Acepte el misterio: Un hombre serio, de Joel & Ethan Coen
En El apartamento (1960) -ese magnífico filme de Billy Wilder-, un médico vecino del protagonista y a quien ha tomado por mujeriego y juerguista, le dice en lenguaje yiddish, y cansado de sus supuestas bacanales, que “sea un mensch”, una persona íntegra y decente. En pocas palabras, un hombre serio, como el título de la más reciente película de los impredecibles hermanos Joel & Ethan Coen.
Estos directores y guionistas de origen judío no temen a los riesgos y en esta ocasión optaron por apuntar sus armas creativas en dirección a su religión. Es curioso que en su larga carrera no hubieran hecho una película centrada íntegramente en el universo judío, tema que sin duda podía generarles polémica, pero a ellos jamás les ha importado quedar bien con alguien o con algo distinto a sus propios intereses como autores. Por las consecuencias en la taquilla -benditos sean ellos- parecen no sufrir.
Aunque Un hombre serio (A Serious Man, 2009) es una comedia negra y muy ácida, centrada en un profesor de física cuya vida parece derrumbarse, víctima de cuanta plaga personal, afectiva, social y laboral cae sobre una vida aparentemente común, en el fondo hay una búsqueda de respuestas espirituales que autores clásicos como Ingmar Bergman y Robert Bresson han abordado en su cine y que más recientemente Woody Allen -también judío- ha tocado directamente en un filme tan notable como Crímenes y pecados (1989). En esa película, la mirada del director neoyorquino, aunque crítica, es compasiva frente a la fe y quienes la profesan con fervor, mientras, por el contrario, los Coen ofrecen una visión corrosiva y llena de desencanto que les cae bien a sus propósitos tanto de descreída denuncia como de singular comicidad.
Sin duda, a medida que pasan los años y acumulan experiencia, su humor se hace más cerrado y más personal, más dependiente de un espectador iniciado que ya haya navegado en su mundo particular. Eso hace que su cine sea tildado de “difícil” y rápidamente retirado de nuestra anémica cartelera. Pero los Coen y Un hombre serio valen el esfuerzo de acercarse a esta película innegablemente exigente y dejarse cautivar por una historia de mecha lenta ambientada en 1967 en la que, ante un acúmulo inaudito de vicisitudes, un buen hombre se pregunta qué hizo él para merecerlas. Frente a su interrogante sólo hay un incómodo silencio divino. Mejor es que “acepte el misterio” -como le recomienda el padre de un alumno- y se resigne.
Por fortuna, al final de los créditos del filme se nos aclara que “no se lastimaron judíos durante la realización de esta película”. He ahí a los Coen.
Publicado en el periódico El Tiempo (Bogotá, 01/04/10)Pág. 1-12
©Publicaciones Semana, 2012