Rolling Stones: 50 años dejándose ver

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 El cine está empeñado en inmortalizar a los Rolling Stones, fuente de inspiración de los más variados cineastas, que no han querido perder la oportunidad de hacerlos visibles, de esculpirlos en celuloide. Para siempre.

“Uno crece pensando que la música pop es algo muy efímero y que no dura nada. Cuando hicimos nuestro primer álbum y llegó a estar en las listas pensamos: Bueno. Seguro que estaremos por un año o tal vez un año y medio, y luego se terminará todo”, anota sin asomo de capacidades proféticas un Mick Jagger de apenas veintidós años de edad en el documental Charlie Is My Darling (1965) de Peter Whitehead, la crónica de el tour irlandés de la banda cuando (I can´t get no) satisfaction llegó a la posición número 1 de las listas de hits musicales.

Jagger y su grupo cumplieron a finales del 2012 cincuenta años de labor artística ininterrumpida, celebrándolo con un pequeño tour de conciertos en Londres, Brooklyn y Newark, el lanzamiento de un álbum recopilatorio y de un nuevo documental, Crossfire Hurricane (2012), de Brett Morgen, que celebra su longeva carrera. Para unirse a la conmemoración, el Departamento de cine del Museo de Arte Moderno de Nueva York (MOMA) organizó una retrospectiva fílmica, “The Rolling Stones: 50 Years on Film”, que se programó entre el 15 de noviembre y el 2 de diciembre de 2012 y que incluía entre sus gemas la presentación de la versión restaurada de Charlie Is My Darling después de 45 años de haberse dejado de exhibir públicamente.

Los Rolling Stones han influenciado a muchos cineastas con su estilo y su música. Así lo declara Martin Scorsese, “En mis años formativos, incluso antes de que hiciera Calles peligrosas, los Rolling Stones crearon una fuente de inspiración que se hizo parte de mi consciencia. su música da forma a las imágenes que veo cuando estoy planeando una película –movimientos de la cámara, iluminación, tono, actitud” (1), de la misma manera los cineastas han documentado gran parte de la trayectoria del grupo en una serie de películas que son una suerte de inesperada biografía fílmica. Si alguien quiere conocer a los Stones no hay que irse exclusivamente a su discografía: el cine también le dará pistas de unos hombres que parecen haber hecho un pacto de inmortalidad.

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En los años sesenta el registro más antiguo parece ser el legendario documental Charlie Is My Darling, que al parecer nunca se estrenó. La versión que el MOMA exhibió fue restaurada –y ampliada- por el director Mick Gochanour y la productora Robin Klein, que ya previamente habían llevado a la pantalla grande The Rolling Stones Rock and Roll Circus en 1996, tras resucitarla del olvido. Lo que vemos es el retrato de un grupo muy joven de músicos que aún no eran megaestrellas, disfrutando del éxito que les ha dado la popularidad de (I can´t get no) satisfaction. La mayoría del tiempo los vemos tras bambalinas, ensayando, creando música informalmente, departiendo despreocupados ante una cámara que parece no estorbarles. Se ve que la pasan bien juntos y que gozan con su popularidad, aunque Brian Jones –uno de los fundadores del grupo, y que murió a los 27 años de edad- declare en el documental que “Mi meta última no fue nunca ser una estrella del pop”. Los conciertos en Irlanda que se nos muestran tienen la ingenuidad de la banda joven que es, no hay un mayor despliegue escénico distinto a su música y a la conexión que establecen con un público de adolescentes que gritan y se retuercen ante sus melodías, como The Last Time y Time Is On My Side. Y que invaden el escenario, también, haciendo huir rápidamente al grupo, incapaz de soportar la embestida de los fanáticos. Charlie Is My Darling nos permite asomarnos a la historia remota y nos explica de dónde salió todo.

En Sympathy for the Devil (1968), Jean-Luc Godard se aprovecha de varias sesiones de estudio en Londres donde los Stones están grabando el tema que le da título a este filme (que también se conoce como One Plus One, como un grafiti de mayo del 68) para intercalarlas con una serie de sketches abiertamente políticos que muestran, entre ellos a un grupo de revolucionarios negros que leen el manifiesto de las Panteras Negras y capturan a tres mujeres blancas. Los productores alteraron el final de la película para presentarla en el London Film Festival, incluyendo la versión completa de la canción, hecho que disgustó profundamente a Godard. La presencia de los Stones se antoja una carnada atractiva para un filme que sin ellos no hubiera pasado de ser una pesada charada política, que responde al momento profundamente politizado que Godard vivía.

The Stones in the Park (1969)

The Stones in the Park (1969)

Cronológicamente viene después The Stones in the Park (1969), un documental para la televisión realizado por Leslie Woodhead que hace la crónica de un concierto gratuito del grupo en Hyde Park, que tuvo lugar el 5 de julio de 1969, dos días después de la muerte de Brian Jones. El documental tiene un inicio bastante particular, mostrando a las personas que pasaron la noche previa al evento a la intemperie, despertándose con cara de perplejidad en la mañana en pleno parque. El concierto, diurno, tiene un pequeño escenario rodeado de público. Jagger, completamente de blanco, parece moverse a su antojo. En un momento dado manda a toda la multitud a calmarse y a callarse y lee un poema de Shelley en homenaje a su compañero recientemente fallecido. La pandilla de motociclistas de los Hell´s Angels estuvo a cargo de la seguridad (?) del evento.

Esos mismos ángeles tendrán un papel crucial en Gimme Shelter (1970), de Albert y David Maysles y Charlotte Zwerin, un documental que revive para nosotros el concierto al aire libre celebrado en el Altamont Speedway el 6 de diciembre de 1969, que convocó alrededor de 300.000 personas y que implicó el asesinato de Meredith Hunter –captado en el documental- causado por heridas de arma blanca propinadas por uno de los Hell´s Angels. El concierto se salió de control casi que desde que los Stones pisaron el escenario y pese a los llamados a la calma, el clima de tensión y violencia fueron evidentes. Gimme Shelter muestra el concierto en pasado, con un apesadumbrado Jagger frente a una moviola donde los Maysles hacen el montaje del filme, mientras se ven imágenes de un concierto previo en el Madison Square Garden, de los preparativos del evento en Altamont, de los grupos teloneros y de la aparición de los ingleses. Este es uno de los mejores filmes que uno puede ver sobre los Rolling Stones, sobre todo por el poco control que ellos tuvieron frente a lo que fuera a pasar en un evento de tal dimensión. La zozobra que los músicos experimentan frente a nuestros ojos es el mejor homenaje que uno puede hacerle al “cine directo” de los Maysles.

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A propósito de la gira norteamericana realizada en 1972 para promocionar el álbum –hoy un clásico absoluto- Exile on Main St., se gestaron dos documentales: Cocksucker Blues, de Robert Frank y Ladies and Gentlemen: The Rolling Stones (1974), de Rollin Binzer, filmada en las ciudades de Fort Worth y Houston. Cocksucker Blues nunca fue exhibida comercialmente, pues además de los números musicales (que según el mismo documental afirma es lo único real del filme), describe actos sexuales explícitos, consumo de estupefacientes y una serie de caóticas actividades hedonísticas que involucran a fanáticas del grupo (gruppies) que harán literalmente lo que fuera por estar cerca de sus ídolos. Al ver el resultado final, los Stones impusieron una demanda y la película –de la que existen copias de baja calidad circulando en Internet- se archivó. A Robert Frank se le prohibió presentarla más de una vez al año. Pese a las interesantes secuencias en concierto, Cocksucker Blues (el título lo dice todo) es una experiencia que no todos disfrutarán.

En la década siguiente, el director Hal Ashby presentó Let’s Spend the Night Together (1983) que documenta la gira norteamericana de los Stones en 1981. Se rodó entre noviembre y diciembre de ese año en East Rutherford, New Jersey y en Tempe, Arizona. Sin embargo no es un documental, sino el registro de los conciertos. Las veintiuna cámaras con las que se rodó este filme no compensan la monotonía de ciertos pasajes. En la misma tónica encontramos At the Max (1991), rodado durante el Urban Jungle Tour europeo en 1990 y presentado en el sistema de gran formato IMAX.

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Los derechos de las canciones Jumpin’ Jack Flash y Tell Me le costaron treinta mil dólares a Martin Scorsese, sacados del magro presupuesto de Calles peligrosas (Mean Streets, 1973). No importa lo que costaron, lo importante era lo que esas canciones decían de los personajes protagónicos de ese filme. Scorsese adora a los Stones y por eso la canción Gimme Shelter es un tema recurrente en Buenos muchachos (Goodfellas, 1990), Casino (1995) y Los infiltrados (The Departed, 2006). Shine a Light (2008) no es más que la concreción en imágenes de esa adoración y esa gratitud que Scorsese siente por estos músicos.

Shine a Light hace el registro de los dos conciertos que la banda presentó en el teatro Beacon de Manhattan, organizados en beneficio de la Fundación Clinton en el 2006. El cinematografista Robert Richardson comandó un equipo técnico de lujo que recogió con 18 cámaras cada uno de los movimientos de los músicos y de sus invitados a escena. Scorsese nos pone arriba de la primera fila, de frente a los Stones, que juegan a hacer su show aparentemente rebelde, pero que ya está cuidadosamente estudiado. Son demonios viejos: ya saben cual es la pose que mejor les sale. Y Scorsese está ahí para complacerlos, no para rebatirlos y desafiarlos. El resultado final es visualmente brillante pero nada provocador. Ni Scorsese es el de los años setenta ni los Stones tampoco. Ambos están ya por encima del bien y del mal.

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Más interesante resulta Stones in Exile (2010) de Stephen Kijak, estrenado en el Festival de Cine de Cannes. Se trata de una hermosa recreación de la génesis de Exile on Main St., y relata el éxodo del grupo hacia Francia, acosados por un asunto de impuestos en Inglaterra. Keith Richards y su pareja de entonces, Anita Pallenberg, se refugian en una villa de la Costa Azul que sirve para alojar a todo el grupo y a unos selectos visitantes. En el sótano del lugar se va construyendo lo que en unos meses será Exile on Main St. entre excesos, fiestas y mucho olor a hierba. Los testimonios de pasado y presente se entrelazan (nótese la hermosa transformación visual de Jagger y Watts actuales en los jóvenes del pasado, como si hubieran ingresado a una máquina del tiempo) sin solución de continuidad, haciendo un homenaje nostálgico a un momento irrepetible de sus agitadas carreras.

Su más reciente mini gira, “The Rolling Stones: 50 Years And Counting” de finales del 2012 (y que se prolongó este año) no requirió ni siquiera una película que la filmara. El concierto que tuvo lugar en The Prudential Center de Newark, New Jersey el sábado 15 de diciembre fue transmitido en vivo en alta definición por el sistema pay per view. La experiencia Stone ya se disfruta de inmediato.

¿Y Crossfire Hurricane? su último documental (aunque la palabra “último” al referirse a ellos parece no aplicar) es una asignatura pendiente. Que bueno es saber que aún no lo he visto y que sin duda va a atraparme, como su música lo hace. ¡Larga vida a sus majestades!

Citas:
1. Museum of Modern Art of New York, “The Rolling Stones: 50 Years on Film”, sitio web: MOMA, disponible en:www.moma.org/visit/calendar/films/1335

Publicado en la Revista Universidad de Antioquia No. 311 (Medellín, enero-marzo/2013). Págs. 106-111 – ©Editorial Universidad de Antioquia, 2013

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