El coleccionista de arte ciego y otras historias: Public Speaking, de Martin Scorsese

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“¿Cómo sabes que tu hijo va ser escritor?
Tu obstetra pone su estetoscopio en tu abdomen y solo escucha excusas”.
-Fran Lebowitz

Quien fuera el editor de la revista Vanity Fair, Graydon Carter, compró el restaurante y bar Waverly Inn en 2006. Este venía funcionando desde 1920 en un local en la Bank Street en el West Village como sitio de reunión de la bohemia y la intelectualidad neoyorquina, pero Carter lo encontró en mal estado y decidió remozarlo. Una de las mejoras fue encargar al artista y caricaturista Edward Sorel la realización de unos murales que rindieran homenaje a los ídolos culturales y artísticos de la ciudad. Nueve meses después en esos seis paneles quedaron plasmados cuarenta y tres iconos, figuras imprescindibles como Anaïs Nin, Marlon Brando, Andy Warhol, James Baldwin, Jack Kerouac, Eugene O’Neill, Walt Whitman, Martha Graham, Allen Ginsberg, Truman Capote, Bob Dylan y… Fran Lebowitz.

Segmento de uno de los murales del Waverly Inn donde aparece Fran Lebowitz

¿Fran, quién? Es probable que ese último nombre no sea tan conocido como los otros, pero sin duda Fran Lebowitz es un símbolo de lo que representa Nueva York y lo que representa asumirse como neoyorquino, así ella no haya nacido ahí sino en Morristown, New Jersey, en 1950. Fran Lebowitz no tuvo una educación formal, fue expulsada incluso de la secundaria, pero llegó a Nueva York en un momento de gran ebullición artística y se hizo parte rápidamente de ese movimiento contracultural como escritora, tras experimentar los rigores de trabajar como taxista y ejercer diversos oficios informales para poder subsistir. A los 27 años publicó su primer libro de ensayos y observaciones sobre la vida urbana, “Metropolitan Life” al que siguió con “Social Studies” en 1981, ambos con mucho éxito. Publicó un libro infantil, “Mr. Chas and Lisa Sue Meet the Pandas” en 1994 y a partir de ahí, víctima de un bloqueo creativo para escribir, pero no para opinar, se ha dedicado a explotar su ingenio verbal, convirtiéndose en una celebridad por sus declaraciones, sarcasmos y ocurrencias, con un estilo muy cercano al del Woody Allen. Pero Fran Lebowitz no es una humorista, es una aguda observadora de la sociedad, la cultura y la política, capaz de opinar con absoluta propiedad y fluidez de todos los temas, siempre con una mirada caustica, pero sobre todo muy inteligente.

Public Speaking (2010)

Fue el propio Graydon Carter quien tuvo la idea de hacer un documental sobre la vida, milagros y opiniones de su amiga Fran Lebowitz y aunque durante varios años fue Wes Anderson el director asociado al proyecto, al final lograron que Martin Scorsese se vinculara al mismo y este pudiera volverse una realidad. El resultado es Public Speaking, hecho para HBO, canal en el que el filme se estrenó el 22 de noviembre de 2010. El largometraje se rodó en el cubículo favorito de Fran en el Waverly Inn (cerca de su caricatura en el mural de la pared), durante varias jornadas entre las 11 p.m. y las 5 a.m. y el tema a tratar no se acordaba de antemano entre Frank y sus dos entrevistadores -Scorsese y el productor Ted Griffin- que siempre están de espaldas a la cámara. Las preguntas que le hacen, la mayoría de las cuales no escuchamos, sirven como detonante para encender sus respuestas, que se ramifican como un flujo de libre pensamiento, al punto de olvidar que fue exactamente lo que le preguntaron inicialmente, como si acaso eso tuviera importancia.

Public Speaking (2010)

A esas imágenes se suman –se entrelazan, más bien- intervenciones previas de Fran en dos certámenes públicos, uno en el que está sola de pie ante un atril, respondiendo preguntas de los espectadores; y en otra ocasión siendo entrevistada por la Premio Nobel de literatura Tony Morrison. También hay material de archivo de ella en su juventud e imágenes de apoyo que sirven de contexto a sus relatos de juventud y al universo cultural que en ese momento admiraba y frecuentaba. A diferencia de otros documentales, no hay testimonios de personas que hablen de su relación con ella o de la importancia o trascendencia de su labor, tampoco dramatización alguna de sus años de infancia o juventud. Ocasionalmente la vemos caminar despreocupadamente por las calles de la ciudad, pero no interactuando con nadie. En Public Speaking lo importante es lo que ella cuenta, no lo que los demás cuenten u opinen sobre ella. Este no es un diálogo, es un monólogo. El racismo, las diferencias de género, su fe en la venganza y no en el perdón, lo autodestructivo de los escritores, lo costoso que resulta parquear en Manhattan, su temor a la gasolina… no hay tema que no aborde con suficiencia y con gracia.

Public Speaking (2010)

Por supuesto que esto es un ejercicio narcisista: Fran es una mujer huraña y arrogante, con un altísimo concepto de sí misma y con un enorme ego. Es posible que su actitud esnobista sea un mecanismo de defensa de alguien que, como ella, se ha sentido en desventaja por ser judía, mujer y homosexual. De igual forma se sabe parte de una elite cultural ilustrada e excluyente a la que defiende, pero así mismo ella es la primera en reconocer sus debilidades personales, sus flaquezas, manías y brotes de intolerancia. Uno puede estar de acuerdo o no con sus opiniones, pero lo que genera atracción es la seguridad de sus conceptos, esa facilidad para expresarlos de manera tan rápida y aguda. Su capacidad de sarcasmo parece inagotable y es muy difícil controvertirle algo a una persona que piense con tanta rapidez y tanta consistencia, y que además no apele a la grosería ni a la vulgaridad para defender su punto de vista.

Public Speaking (2010)

Public Speaking es más que un divertimento. Es la constatación del poder de las palabras, de la utilidad de la oratoria en una época en el que la calidad del debate parece estar en el límite más bajo posible. Fran dignifica la conversación, el arte de hablar y argumentar en voz alta frente a un auditorio cautivado, sorprendido o molesto, pero nunca indiferente. En eso radica su embrujo.

Ella además encarna, para Scorsese, todo lo bueno y lo malo que tiene Nueva York. En Fran Lebowitz está representada la brillantez del intelectual que solo una ciudad tan cosmopolita como esta puede gestar, y también el individualismo a ultranza del que ha tenido que sobrevivir por sí solo en una metrópolis agresiva y competitiva. A ella se le ama o se le odia, sin medias tintas. A Fran Lebowitz también.

©Todos los textos de www.tiempodecine.co son de la autoría de Juan Carlos González A.

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