¡El honor, el honor!: Divorcio a la italiana, de Pietro Germi
Creo que a nadie que haya visto Divorcio a la italiana (Divorzio all’italiana, 1961) le sorprendería enterarse que este filme fue adaptado por Giorgio Battistelli para convertirlo en una ópera en 2008. La película de Pietro Germi tiene todos los elementos dramáticos y trágicos exigidos por el género lirico, pero se trata –paradójicamente- de una de las mejores y más puras comedias del cine italiano.
Lo que ocurre es que a partir de Los desconocidos de siempre (I soliti ignoti, 1958) empieza a surgir una nueva manera de abordar el humor cinematográfico en Italia, reemplazando la comedia de situación por una centrada en los personajes, convirtiéndose así en “un género que no duda en convertir los temas dramáticos en temas cómicos y en mezclar la locura más desenfrenada con la más negra desesperación, decidiendo poner en escena los problemas de la Italia contemporánea” (1). Mario Monicelli, Dino Risi, Vittorio De Sica y Ettore Scola fueron algunos de los principales cultores de un género muy popular, que incluso a partir de este filme de Pietro Germi va a tener nombre oficial: la comedia a la italiana (commedia all’italiana).
A diferencia de los temas sociales coyunturales (pobreza, desempleo, falta de oportunidades) de otras comedias de ese momento, Divorcio a la italiana opta por lanzar sus dardos contra “los valores ancestrales del honor y la virilidad” (2), ridiculizándolos y haciendo ver su despropósito en medio de una sociedad que apuntaba a la modernidad. Inspirados en la novela Un delitto d’onore de Giovanni Arpino, publicada en 1960, Germi y sus coguionistas Ennio De Concini, Alfredo Giannetti y Agenore Incrocci (este último no acreditado), arman un relato protagonizado por el Barón Ferdinando Cefalù (Marcello Mastroianni), un aristócrata siciliano venido a menos, que vive en la pequeña localidad de Agramonte. Ferdinando –Fefè, para su familia– es un hombre atrapado por las convenciones sociales y por un matrimonio ya sin amor con una mujer demasiado empalagosa y con un esbozo de bigote. Fefè parece en todo momento dominado por la abulia: nada ni nadie parece emocionarlo o conmoverlo, quizá con la excepción de Ángela (Stefania Sandrelli, casi que debutando en el cine), una prima hermana adolescente con la que se obsesiona.
Pensar en ella y en la imposibilidad de estar juntos –el divorcio solo fue legalizado en los años setenta– lo hace sentir más infeliz y más atrapado, pero ese deseo de poder poseer a la bella y virginal Ángela lo mueve a maquinar un plan para deshacerse “legalmente” de su esposa y no ser sometido a escarnio social. La película está estructurada alrededor de un largo flashback con el que Fefè nos cuenta su historia. Tendremos exclusivamente su punto de vista y por ello no sabremos en realidad qué tan objetivos sean los pormenores que nos relata, ni que tan moral sea su razonar. Germi requería que el personaje nos pusiera de su lado para que como espectadores no cuestionaramos los actos que va a impulsar y por el contrario los aprobemos: la opresión doméstica que Fefè nos trasmite es intolerable. Frente a ella Ángela es un oasis de dulzura, candor y belleza. ¡Hay que hacer algo ya!
Las costumbres del sur de Italia, una región tan apegada a códigos de conducta machistas y retrógrados, va a obrar en este caso a favor de Fefè, que va a recurrir a su condición de noble y a la laxitud con la que se juzgan allí los crímenes del honor. “Divorcio a la italiana utiliza como su tema el atraso de la cultura siciliana y de sus valores sociales y religiosos. Y tal como sus predecesoras ‘sicilianas’, Divorcio a la italiana sugiere implícitamente que la condición siciliana (específicamente aquí la inequidad de género endémica en la región) es quizá solo una versión exagerada del estado de las cosas a lo largo de todo el país” (3). La infidelidad masculina es tolerada –a veces incentivada- mientras la infidelidad femenina, los “cuernos” sobre la frente del esposo, es algo intolerable, una afrenta a la honra no solo personal sino familiar, una mancha en el honor que se paga con sangre. Curiosamente, en la película vemos a dos mujeres que se desquitaron de un marido infiel, una es condenada a una pena alta y la otra no sabremos si será capturada.
Pietro Germi, que nunca antes había dirigido una comedia, se sirve de esos elementos de honor mancillado para caricaturizar toda la situación –exagerando su ridiculez implícita– y hacer con esto una farsa brillante. Inicialmente la idea era hacer un drama, pero el director tuvo que reconocer que “mientras más ahondábamos en el tema, simplemente no podíamos ignorar los aspectos grotescos del autodenominado crimen de honor” (4). Mastroianni está magnifico al interpretar a este afectado Fefè, con sus tics y sus desesperos, un ser banal, egocéntrico y disoluto, pero que sin embargo tiene toda nuestra simpatía en el desarrollo y puesta a punto de su propósito criminal, para el que tiene una justificación que a la vista de sus chismosos y machistas conciudadanos es por completo válida.
Formalmente la película está contagiada del modernismo de la época en que fue hecha, y además de su marco narrativo en un flashback subjetivo, contiene elementos oníricos, concreción en imágenes de las fantasías liberatorias de Fefè, e incluso la curiosa rebobinación de una escena a medida que el protagonista reinicia una grabación sonora donde la escena ha quedado registrada. Todo eso sin contar el gracioso homenaje meta cinematográfico a La dolce vita (1960), que el propio Mastroianni protagonizó.
El éxito de Divorcio a la italiana en taquilla fue enorme y además ganó el premio Óscar a mejor guion original, y recibió nominaciones a la estatuilla a mejor actor y mejor director. Además ayudó a encender el debate sobre la legalización del divorcio, un rédito inesperado para una comedia, pero que habla cantidades del impacto que tuvo. Debe ser que la risa hace pensar más que las lágrimas: de eso estaban seguros los autores de la commedia all’italiana.
Referencias:
1. Jean A. Gili, La comédie italienne, Paris, Henry Veyrier, 1983, p. 112
2. Ángel Quintana, El cine italiano 1942 – 1961, Barcelona, Paidós, 1997, p. 227
3. Giorgio Bertellini, The cinema of Italy, Londres, Wallflower Press, 2004, p. 113
4. Donald Dewey, Marcello Mastroianni: His Life and Art, Nueva York, Birch Lane Pr 1993, p. 122
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