Un caso de fiebre de las cabañas: El resplandor, de Stanley Kubrick

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En la vitrina de ejemplos paradigmáticos de cine de género que Stanley Kubrick había estado haciendo filme a filme faltaba el terror y El resplandor (The Shining, 1980) llegó para suplir esa carencia. La novela de Stephen King publicada en 1977 fue la respuesta que buscaba tras leer varias historias de terror en busca de inspiración para un nuevo filme. En el libro de Paul Duncan sobre la obra de Kubrick este afirmaba que “”Hay algo intrínsecamente malo en la personalidad humana. Hay un lado malvado en ella. Una de las cosas que pueden hacer las historias de horror es mostrarnos los arquetipos del inconsciente; podemos ver el lado oscuro sin tener que confrontarlo directamente”.

Kubrick no necesitaba monstruos, vampiros o maldiciones, con explorar la mente humana era suficiente para asustarnos. La película tiene como protagonista a una familia compuesta por una pareja -Jack Torrance (Jack Nicholson) y Wendy (Shelley Duvall)- y su hijo, un niño llamado Danny (Danny Lloyd) que tiene poderes extrasensoriales que él y sus padres interpretan como si simplemente se tratara de un amigo imaginario del niño. Los tres van a habitar el hotel Overlook, en Colorado, durante la dura temporada invernal, enclaustrados allí con el propósito de cuidar del lugar y hacerle el mantenimiento requerido mientras está vacío. Esto le sirve a Jack para ganar dinero y a la vez para obtener la paz necesaria para escribir una novela que no ha podido hacer. Hasta ahí todo va bien. Aparentemente.

El resplandor (The Shining, 1980)

El cocinero principal del hotel comparte con Danny el mismo poder, el mismo “resplandor” como él lo llama y le advierte al niño sobre lo que implica tener esa capacidad de ver el pasado y anticipar el futuro, pero Danny aún es muy pequeño para entender sus palabras. Y para entender lo que empieza a ver en el hotel, imágenes y apariciones que remiten a hechos de sangre del pasado y que para Danny son tan incomprensibles como aterradoras y, paradójicamente, fascinantes.

No solo el niño empieza a ver y experimentar cosas extrañas: también su padre. Jack pareciera a empezar a vivir en un mundo paralelo donde coexistiera con espectros, mientras somos testigos de cómo eso socaba su razón. En un momento dado surge entre el espectador de El resplandor una duda. ¿Lo que Jack ve son fantasmas o todo es fruto de su mente enferma, de una sicosis causada por el encierro? Es difícil decirlo.

El resplandor (The Shining, 1980)

Si es lo primero, se trata entonces de una historia sobre un hotel que es una suerte de organismo vivo, poblado de fantasmas que lo habitan y que no van a permitir la llegada de seres humanos sin que nada les ocurra, sin que sepan que cometieron un error al entrar ahí. A Jack van a envolverlo, a hipnotizarlo, a habitarlo. Y si se trata de lo segundo, un caso extremo de “fiebre de las cabañas”, entonces todo lo que presenciamos, que va en un crescendo de violencia incontenible, no es más que el delirio de un personaje que actúa como narrador no confiable de este relato.

Esta es la más sencilla de las disyuntivas a las que se enfrenta quien trate de analizar El resplandor, pues a partir de ahí las teorías e interpretaciones alrededor de este filme son inconmensurables. La cantidad de supuestos símbolos que Kubrick introdujo es enorme y de una complejidad filosófica y psicoanalítica apabullante. Los espejos, el doble, la personalidad escindida, el odio al hijo, la estructura de cuento de hadas malvado… todo ha sido explorado y disectado durante décadas tratando de desentrañar el sentido de una película hija de un director cuyo propósito último como autor le incumbe–por supuesto- solo a él. El resto del cine de terror palidece frente a la profundidad y a los alcances de El resplandor.

El resplandor (The Shining, 1980)

No deseo sumarme a quienes aventuran una nueva interpretación alegórica de este filme, mas allá de suponer que el regreso del cocinero del hotel es una pista falsa, un “MacGuffin” como lo usaba Hitchcock. Más bien quiero admirar la actuación enloquecida de Jack Nicholson (no es posible imaginar a nadie diferente en este rol), quiero dejarme llevar por la agilidad de los planos secuencia y por la música embrujante de Krzysztof Penderecki y Gyorgy Ligeti, quiero ver una y otra vez el movimiento de la cámara de John Alcott hacia la derecha y de inmediato hacia la izquierda mientras Jack da hachazos a una puerta, quiero sorprenderme por la atmósfera de 2001: Odisea del espacio reflejada en la ambientación del baño donde Jack conversa con el antiguo guardián del hotel. Son muchísimos los momentos de gran cine en El resplandor: el terror no es un género bastardo per se, simplemente ha estado mal rodeado y peor dirigido.

Publicado originalmente, y de manera más breve, en el suplemento “Hitchcock Kubrick” publicado por el periódico El Espectador (Bogotá, 08/03/19) p. 8

©Todos los textos de www.tiempodecine.co son de la autoría de Juan Carlos González A.

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