El desierto de las almas: Sal, de William Vega

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El segundo largometraje del director colombiano William Vega es Sal (2018), filmado en el desierto de la Tatacoa, en el departamento del Huila. La árida locación le sirve de metáfora del alma seca de sus personajes, seres que huyeron y que no desean ser encontrados ni encontrarse. A ese desierto innominado –donde hay yacimientos salinos según el filme- llega por accidente un hombre que es obligado por las circunstancias a convivir con una pareja de colonos, Salo y Magdalena, mientras se curan sus heridas externas e internas.

El hombre se llama Heraldo y sus motivos son un misterio. Es hosco, habla poco, probablemente miente, dice buscar a su padre. Pero de él sabemos tan poco como de la pareja que lo acoge, que vive de la sal que él recoge y de las liebres y de los cactus que ella prepara. A estos tres personajes se suma un comerciante y recolector de cachivaches, don Víctor, un aprovechado de las necesidades de todos.

Sal (2018)

La puesta en escena planteada, rigurosa y llena de fuerza parece habernos transportado a un mal futuro, a un mundo post apocalíptico donde solo quedan unos pocos sobrevivientes que han aprendido a resistir como mejor pueden en medio de las circunstancias más adversas. También esta atmósfera opresiva podría representar el infierno. Es posible suponer que Heraldo ha muerto y que cuando abre los ojos en el más allá lo que ve le asombra: todo sabe a sal, duele en el cuerpo y amenaza quemarle la retina. Es más, parece imposible salir de ahí.

Sal es una película con menos acción externa de lo que podría pensarse. La mayoría del tiempo vemos a Heraldo intentando continuar su viaje, pero ni él mismo sabe cómo. A medida que transcurre el filme van cayendo las barreras que él se autoimpuso y quizá esa apertura le permita tener la claridad mental que necesita para superar unos obstáculos menos insalvables de lo que creía.

Sal (2018)

Pieza de cámara en la inmensidad del desierto, Sal deambula entre la inercia de sus personajes, sus motivos ocultos y su enorme necesidad de consuelo. William Vega optó por contarnos lo que padecen sus almas, espíritus con sed que anhelan que alguien les brinde un bálsamo, un poco de paz interior, la voz segura de un padre.

Publicado en el periódico EL Tiempo (Bogotá, 08/04/18) con el título “El desierto de las almas” p. 3.11
©Casa Editorial El Tiempo, 2018

©Todos los textos de www.tiempodecine.co son de la autoría de Juan Carlos González A.

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