Unos días fuera del mundo: Petite Maman, de Céline Sciamma

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Nelly tiene ocho años, es francesa y lo único que sabe de viajes espacio temporales se reduce al acelerador del tiempo que hace que, cuando se apague el bombillo de su cuarto en la noche y ella se duerma, sin darse cuenta hayan pasado varias horas y al despertarse sea un nuevo día. Similar a cuando uno se dormía regresando en un automóvil un domingo de paseo y al despertar el tiempo se había comprimido y sin saber cómo ya estaba uno llegando a casa. Magia pura. La misma que hace a la niñez más llevadera entre la incertidumbre titubeante de esos años.

Petite Maman (2021)

Petite Maman (2021) empieza cuando Nelly pierde a su abuela materna, que ha fallecido en un hogar de ancianos y va con sus padres a la que fue la casa de la infancia de su madre a recoger y guardar las pertenencias de esa abuela de la que no alcanzó a despedirse. La casa está entre un bosque que la niña recorre con confianza, ya ha estado ahí antes. Pero en esta ocasión en uno de esos paseos encuentra a una niña de su misma edad, Marion, con quien rápidamente entabla amistad. Lo que Nelly va a descubrir de Marion es lo que constituye esta película que escribió y dirigió Céline Sciamma y de la que no es posible contar absolutamente nada más.

Petite Maman (2021)

Lo más valioso de este filme es que la perspectiva de los eventos narrados es siempre la de Nelly y por eso las cosas ocurren desde una óptica infantil que llena de inocente asombro lo que para un adulto serían hechos incomprensibles que le generarían mil preguntas. Pero no para Nelly. Lo que ella experimenta hace parte de una realidad que incluye creer en hadas madrinas, en elfos y en Papá Noel. Lo que ella vive junto a Marion en ese bosque y en la casa de esta última chica puede que para ella no sea exactamente normal, pero Nelly lo experimenta sin hacerse cuestionamiento alguno; tampoco va a contárselo a sus padres, seguramente no lo entenderían, en medio del aturdimiento en que están.

Petite Maman (2021)

La naturalidad y la espontaneidad marcan este relato fantástico (en la primera acepción de esa palabra) que para las niñas es una vivencia que se da por sentada, sin que medie explicación alguna. Lo viven y ya, no hay subrayados melodramáticos, no hay un momento de desenlace (en Hollywood se hubiera enfatizado la oportunidad que Nelly tiene de despedirse apropiadamente), no hay promesas a futuro. “En todas mis películas, siempre es lo mismo. “Siempre se trata de unos días fuera del mundo, donde podemos conocer a cada amante, amarnos. Además, siempre se trata de personajes femeninos porque solo pueden ser ellas mismas [estando] en un lugar privado donde puedan compartir su soledad, sus sueños, sus actitudes, sus ideas” (1), explica Céline Sciamma en una entrevista para The Guardian. Aquí en Petite Maman este lugar privado es la infancia y sus posibilidades casi infinitas de complicidad y de igualdad. Una infancia compartida que no por imposible deja de ser disfrutada por ambas con la lógica propia de esos años. Hay un cumpleaños que celebrar, hay juegos de roles que jugar, hay música del futuro que escuchar.

Petite Maman (2021)

Cuando las niñas conversan expresan sus temores: a la soledad, al abandono, al dolor, al futuro. Esos fueron nuestros propios dolores, esos seguirán siendo los de la infancia futura. A ellas les queda la seguridad de volverse a ver, en unas condiciones de verticalidad que Nelly acepta y desea, y yo diría que reclama. Por lo menos ella tuvo esa fortuna, otros niños no la tendrán. Su madre no será presente ni futuro, solo un pasado que día a día se borra.

Cita:
Xan Brooks, “Céline Sciamma: ‘My films are always about a few days out of the world’”, pagina web: www.theguardian.com, 14/11/21
Disponible online en:
https://www.theguardian.com/film/2021/nov/14/celine-sciamma-petite-maman-interview-girlhood-portrait-lady-fire

©Todos los textos de www.tiempodecine.co son de la autoría de Juan Carlos González A. – Instagram: @tiempodecine

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