La diosa frágil: Mi semana con Marilyn, de Simon Curtis

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La conmemoración de los 50 años de su muerte, hace unos meses, me sirvió como pretexto apropiado para repasar, una a una, las películas en las que actuó Marilyn Monroe. Aunque al hacerlo reafirmé que me quedo con sus papeles en Some Like it Hot, Let’s Make Love y The Misfits, hay sin embargo una película suya que encontré divertidísima y muy ingeniosa, y a la que yo no le había prestado suficiente atención hasta ahora.

Se trata de El príncipe y la corista (The Prince and the Showgirl, 1957), el único de sus filmes que realizó fuera de Hollywood y el segundo que hizo para su propia compañía, Marilyn Monroe Productions. En esa época de su vida había decidido tomar las riendas de su carrera, se dedicó a estudiar con Lee Strasberg y su “Método” en el Actor’s Studio en Nueva York, y pareció encontrar en el dramaturgo Arthur Miller a alguien que por fin podía amarla.

A mediados de julio de 1956 se desplazó a Londres con su nuevo marido y con la esposa de Lee Strasberg, Paula, como su entrenadora dramática personal, para asumir el rodaje de El príncipe y la corista bajo la dirección del gran Laurence Olivier, quien también sería el coprotagonista de esta historia ambientada en 1911, en la que el regente de un país de Europa oriental trata infructuosamente de seducir a una corista norteamericana.

Traigo a cuento esta cinta ya que de ella se sirve el director Simon Curtis para hace Mi semana con Marilyn (My Week with Marilyn, 2011), filme que nos muestra tras bambalinas el rodaje de El príncipe y la corista, tomando como disculpa un supuesto romance que brevemente tuyo lugar entre la actriz y un joven ayudante de dirección, Colin Clark, y que el reveló en dos libros, The Prince, the Showgirl and Me y My Week with Marilyn. Clark continuó su carrera en el cine, produciendo y dirigiendo documentales. Falleció en el 2002.

Aparte de ese episodio romántico poco inspirado, Mi semana con Marilyn nos muestra lo difícil que era rodar con una actriz tan insegura e inestable como la Monroe. Sus continuas tardanzas y su incapacidad para recordar los parlamentos eran una prueba para la paciencia de todos los involucrados en la producción de un filme. La actriz Michelle Williams le da aliento a la diva, enfatizando no el parecido físico –Marilyn era mucho más sensual y voluptuosa- sino la vulnerabilidad de una diosa absolutamente frágil y golpeada por todos los que abusaban de su cuerpo y de su imagen. Un digno homenaje a una mujer que fue infeliz haciéndonos felices.

Publicado en el periódico El Tiempo (Bogotá, 22/11/12). Pág. 18
©Casa Editorial El Tiempo, 2012

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