Árbol perdiendo sus hojas: El padre, de Florian Zeller

Compartir:

Para B.P.

El dramaturgo francés Florian Zeller era, pese a su inexperiencia como director de cine, el indicado para dirigir El padre (The Father, 2020), porque este filme parte de una exitosa obra teatral suya, Le Père, estrenada en 2012 y que dos años después Christopher Hampton tradujo al inglés y situó en Londres, para así estrenarse en las tablas británicas, y en 2016 en Broadway. Hampton –con una enorme experiencia como guionista, además de dramaturgo- trabajó con Zeller elaborando el guion del filme, y se nota que ambos conocían de corazón el material dramático al que se enfrentaban: era absolutamente suyo.

El padre (The Father, 2020)

Y esa propiedad se traslada a una puesta en escena rigurosa, de pocas locaciones, en la que un hermoso apartamento en Londres es el eje central de una narrativa que está hecha a la medida de un actor como Anthony Hopkins, representando a un hombre que se llama Anthony y que nació el viernes 31 de diciembre de 1937, exactamente en la misma fecha en la que nació el actor. La identificación que se quería lograr entre el personaje y su intérprete era absoluta. Pero hasta ahí llegan las certezas de El padre. Anthony sufre una demencia senil y ahora vive con su hija Anne (Olivia Colman), mientras ella consigue una persona que le ayude a cuidarlo, ante la renuncia de la última asistente que tenía.

El padre (The Father, 2020)

Hitchcock en sus famosas conversaciones con Truffaut afirmaba que “En el cine aceptamos de buena gana que un hombre haga un relato falso. Además, aceptamos también de buen grado que cuanto alguien cuenta una historia que se desarrolla en el pasado, que esté ilustrada por un «flash-back» como si ocurriese en el presente” (1). El padre acoge esas declaraciones y las lleva al paroxismo: esta es la historia de un hombre con una demencia senil contada desde la perspectiva suya y eso implica que como espectadores participemos activamente de su confusión, de su desorientación. Que esos rasgos se conviertan en nuestros y compartamos esa misma perplejidad de Anthony es un mérito enorme de esta película y un triunfo para un actor tan excepcional como Anthony Hopkins, acompañado de una Olivia Colman perfecta en su fragilidad de hija que no sabe cómo actuar frente a un hombre que a veces se comporta como un niño caprichoso, a veces como un tirano y siempre como un padre a respetar.

El padre (The Father, 2020)

No es que Anthony haga adrede un relato falso, es que su mente ha perdido progresivamente sus facultades, y su memoria a corto plazo decae, confunde, fusiona, mezcla y sintetiza nombres, rostros, parentescos, lugares, momentos. Para él es un enigma levantarse por la mañana y saber el paradero de su reloj de pulso, para él es una sorpresa sentir que ese apartamento está ocupado por personas que desconoce y cuyo nombre a veces teme preguntar, para él no es claro si Anne va irse a vivir a París… Pero para nosotros no hay tampoco certeza alguna, no hacemos sino cuestionarnos todo lo que vemos. Los personajes cambian de rostro, de nombre, de ocupación, las situaciones se repiten, el tiempo parece girar sobre sí mismo. No somos ajenos a su laberinto mental, estamos también tratando de orientarnos en él y eso no solo nos vuelve espectadores activos, sino que nos confronta desde lo emocional al pensar que algo así de caótico y contradictorio padece en realidad una persona con ese tipo de enfermedad y que su familia muchas veces se ve con las manos atadas, pese al amor, para ayudarlo efectivamente.

El padre (The Father, 2020)

Al desconcierto se suma entonces la compasión. Entendemos entonces que Florian Zeller nos ha llevado por un sendero pocas veces transitado que no es onírico, ni surrealista, ni creado por un alucinógeno, ni es el desvarío de un esquizofrénico. Es algo peor, es un árbol perdiendo irremediablemente sus hojas, es una mente diciendo adiós, dejando vacío un cuerpo que aún late, pero que ya no reconoce ni controla. Se van los recuerdos, se va la identidad, se va la familia, se va lo que se estudió, lo que se aprendió, lo que los años mismos enseñaron. Se va todo lo que se amó. Queda un ser que ya no es él, rodeado por el estupor. Y quizá el miedo. Y el silencio.

Referencia:
1. François Truffaut, El cine según Hitchcock, 3ª reimpresión, Madrid, Alianza Editorial, 1993, p. 163

©Todos los textos de www.tiempodecine.co son de la autoría de Juan Carlos González A.    –  Instagram: @tiempodecine

Compartir: