Una guerra de nadie: Mandarinas, de Zaza Urushadze
La única de las cinco películas nominadas este año al premio Óscar en la categoría de mejor película en lengua extranjera que faltaba por estrenarse entre nosotros era Mandarinas (Mandariinid, 2013), del director georgiano Zaza Urushadze. Sin embargo la película representó a Estonia en estos premios, pues el filme fue coproducido por ese país. Aunque casi 2900 kilómetros separan a Estonia de Georgia, hay una compleja relación histórica entre ambas naciones, pues en el siglo XIX muchos estonios emigraron y se asentaron en la región de Abjasia, como parte las políticas coloniales rusas.
Hace 23 años durante la guerra entre Georgia y fuerzas separatistas de Abjasia, la mayoría de los estonios, cuyas familias llevaban más de un siglo habitando la región, tuvieron que regresar a una nación que muchos ni siquiera conocían. En Abjasia los rebeldes tenían el apoyo de las fuerzas rusas y el concurso de mercenarios del Norte del Cáucaso, como los chechenos. Esta es la historia de Ivo, un anciano estonio que se quedó en medio de la guerra, sencillamente porque esa era su tierra y debía ayudarle a su vecino, Margus, con su cosecha de mandarinas.
El director y guionista Urushadze plantea el filme como una fábula antibélica que es así mismo un estudio minucioso de sus cuatro personajes: dos ancianos estonios y un militante de cada bando, un checheno y un georgiano, ambos heridos en combate mutuo y alojados involuntariamente en casa de Ivo. Mandarinas incluso podría funcionar como una obra teatral, pues aunque hay una agresiva acción bélica como telón de fondo y como desencadenante de los hechos, el núcleo dramático ocurre de puertas para adentro, donde deben convivir dos enemigos convalecientes al cuidado de una pareja neutral.
Al avanzar el relato captamos la sutileza y la altura de Urushadze para aleccionarnos sobre el sinsentido de la guerra, llevándonos al terreno simbólico que ya recorrieron filmes previos como El silencio del mar (1949) de Jean-Pierre Melville, La patrulla infernal (1957) de Stanley Kubrick o En tierra de nadie (2001) de Danis Tanovic. El conflicto de turno puede que tenga otro nombre, pero siempre terminará por hacernos recordar, a la hora de morir, que en ambos bandos éramos seres humanos igual de frágiles, igual de desnudos y de solos.
Publicado en la columna “Séptimo arte” del periódico El Tiempo (Bogotá, 24/05/15). Pág. 3, sección “Debes hacer”.
©Casa Editorial El Tiempo, 2015