Los 70: Una década prodigiosa

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El XIII Festival de cine de Santa Fe de Antioquia, que se celebrará entre el 5 y el 9 de diciembre, tiene como tema “el cine de los Estados Unidos en los 70: la década prodigiosa”.

El 8 de diciembre de 1967, la revista Time en un artículo escrito por Stefan Kanfer llamado Hollywood: The Shock of Freedom in Films, saludaba el estreno de tres películas: The Fox, de Mark Rydell; Point Blank, de John Boorman, y Bonnie and Clyde, de Arthur Penn, mencionando que “diferenciándose ampliamente en tema y estilo, tienen muchas cosas en común. No son lo que las películas estadounidenses solían ser. Disfrutan una embriagadora libertad [distanciándose] de las fórmulas, las convenciones y la censura. Y todas provienen de Hollywood. (…) El hecho más importante respecto al cine en 1967 es que Hollywood al fin se ha vuelto parte de lo que la revisa francesa Cahiers du Cinéma llama «la furiosa primavera del cine mundial» y está produciendo una nueva clase de películas”. El nuevo Hollywood se estaba anunciando.

Todas las condiciones parecían propicias para ello: los viejos y poderosos productores habían muerto, el sistema de estudios estaba colapsando, ni el Technicolor ni el Cinemascope eran ya atractivos para convocar al público, los autores que dominaban las décadas previas estaban en el otoño de sus carreras (Ford, Hawks, Hitchcock, Lang), la censura estaba relajándose (el rígido Código de Producción fue reemplazado en 1968 por el sistema de clasificación según edades), las vanguardias cinematográficas europeas estaban imponiéndose, los cambios sociales y políticos de la década exigían nuevas maneras de narrar, y la televisión amenazaba tan ferozmente al cine que los estudios estaban dispuestos a arriesgarse con jóvenes productores y con directores novatos que exhibían propuestas arriesgadas.

Bonnie and Clyde (1967), de Arthur Penn

Bonnie and Clyde (1967), de Arthur Penn

Peter Krämer en su libro The New Hollywood afirma que “Unos años después de la publicación del artículo [de la revista Time], los académicos del cine empezaron a hablar de la segunda mitad de los años sesenta como un periodo de cambio fundamental en la historia del cine norteamericano, prolongando el desarrollo del renacimiento de Hollywood hasta los años setenta y rebautizándolo de diversas maneras como cine americano moderno / modernista, o más comúnmente «nuevo Hollywood»”. Esta década, según muchos autores, iría hasta 1976, considerándose la aparición de La guerra de las galaxias (Star Wars, 1977) como el inicio de otro periodo del cine norteamericano, pensado en el entretenimiento a gran escala que hace uso de la tecnología para la creación de efectos especiales, dejando de lado propuestas autorales más personales pero menos rentables. En ese momento Hollywood volvió a darse cuenta como podía ganar mucho dinero gracias al cine.

Los autores del “nuevo Hollywood” eran jóvenes idealistas que provenían de centros universitarios. Habían estudiado cine, tenían un sustrato académico y cinéfilo que los diferenciaba de los realizadores empíricos de los años previos, que aprendían el oficio haciendo carrera dentro de los estudios, escalando posiciones si mostraban talento y condiciones. Ya no. George Lucas egresó de la escuela de artes cinematográficas de la Universidad del Sur de California (USC), Francis Ford Coppola había estudiado en la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA), Martin Scorsese provenía de la Universidad de Nueva York (NYU), Steven Spielberg estudiaba en la Universidad Estatal de California en Long Beach cuando se vinculó como practicante en Universal Studios. Otros incluso provenían de escuelas de teatro (Brian De Palma) o del periodismo y la crítica de cine (Peter Bogdanovich). Mención aparte merecen los productores que hicieron viable el trabajo de estos directores, concediéndoles una libertad económica y creativa sin precedentes. Ejecutivos como Peter Bart, Robert Evans, Bert Schneider, Julia Phillips o Richard D. Zanuck fueron los que abrieron las puertas de los estudios a esta nueva generación.

La última película (1971), de Peter Bogdanovich

La última película (1971), de Peter Bogdanovich

Los directores y sus películas fueron productos de una época convulsa y conflictiva. Las luchas por los derechos civiles, la guerra fría, Vietnam, las protestas estudiantiles en la Universidad de Columbia en 1968, la liberalización de las prácticas sexuales y del consumo de drogas, la cultura hippie, los asesinatos de Martin Luther King y Robert Kennedy, la pérdida de fe en las instituciones gubernamentales, el tiroteo en el campus de Kent State, el escándalo de Watergate… todos estos eventos y sucesos generaron un clima de pesimismo psicosocial que se reflejó en un cine que iba de la nostalgia (La última película) a la ira (Tarde de perros), de la denuncia (Los hombres del presidente) al agotamiento (Taxi Driver), de la neurosis (Annie Hall) a la paranoia (La conversación), de la locura (Una mujer bajo la influencia) a un futuro deshumanizado (THX 1138). Obviamente la violencia y la guerra siempre iban a estar ahí, fueran sublimadas (MASH) o vivenciadas (Johnnie cogió su fusil, El francotirador). También hubo espacio para el cine conservador o reaccionario (Patton, Harry el sucio), las fugas contraculturales (Easy Rider, Alice’s Restaurant), la descripción de los tentáculos mafiosos (El padrino, Calles peligrosas), y hasta para un poco de esperanza en medio de la adversidad (Harry y tonto, Un verano del 42).

Pese a que este cine tenía connotaciones personales y de autoría -manifestadas en el realismo que daba la filmación en exteriores, el uso efectista del montaje, la narración menos apegada a las formas tradicionales y más abierta a la libre interpretación del espectador- nunca estuvo de espaldas al público y a las taquillas. Los espectadores jóvenes abrazaron este cine y lo convirtieron en parte del movimiento contracultural y en un manifiesto generacional (Easy Rider, El graduado) que elevó a sus antihéroes a la categoría de mitos pop (Bonnie and Clyde). Además la calidad implícita de algunos de estos filmes se tradujo en enorme éxito en las taquillas (El padrino, El padrino parte II, Tiburón) y en multitud de premios como los Oscar obtenidos por Midnight Cowboy, Contacto en Francia, las dos partes de El padrino, Annie Hall y El francotirador; o la Palma de Oro que logró Scorsese con Taxi Driver en 1976.

Contacto en Francia (1971), de William Friedkin

Contacto en Francia (1971), de William Friedkin

Aunque para algunos esta fue la década definitiva de sus carreras –Hal Ashby con Harold y Maude, The Last Detail y Shampoo– o William Friedkin –Contacto en Francia, El exorcista– el gran mérito de este periodo es haber dado inicio a las carreras de directores que aún son referentes vitales y vigentes dentro del cine norteamericano. Que esta sea la cosecha de la que surgieron Coppola, Scorsese, Woody Allen, Spielberg o George Lucas habla claramente de la trascendencia que estos años tuvieron. Obviamente no se trató de un inicio libre de tropezones, caídas y desaciertos tanto personales como fílmicos. Eran seres que pasaron de la noche a la mañana de un medio académico a un ambiente de creación febril, donde el dinero, los excesos y la inexperiencia se convirtieron en una mezcla que no todos pudieron controlar con igual mesura.

Sin embargo fue esta generación la que salvó a Hollywood renovándolo por dentro, mostrando el potencial creativo que podía exhibir y la capacidad que tenía de atraer a las nuevas generaciones de cinéfilos, encantadas como estaban de ver en el cine un eco a sus angustias y falta de certezas. Fue un momento irrepetible, un renacimiento cuyos frutos aún nos acompañan.

Publicado en el suplemento “Generación”, del periódico El Colombiano (Medellín, 02/12/12). Págs. 6-7
©El Colombiano, 2012

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