además era algo completamente opuesto al pesimismo cínico de Monsieur Verdoux. Pero, lo que era más importante, la idea me estimulaba” (2), relataba en su autobiografía. Chaplin pensaba que Candilejas sería su última película, su testamento, por eso quería dejarnos un retrato autobiográfico, una síntesis de su vida, así en sus memorias no sea explícito al respecto.

Candilejas (Limelight, 1952)

Aparentemente iba a inspirarse en las carreras de comediantes que él había visto perder el favor del público, como Frank Tinney (1878-1940), acusado de golpear a su amante, y el payaso español Marcelino (1873-1927), con quien Chaplin trabajó cuando era niño. Pero también pensaba en su padre, en Charles Chaplin Senior que murió alcoholizado a los 38 años en 1901, tras una carrera promisoria en el music hall que se fue desvaneciendo con los años. Y, por supuesto, quería evocar a su madre: el personaje de Thereza –Terry- la bailarina que Calvero ayuda a renacer y que en la pantalla interpreta la actriz inglesa Claire Bloom, está inspirado en su madre: “El modelo básico para Terry, la bailarina sicológicamente perturbada, fue Hannah Chaplin. En una visita con Claire Bloom a los talleres de Brooks, el vestuarista, el propósito último de Chaplin era asegurarse que en ciertas escenas Terry se vistiera de una forma que evocara a Hannah. -«Mi madre»- le dijo a Brooks, -«acostumbraba a ponerse un holgado cárdigan tejido, una blusa de cuello alto con un moño pequeño y una chaqueta de terciopelo gastada»” (3).

Si era necesario enfatizar que este era un proyecto personal, Chaplin incluyó en el reparto como actores a cinco de sus hijos: los dos mayores, Sydney y Charles Jr., de su unión con Lita Grey; y los tres pequeños que tenía con Oona O’Neill, Geraldine, Michael y Josephine. También su medio hermano, Wheeler Dryden, aparece caracterizando al médico que atiende a Terry. Incluso Oona reemplaza a Claire Bloom en algunos planos que hubo que volver a rodar. Todo quedaba en familia.

Candilejas (Limelight, 1952)

Y si de lazos familiares hablamos, Candilejas iba a acoger también a su “familia” del espectáculo. Ahí están en roles de músicos callejeros, compañeros de Calvero, el australiano Snub Pollard que fue uno de los policías de la Keystone y trabajó con Harold Lloyd; y Loyal Underwood, un actor de reparto en los cortos que Chaplin hizo para la Mutual y la First National. Según se dice Edna Purviance, quien fuera la coprotagonista de muchos de sus cortos y tuvo el papel principal en Una mujer de París (1923), aparece brevemente dentro del público en la secuencia de ballet. Sin embargo el cameo más famoso de esta película es el de Buster Keaton, por primera y única vez actuando junto a Chaplin en un filme. Sobre su trabajo conjunto escribe el biógrafo David Robinson que: “Keaton trabajó en la película durante tres semanas, del 22 de diciembre al 12 de enero. En el plató, se mostró reservado al punto del aislamiento. Según recuerda Jerry Epstein, llegó con el pequeño sombrero plano que había llevado siempre en sus películas y hubo que decirle cordialmente que Chaplin había pensado ya en el vestuario y el número que debía interpretar. El equipo de rodaje quedó encantado de ver que, una vez en escena, Chaplin y Keaton volvieron a ser unos viejos profesionales de la comedia dispuestos a robarse la escena mutuamente. «Chaplin rezongaba» –recuerda Eugène Lourié- «Él decía, no, ésta es mi escena». Claire Bloom sentía también que «algunos de los gags de Keaton eran demasiado brillantes, ya que, en vista de las risas que provocaban en las pruebas de cámara, Chaplin no le pareció adecuado dejarlos en la versión final del film»” (4). Su rivalidad era perenne.

Una historia de larga evolución
Chaplin trabajo durante dos años y medio en el guion de Candilejas, una historia que germinó a partir del encuentro con Vaslav Nijinsky en 1916, algo que le causó una profunda impresión. La idea de hacer un filme sobre un bailarín tuvo muchas versiones a lo largo de las décadas, hasta la maduración final para este proyecto que combinaba ballet –encarnado en una bailarina- y music hall –representado en Calvero- y que está ambientado en la Londres de 1914, el año en que el personaje del vagabundo debutó en el cine al lado occidental del océano Atlántico. El material no fue escrito inicialmente como un guion sino como una novela, Footlights, que incluía de manera separada la biografía detallada de su protagonista, Calvero´s Story. En la novela Calvero muere en el Hospital St. Thomas donde falleció el padre de Chaplin. Footlights solo vino a publicarse en 2014 gracias a la Filmoteca de Bolonia.

Candilejas (Limelight, 1952)

Charlie Chaplin se encargó de todos los aspectos de este filme, pero especial atención le prestó a la música, considerando que había una bailarina de ballet como coprotagonista. Compuso la banda sonora y las canciones cómicas e hizo la coreografía de los números musicales. Ray Rasch fue el asistente musical que Chaplin contrató para convertir en partituras las canciones que él tarareaba y que se sabía de memoria. Rasch, sentado al piano, trabajó con él tiempo completo durante nueve meses para hacer la banda sonora. Chaplin, Rasch y Larry Russell recibieron un premio Oscar por estas composiciones en 1972, veinte años después del estreno del filme, pues solo hasta los años setenta pudo Candilejas ser estrenada en Los Ángeles y así candidatizada a un premio Oscar. La canción más popular del filme, “Terry’s Theme” se conoce en español como Candilejas.

Candilejas (Limelight, 1952)

El guion se rodó prácticamente sin sufrir cambio alguno y la filmación se realizó en 55 días. El 25 de enero de 1952 culminó un rodaje que no presentó mayores dificultades. En agosto de ese año se hizo un preestreno en el teatro de la Paramount, pero Chaplin quería que la première mundial de Candilejas fuera en Londres. Para tal efecto viajó de California a Nueva York y se embarcó en el trasatlántico Queen Elizabeth el 17 de septiembre. Dos días después fue informado que el fiscal general de Estados Unidos, James McGranery, había revocado su permiso de reingreso al país, aduciendo razones legales relacionadas con “moral, salud o demencia, o por defender el comunismo o asociarse con organizaciones comunistas o procomunistas”. Era el golpe final. Chaplin no volvería al país.

El crepúsculo de los semidioses
Candilejas fue construida como un vehículo para que Chaplin expusiera ante un público cautivo sus opiniones sobre lo difícil e ingrato del mundo del espectáculo (“No es que me importe el éxito, pero no quiero otro fracaso”) y sobre la existencia en general (“La vida es un deseo, no un sentido”). He ahí al Chaplin predicador, el mismo de El gran dictador (The Great Dictator, 1940): es imposible no imaginar al hombre con ganas de ser escuchado por encima del personaje que dice en su nombre esas frases grandilocuentes. “Como el barbero [de El gran dictador] y Verdoux, el Calvero de Chaplin parecía tener algo que decir a la audiencia, pero en vez de montar una tribuna al final del filme, trajo sus discursos a la pantalla inmediatamente después de los créditos iniciales” (5), comenta Eric L. Flom en su libro sobre el cine sonoro de este autor.

Candilejas (Limelight, 1952)

Chaplin estaba cansado, defraudado de la ingratitud del público y decepcionado de la doble moral norteamericana que no le perdonaba ninguno de sus actos públicos o privados. Si esta iba a ser su última película –como originalmente llegó a pensar- iba a depositar en ella esa decepción. Pero si desquites se trata, habrá que esperar a su primera película hecha en Londres, Un rey en Nueva York (A King in New York, 1957), para observarlo burlarse abiertamente del país que lo expulsó de su tierra.

Candilejas está construida sobre la nostalgia, la tristeza y la ruina personal, no sobre el humor. Calvero, el comediante de vodevil, ya está destinado al olvido cuando encuentra a Terry, una joven bailarina de ballet a punto de suicidarse y con una parálisis sicosomática que él ayuda a curar con sus palabras de aliento. Ella será su última creación, su obra maestra. Para su infortunio, Terry no se enamora de él –a quien ve como una figura paterna– sino de Neville, un músico interpretado por Sydney Chaplin. Por lo menos en la ficción Chaplin ya no pretende enamorar abiertamente a una jovencita, algo que sin duda hubiera aumentado los paralelismos entre él y el personaje que interpreta.

Charlie Chaplin y Claire Bloom en el plató de Candilejas (Limelight, 1952)

Calvero, gracias a Terry, tiene una nueva oportunidad en escena, pero él sabe que en el fondo eso es solo una limosna, el intento de una despedida digna. Por eso que Buster Keaton lo acompañe en una escena de esa secuencia final es tan significativo. Si Calvero tuvo el chance de renacer entre las cenizas, ¿por qué no habría de tenerla el mismísimo Keaton? Sin embargo, verlos juntos sobre un escenario haciendo una payasada que no termina de funcionar incrementa el dolor de ser testigos del crepúsculo de estos semidioses: humanos, pero destinados a la inmortalidad del cine.

Chaplin presentía –sentía, mejor aún- ese otoño artístico y Candilejas era advertencia, queja, declaración de principios, homenaje y exorcismo personal. Demasiado para un filme, demasiado incluso para el artista, único e incomparable, que juntó fuerzas para hacerlo.

Referencias:
1. André Bazin, Charlie Chaplin, Barcelona, Paidós, 2002, p. 96
2. Charles Chaplin, My Autobiography, Nueva York, Simon and Schuster, 1964, p. 456
3. Kenneth S. Lynn, Charlie Chaplin and his times, Nueva York, Simon and Schuster, 1997, p. 477
4. David Robinson, Chaplin, his life and art, Londres, Penguin Books, 2001, p. 618-619
5. Eric L. Flom, Chaplin in the Sound Era: An Analysis of the Seven Talkies, Jefferson, McFarland & Company, 1997, p. 219

©Todos los textos de www.tiempodecine.co son de la autoría de Juan Carlos González A.

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