Insensatez sentimental: Senso, de Luchino Visconti
La segunda versión del Festival de Cine 4+1 se inició ayer simultáneamente en Madrid, Buenos Aires, Ciudad de México, Río de Janeiro y Bogotá. En cuatro de esas sedes la función inaugural estuvo a cargo de un filme clásico, estableciendo un bienvenido puente entre la propuesta contemporánea de las películas que integran el Festival y la herencia que el cine del pasado nos ha dejado.
El público de Bogotá tuvo la fortuna de ver Senso (1954), el cuarto largometraje de Luchino Visconti, en una versión restaurada por los laboratorios L’Immagine Ritrovata de la Cinemateca de Bolonia, proyecto auspiciado por la Film Foundation de Martin Scorsese con el apoyo de Gucci. Se le devuelve así el esplendor a una película basada en un relato de Camillo Boito y cuyo guión estuvo a cargo del propio Visconti en unión a la guionista Suso Cecchi D’Amico y la participación, en la adaptación al inglés de los diálogos, del dramaturgo Tennesse Williams y el novelista Paul Bowles.
El resultado de esa ecuación inverosímil es una de las películas más suntuosas que el cine recuerde, un espectáculo operático ambientado durante el periodo del Risorgimento, cuando la Italia del siglo XIX buscaba su reunificación. Si bien El gatopardo (1963) está situada en la misma época, cada película tiene una postura diferente frente a los hechos históricos que describe. Mientras esta última es un réquiem a una época y a un estilo de vida, Senso sublima el contexto histórico para desbordarse voluptuosa en la crónica –relatada en primera persona por su protagonista- de una pasión prohibida que superó el control de los involucrados, la condesa italiana Livia Serpieri (Allida Valli) y el oficial austriaco de la fuerzas de ocupación en Venecia, Franz Mahler (Farley Granger).
El formalista espléndido que era Visconti se deleita en este filme de gloriosa belleza estética donde ningún detalle escapó a su supervisión. Diálogos, vestuario, locaciones, decorados, música y cinematografía están al servicio del realce de los sentimientos ya exacerbados de los protagonistas de este melodrama de irónicos giros, que en el momento de su estreno fue atacado por los teóricos del neorrealismo que veían, en su fastuosidad y en su vinculación con el pasado, una traición a los postulados de su movimiento.
Lo que no vieron era que Visconti estaba haciendo algo aún más difícil que la descripción cotidiana neorrealista: estaba volviendo visibles los efectos de una insensatez sentimental tan incontenible como embriagadora.
Publicado en el periódico El Tiempo (Bogotá, 27/10/11). Pág. 18
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